El violín Gibson |
Es algo habitual que los instrumentos musicales famosos, en especial los de grandes luthieres como los Stradivarius o los Guarnerius, tengan un nombre propio, que generalmente heredan de alguno de sus propietarios. Es el caso del Gibson, un violín construido por Antonio Stradivari en su taller de Cremona en 1713, que recibió ese nombre por haber sido propiedad de un violinista y profesor de la Royal Academy británica llamado George Alfred Gibson, muerto en 1924.
Bronislaw Huberman (1882-1947) |
La noche del 28 de febrero de 1936 Huberman se hallaba en Nueva York para dar un concierto en el célebre Carnegie Hall. Generalmente empleaba el Gibson en sus actuaciones, pero en esa ocasión prefirió tocar con otro valioso violín que había adquirido hacía poco, un Guarnerius de 1731, dejando el Gibson en su camerino. Mientras todavía estaba sobre el escenario, su secretaria se dio cuenta de que el Gibson había desaparecido. A pesar de la intensa búsqueda por parte de la policía no se halló indicio alguno ni del instrumento ni de los ladrones, y finalmente la aseguradora de Huberman, Lloyd's, pagó al músico los 30000 $ de la época en los que estaba valorado el violín. Y durante medio siglo, el destino del Gibson permaneció desconocido.
En julio de 1985, un antiguo violinista llamado Julian Altman, que cumplía una pena de un año de cárcel en la prisión del condado de Litchfield (Connecticut) por haber abusado sexualmente de una de sus nietas, fue diagnosticado de un cáncer de estómago en fase terminal. Trasladado al hospital de Torrington, en su lecho de muerte, quiso hacerle una confesión a la que era su última esposa, Marcelle Hall. Sin querer entrar en detalles, le contó que tenía algo importante que decirle acerca de su violín, el mismo violín que lo había acompañado durante décadas. Altman había sido en tiempos un prometedor violinista que había llegado a tocar en la National Symphony Orchestra de Washington, y había llegado a actuar en fiestas y celebraciones ante destacados políticos e incluso presidentes, aunque luego había acabado tocando en restaurantes y nightclubs. Siempre llevando consigo el mismo violín.
Cuando Marcelle regresó a su casa, cogió el ajado estuche del violín, al que ella nunca había prestado demasiado interés, y rebuscó en su interior. Allí encontró varios antiguos recortes de prensa en los que se hablaba del robo del Stradivarius en 1936. Cuando volvió al hospital a visitar a su marido, éste le confirmó que se trataba del mismo violín robado y que él se lo había comprado por 100 $ a un amigo suyo, que habría sido el autor del robo. Días mas tarde, Altman le confesaría que había sido él el autor material del robo, incitado por su absorbente madre, empeñada en conseguir que su hijo triunfara como músico. Altman se había hecho amigo de los porteros del Carnegie Hall, a los que a menudo sustituía para que pudieran salir a fumar. En una de estas ocasiones, habiéndose quedado solo, corrió hasta el camerino de Huberman, se apropió del violín y lo escondió bajo su abrigo.
Finalmente, Julian Altman falleció el 12 de agosto de 1985, a los 69 años. Su esposa conservó el violín durante casi dos años, haciéndolo examinar por expertos que le confirmaron que se trataba de un Stradivarius auténtico. En 1987, habiendo muerto Huberman en 1947, se puso en contacto con Lloyd's para devolverlo. La aseguradora envió a su propio experto, el cual confirmó fuera de toda duda que se trataba del Gibson. Dado que Lloyd's ya le había pagado su valor a su anterior propietario tras el robo, fue a ella a la que correspondió la propiedad del instrumento. Marcelle Hall recibió una recompensa de 263000 dólares, aunque se vio obligada luego a compartirla con su hijastra Sherry Altman Schoenwetter, la única hija de Altman, que reclamó en los juzgados su parte del premio.
Joshua Bell con el Gibson |
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