Verba volant, scripta manent

miércoles, 9 de agosto de 2017

El misterio del Carroll A. Deering

El Carroll A. Deering

Botado en la ciudad de Bath (Maine) en 1919 para la naviera G. G. Deering Company, la goleta Carroll A. Deering (recibió ese nombre por el hijo de su propietario) era un barco elegante y moderno. Construido con madera de roble, fresno y caoba, y dotado de electricidad, calefacción a vapor y agua corriente, el buque medía 77 metros de eslora, 13 de manga y tenía cinco mástiles y tres cubiertas. Para tratarse de un mercante, era un buque cómodo, casi lujoso, pero no fue eso lo que lo hizo célebre, sino las misteriosas circunstancias que rodearon su último viaje.

El 22 de agosto de 1920 el Carroll A. Deering partió del puerto de Newport News (Virginia) rumbo a Rio de Janeiro, con un cargamento de carbón. Al mando iba el experto capitán William H. Merritt, con su hijo Sewall como primer oficial, y una tripulación de diez marineros de origen escandinavo, mayoritariamente daneses. Pero unos días más tarde el capitán Merritt cayó enfermo y tuvo que desembarcar, junto a su hijo, en el puerto de Lewes (Delaware). La naviera tuvo que buscar urgentemente un sustituto, y poco después Willis B. Wormell, un veterano marino de 66 años y que llevaba algún tiempo retirado, aceptó hacerse cargo del barco, junto a Charles B. McLellan, que fue contratado como primer oficial. El mercante reanudaría su viaje el 8 de septiembre.

La botadura del Carroll A. Deering (4 de abril de 1919)

La primera parte del viaje transcurrió sin incidentes. El Carroll A. Deering llegó a Rio sin novedad y alijó su carga de carbón. Mientras se llevaban a cabo las labores de descarga, el capitán Wormell dio permiso a sus hombres. Durante esos días Wormell se encontró con un viejo conocido suyo, el capitán Goodwin, también al mando de un mercante, al que confesó el desdén que sentía por su tripulación, en la que no tenía confianza alguna, con la única excepción del maquinista, Herbert Bates. El Carroll A. Deering partiría de regreso el 22 de diciembre de 1920.

Ya en enero de 1921, el buque se detuvo en la isla de Barbados para abastecerse de víveres. Durante su estadía, el primer oficial McLellan se emborrachó en compañía del capitán Hugh Norton, del mercante Snow, a quien se quejó de la escasa competencia de Wormell, que apenas se ocupaba de sus labores, y de que, debido a los problemas de visión del capitán, casi toda la labor de navegación corría a cargo del propio McLellan. Poco después, el capitán Norton, su primer oficial y otro capitán le oyeron proferir amenazas contra Wormell, lo que hizo que McLellan fuera arrestado. Pero el 9 de enero el capitán Wornell acudió a la cárcel local para liberarlo, afirmando haberlo perdonado. Poco después el Deering zarpaba rumbo al canal de Hampton Roads.

La siguiente vez que el barco fue visto fue el 28 de enero, al pasar frente al faro del cabo Lookout, en Carolina del Norte. El farero, apellidado Jacobson, contó que un marinero delgado, pelirrojo y de fuerte acento extranjero le había dicho que el Deering había perdido las anclas en una tormenta frente al cabo Fear y que informase de ello a la armadora; pero la radio del faro estaba averiada y no pudo hacerlo. Jacobson trató luego de enviar el mensaje por medio de un barco a vapor que pasó un poco más tarde, pero éste no hizo caso de sus señales. Más tarde, Jacobson recordaría que en ningún momento vio al capitán Wornell ni al primer oficial, y que le llamó la atención la presencia de varios marineros aparentemente desocupados en la cubierta principal, algo que no se solía permitir en los buques mercantes.

El Carroll A. Deering fotografiado desde el cabo Lookout (28 de enero de 1921)
El día 31 de enero el Deering fue avistado encallado en los bancos de arena de Diamond Shoals, frente a la costa del cabo Hatteras, un lugar conocido por ser escenario de frecuentes naufragios. Algunos barcos de rescate trataron de llegar hasta él, pero el mal tiempo lo impidió. No fue hasta el 4 de febrero que se pudo acceder al barco, encontrándolo completamente desierto. No había rastro alguno de sus tripulantes. Faltaban el diario de a bordo y los instrumentos de navegación, los dos botes salvavidas y las pertenencias de la tripulación. En la cocina había alimentos preparados para una comida y café sobre la estufa. Algo que llamó la atención de los que examinaron el barco fue que la ruta que había seguido había sido marcada en un mapa con anotaciones de puño y letra del capitán Wornell, pero a partir del 23 de enero otra persona se había encargado de registrar el rumbo del buque. Los Guardacostas trataron de rescatar el navío pero, ante la imposibilidad de conseguirlo y temiendo que supusiera una amenaza para el tráfico marítimo en la zona, el Carroll A. Deering fue dinamitado el 4 de marzo. Algunos de sus restos fueron arrastrados por la corriente hasta la cercana isla de Ocracoke.

