En 1949, el servicio secreto británico dio comienzo a una de sus más exitosas operaciones de espionaje durante la Guerra Fría: la llamada Operación Silver. Un agente británico llamado Peter Lunn descubrió que el cuartel general soviético en Viena utilizaba una línea telefónica corriente para comunicarse con Moscú, línea que pasaba bajo el conocido Hotel Imperial. Los británicos entonces compraron un edificio cercano al hotel (donde instalaron una sastrería como tapadera) y excavaron un túnel desde su sótano que les permitió tener acceso a la línea y escuchar las llamadas que pasaban por ella, obteniendo así valiosa información sobre las estrategias soviéticas en Europa.
Los británicos compartieron esta información con la CIA. Los altos cargos de la Agencia, sorprendidos gratamente por la operación británica y sus buenos resultados, comenzaron a estudiar la posibilidad de llevar a cabo una acción similar en Berlín. Los ingenieros norteamericanos, tras estudiar el asunto, concluyeron que era viable la construcción de un túnel para acceder a los cables telefónicos subterráneos de la ciudad. El informe final fue presentado al director de la CIA, Allan Dulles, el cual dio su visto bueno a la operación, que sería conocida como Operación Gold (Oro), mientras que para los británicos sería la Operación Stopwatch (Cronómetro).
Los norteamericanos conocían al detalle la distribución de las líneas telefónicas por el subsuelo de la ciudad, información que al parecer habían recibido de Reinhard Gellen, jefe del BND (la agencia de inteligencia de la República Federal Alemana). Los expertos de la CIA concluyeron que el objetivo más adecuado para la operación era un nudo de comunicaciones enterrado a escasa profundidad bajo una transitada calle del distrito de Altglienicke, en el sector soviético de la ciudad, muy cerca del sector norteamericano. Y así, en febrero de 1954 comenzaba en el distrito de Rudow, en el sector norteamericano, la construcción de lo que públicamente se anunció como un almacén y una estación de radar para la Fuerza Aérea norteamericana. En agosto terminó la construcción de los edificios y a principios de septiembre, ingenieros británicos y estadounidenses comenzaron la excavación de un túnel desde el sótano del almacén. Un túnel revestido de placas metálicas construidas ex-profeso en EEUU, recubiertas de caucho para minimizar los ruidos de las obras (previamente se había construido una réplica del túnel en territorio norteamericano a modo de prueba). Tras sortear obstáculos como la presencia de bolsas de agua, las obras del túnel finalizaron en febrero de 1955, aunque llevó varios meses más instalar todos los equipos de escucha y grabación y tener listas las instalaciones para que los agentes de la CIA pudieran trabajar. En total, el túnel medía 450 metros de largo, incluía tres salas prefabricadas para que trabajaran los agentes occidentales y su construcción le costó a la CIA 6'5 millones de dólares de la época.
El túnel estuvo en funcionamiento algo más de once meses, durante los cuales se interceptaron 450000 llamadas telefónicas y miles de páginas de teletipo, que ocupaban más de 50000 cintas de grabación. Fundamentalmente, los esfuerzos de los agentes norteamericanos y británicos se centraron en espiar y grabar las comunicaciones del cuartel general soviético en Zossen, las de la embajada soviética en Berlín Este y las conversaciones entre militares de alto rango soviéticos y germanoorientales. Esa inmensa cantidad de datos era luego transcrita y traducida en Londres y Washington por varios equipos de analistas, que más tarde elaboraban informes con la información que consideraban relevante.
Así, hasta que el 21 de abril de 1956 un grupo de soldados soviéticos accedieron al túnel a través de su extremo oriental. Los agentes de la CIA que había en el túnel tuvieron que darse a la fuga a toda prisa, no sin antes dejar atrás un cartel que ponía "Está entrando en el sector norteamericano". Aparentemente, las fuertes lluvias de aquellos días habían dejado expuesto parte del cableado y del sistema de aire acondicionado del túnel. Los norteamericanos esperaban que, según su costumbre, los soviéticos echaran tierra sobre el asunto; pero sorprendentemente hicieron justo lo contrario. En una multitudinaria rueda de prensa, el general Iosif Zarenko, comandante de las tropas soviéticas en Berlín, hizo pública la "agresión" de los agentes capitalistas contra la soberanía de Alemania del Este, violando todas las normas del derecho internacional. Se permitió a periodistas de todo el mundo visitar el túnel, e incluso al público en general se le permitió el acceso durante algún tiempo. En occidente, claro, se dio una visión totalmente diferente de la misión y la prensa lo presentó como un éxito histórico de los servicios secretos norteamericanos, que había permitido recopilar una gran cantidad de valiosa información. O al menos eso creían.
Porque la realidad era que, sin que norteamericanos y británicos lo sospechasen, el KGB soviético había estado al tanto desde un primer momento de todo el proyecto. Uno de los agentes del MI6 británico implicado en la misión desde un primer momento era en realidad un agente soviético; se llamaba George Blake y en aquel momento era el topo más importante que el servicio secreto soviético tenía en occidente. Blake había tenido informado a su contacto de todos los detalles de la Operación Gold. Sin embargo, el KGB había preferido permitir a la CIA seguir adelante con la construcción del túnel. Posiblemente, para no comprometer la tapadera de Blake, su agente doble más valioso. Habían mantenido en secreto la existencia de la excavación sin advertir ni siquiera a sus colegas del GRU (el servicio secreto del ejército soviético) y la Stasi de Alemania del Este. Y lo habían sacado a la luz únicamente cuando les convino, cuando creyeron que Blake estaría a salvo. Británicos y norteamericanos ni siquiera lo sospecharon hasta que en 1961 un desertor polaco llamado Michael Goleniewski reveló la traición de Blake, que sería arrestado y encarcelado (aunque acabaría fugándose y huyendo a Moscú).
La enorme cantidad de información recogida no acabó de traducirse y revisarse hasta 1958, aunque su validez fue puesta en duda por algunos analistas. Mientras que la versión oficial de la CIA era que aquella información era válida porque Blake desconocía la situación exacta del túnel, hubo quien opinó que el KGB, conociendo la existencia de las escuchas, se había cuidado mucho de permitir que tuvieran acceso a información sensible, canalizando las comunicaciones más importantes por otros cauces más difíciles de interceptar.
Sección del túnel original, expuesta en el Museo del Espionaje de Berlín |
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