Verba volant, scripta manent

lunes, 24 de junio de 2019

Lealtad


Hachikō

El famoso Hachikō, un perro de raza akita llamado así porque tenía las patas delanteras algo torcidas, lo que hacía recordar al kanji japonés que representa el número ocho (en japonés, Hachi), era propiedad de un profesor de la Universidad de Tokio llamado Hidesaburo Ueno. Todas las mañanas, Hachiko acompañaba a su amo hasta la estación de Shibuya (Tokio), donde tomaba el tren hacia su trabajo. Y todas las tardes Hachiko repetía el mismo camino para esperarlo a su vuelta. Pero hubo un día en el que ya no regresó: el 21 de mayo de 1925, el profesor Ueno sufrió una hemorragia cerebral mientras daba una clase, y falleció.

Sin embargo, el leal Hachiko siguió acudiendo a la estación a esperarlo durante años, hasta hacerse una figura conocida por los trabajadores y los pasajeros de la estación. En 1932, un artículo publicado por Hirokishi Saito, antiguo alumno de Ueno y que se convertiría en un experto en la cría de perros akita, convirtió a chuken Hachiko (Hachiko el perro fiel) en una figura tremendamente popular en todo Japón, siendo puesto a menudo como ejemplo de fidelidad, e incluso disparó la popularidad de los perros akita, una raza que hasta entonces estaba al borde de la desaparición. En abril de 1934, aún en vida de Hachiko, se erigió una estatua de bronce en su honor en la estación de Shibuya. La estatua, destruida durante la Segunda Guerra Mundial, fue sustituida por otra en 1948, que a día de hoy sigue siendo uno de los lugares más visitados por los turistas en Japón.

Hachiko fue encontrado muerto el 8 de marzo de 1935, tras pasar más de nueve de sus once años de vida esperando el retorno de su amo. Su muerte fue causada por un cáncer y una infección parasitaria en el corazón. Sus restos fueron incinerados y sus cenizas enterradas en el cementerio de Aoyama, junto a la tumba del profesor Ueno. Cada año, el 8 de marzo, se celebra en la plaza frente a la estación de Shibuya una ceremonia conmemorando su figura.



Greyfriars Bobby

Aunque hay varias versiones sobre su historia, la más común dice que este pequeño Skye terrier era propiedad de un vigilante nocturno llamado John Gray. Cuando Gray murió a causa de la tuberculosis en 1858, fue enterrado en el cementerio de Greyfriars, en Edimburgo. Bobby siguió el cortejo fúnebre de su amo, y desde entonces, según pudieron atestiguar los trabajadores del cementerio, durante los siguientes 14 años, hasta que Bobby murió en 1872, a la edad de 16 años, no pasó ni una sola noche lejos de la tumba de su amo. Tras su muerte, fue enterrado fuera de la puerta del cementerio, no muy lejos de la tumba de Gray. Un año después, la filántropa lady Angela Burdett-Coutts financió la construcción de una fuente coronada con una estatua de Bobby.



Shep

Shep era un perro pastor propiedad de un ovejero de Fort Benton (Indiana), que falleció en agosto de 1936 en el Hospital St. Claire. Tras su muerte, su familia en el este reclamó su cuerpo, que fue llevado a la estación y subido a un tren. Siguiendo al ataúd llegó Shep a la estación. Tras ver como partía el tren que llevaba los restos de su amo, Shep permaneció en aquella estación durante casi seis años, esperando pacientemente su regreso, cuidado y alimentado por los empleados del ferrocarril, hasta que falleció atropellado por un tren en enero de 1942. Sus restos fueron enterrados en una colina, en una ceremonia a la que asistieron numerosas persona e incluso se leyó el célebre Elogio del perro. En 1994 se inauguró una estatua en su memoria.



Fido

A finales de 1941, un empleado de una fábrica de ladrillos llamado Carlo Soriani, residente en el pueblo de Luco di Mugello, encontró en una cuenta a un cachorro mestizo callejero, hambriento y herido. lo llevó a su casa, lo cuidó hasta que se restableció, y finalmente su mujer y él decidieron adoptarlo y le llamaron Fido (leal).

Durante dos años, Fido acompañó cada mañana a Soriani hasta la parada del autobús que lo llevaba a su trabajoen Borgo San Lorenzo, y luego acudió por las tardes para esperar su retorno. hasta que el 30 de diciembre de 1943 Borgo San Lorenzo fue víctima de un intenso bombardeo aliado. Numerosas fábricas fueron destruidas, y decenas de trabajadores, entre ellos Soriani, murieron. El leal Fido acudió esa tarde como tantas otras, pero su amo no estaba. Regresó a su casa, pero en los 14 años que le sobrevivió, siguió acudiendo a diario a aquella parada, buscando infructuosamente a su amo.

Fido murió el 9 de junio de 1958. Por aquel entonces su historia era ya bien conocida por el público italiano, ya que numerosas revistas se habían hecho eco de ella. Incluso en 1957 el alcalde de Borgo San Lorenzo había condecorado al animal por su lealtad.



Ruswarp

El 20 de enero de 1990, un senderista llamado Graham Nuttall desapareció junto a su perro, un border collie de 14 años llamado Ruswarp, mientras recorría los llamados Montes Cámbricos (Gales). El 7 de abril otro senderista descubría cerca de un arroyo de montaña los restos de Nuttall, y a su lado a Ruswarp, que no se había separado de él a lo largo de aquellas 11 semanas. Ruswarp estaba famélico y tan débil que apenas sobrevivió unos días, muriendo poco después de asistir al entierro de su amo. hay una estatua suya en la estación de tren de Garsdale.



Heidi

En 2001 un senderista escocés murió accidentalmente al despeñarse por un barranco. Su perra, un Jack Russell Terrier llamada Heidi, que lo acompañaba, no solo se las arregló para salvar un precipicio de 150 metros de profundidad para llegar junto a él, sino que además permaneció a su lado dos días, hasta que su cuerpo fue encontrado.



Canelo

Canelo era un perro que acostumbraba a acompañar a su amo al Hospital Puerta del Mar de Cádiz, adonde acudía a someterse a sesiones de diálisis, esperándolo pacientemente en la puerta. Pero un día de 1990 su amo no regresó; sufrió un súbito empeoramiento de su enfermedad y murió en el hospital. El fiel Canelo permaneció doce años esperando el regreso de su dueño, despertando la admiración y el cariño de toda la ciudad. Nunca le faltó quién lo alimentara, lo ciudara o simplemente le hiciera compañía durante un rato. Murió en 2002, atropellado por un coche que se dio a la fuga, y la ciudad de Cádiz le puso su nombre a una calle cercana al hospital.



Kostya

En el verano de 1995, un terrible accidente de tráfico en una autopista cercana a la ciudad rusa de Tolyatti costó la vida a un hombre y a su hija. El único superviviente del accidente fue su perro, un pastor alemán que a partir de aquel momento permaneció en el lugar del accidente. Inmune al calor y al frío, independientemente de la época del año, el fiel perro seguía en aquel lugar. Su actitud despertó la compasión de la gente de Tolyatti; le daban de comer, le construyeron un refugio, varios incluso trataron de adoptarlo, pero él siempre se escabullía y regresaba al punto donde habían muerto sus amos. Empezaron a llamarlo Kostya, un diminutivo de Konstantin (que a su vez significa "constante", "tenaz"). Siete años más tarde, en 2002, fue encontrado muerto en el bosque. Un año después las autoridades locales erigieron una estatua en su honor.

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