El gobierno norteamericano lanzó una extensa investigación sobre el encallamiento y la misteriosa desaparición de los hombres del Deering, además de las de otros nueve barcos que habían desaparecido en la misma zona en un corto espacio de tiempo; entre ellos, el carguero SS Hewitt, que transportaba un cargamento de azufre y que desapareció sin dejar rastro con sus 42 tripulantes solo seis días antes del hallazgo del Deering, cuando navegaba por la misma zona y siguiendo un rumbo similar. La investigación estuvo supervisada por el Secretario de Comercio (y futuro presidente de los EEUU) Herbert Hoover, y dirigida por su ayudante Lawrence Ritchey, e implicó a cinco Departamentos del gobierno norteamericano (Comercio, Tesoro, Justicia, Marina y Estado), además de a las autoridades de Carolina del Norte y a varias agencias de seguridad como el FBI.


La primera teoría apuntaba a causas meteorológicas; se sabía que los barcos desaparecidos habían navegado cerca de zonas azotadas por huracanes. Sin embargo, al examinar con atención sus rutas, se concluyó que tanto el Deering como el Hewitt habían pasado las zonas más peligrosas y navegaban por aguas relativamente tranquilas, lejos de las tormentas. Entonces surgió con fuerza la idea de un motín. Las discrepancias entre Wornell y su tripulación, puestas de manifiesto por el arresto de McLellan en Barbados, y la declaración del farero Jacobson, parecían dar visos de realidad a la teoría. De hecho, muchos marinos de la zona del cabo Hatteras creían firmemente que los hombres del Deering habían hecho desaparecer al capitán y luego habían encallado voluntariamente el barco antes de huir en los botes llevándose todos los objetos de valor del barco. Pero no había pruebas sólidas, sólo indicios.

Otra de las teorías que se barajaron fue la de la piratería. Hubo quien atribuyó las misteriosas desapariciones a la acción de un grupo de piratas que se dedicaba a asaltar buques mercantes frente a las costas norteamericanas, una teoría que tenía defensores dentro de la marina norteamericana. En abril de 1921 se halló en Buxton Beach (Carolina del Norte) un mensaje dentro de una botella supuestamente escrito por Bates, el maquinista del Deering, en el que decía que el barco había sido capturado por piratas y pedía auxilio. Más tarde se sabría que el mensaje era falso. Nunca se halló ninguna prueba que respaldara esta teoría, ni se capturó a ningún sospechoso. También se especuló con una conspiración comunista. En una redada contra un grupúsculo comunista de Nueva York llamado Partido Unido de los Trabajadores Rusos se habían hallado pasquines animando a sus miembros a secuestrar barcos norteamericanos para trasladarlos a la URSS; pero tampoco se pudo probar que pasara de ser un mero proyecto y que alguna vez se llevara a la realidad.

Charles B. MacLellan
No faltó quien, en plena época de la Ley Seca, especulara con que el barco había sido capturado por contrabandistas de alcohol para transportar licor ilegal desde el Caribe hasta territorio norteamericano. Sin embargo, el Deering era un barco poco propicio para tal cometido: demasiado lento, demasiado llamativo, demasiado fácil de identificar. No faltó quien vinculó el caso del Deering (y las otras desapariciones) al supuesto misterio del Triángulo de las Bermudas, obviando el hecho de que las desapariciones se produjeron cientos de millas al norte de dicha zona. Curiosamente, nadie pareció considerar la hipótesis aparentemente más sencilla: que el Deering había encallado accidentalmente y que la tripulación, incapaz de liberarlo, había abandonado el barco en los botes, para luego morir en el mar al ser incapaces de alcanzar tierra firme (las costas del cabo Hatteras son demasiado escarpadas para permitir el desembarco de un bote).

La investigación oficial se cerró a finales de 1922, sin llegar a ninguna conclusión definitiva, aunque apuntando al motín o a la piratería como causas más probables. Jamás volvió a saberse nada de los hombres del Carroll A. Deering, ni de los otros barcos desaparecidos.

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