Verba volant, scripta manent

domingo, 11 de agosto de 2019

El milagro de Beatrice



El coro de la Iglesia Baptista de West Side, en Beatrice (Nebraska), acostumbraba a reunirse para ensayar todos los miércoles por la tarde, a las siete y veinte. La directora del coro, la señora Martha Paul, solía poner mucho énfasis en la puntualidad, y no era habitual que alguno de los vecinos que formaban el coro llegara con retraso. Sin embargo, la tarde del miércoles 1 de marzo de 1950 una concatenación de incidencias e imprevistos provocó que ninguno de los miembros del coro estuviese en la iglesia a la hora acordada.

La propia señora Paul y su hija, Marilyn, pianista del coro, llegaron tarde pese a que habían previsto llegar con algo de adelanto. Marilyn estaba cansada y decidió echarse una breve siesta después de cenar, pero quedó tan profundamente dormida que no se despertó hasta las siete y cuarto, sin tiempo más que para arreglarse y salir precipitadamente hacia la iglesia, haciendo que tanto ella como su madre llegaran tarde.

El reverendo Walter Kempel había estado en la iglesia antes de cenar, para disponer todo lo necesario para la práctica y encender la caldera de la calefacción para que los miembros del coro no pasaran frío cuando llegaran. Después de cenar, se dispuso a ir a la iglesia junto a su esposa y su hija de dieciocho meses, Marilyn Ruth. Pero la pequeña se había manchado el vestido, así que la señora Kempel insistió en prepararle y plancharle uno nuevo, provocando el retraso de los tres.

Ladona Vandergrift, una estudiante de instituto, estaba terminando sus deberes. Un ejercicio de geometría especialmente complicado la entretuvo más de la cuenta, y ella prefirió terminarlo aunque le costara no llegar a tiempo a la iglesia.

Las hermanas Royena y Sadie Estes vieron como a la hora de salir de su casa su automóvil se negaba a arrancar, así que llamaron a Ladona para que las recogiera de camino al ensayo. Como la joven salió con retraso por culpa del problema de geometría, también las hermanas Estes llegaron tarde al ensayo.

La señora Schuster y su hija Susan se retrasaron porque tuvieron que detenerse en casa de la madre y abuela de ambas. Joyce Black, que vivía justo enfrente de la iglesia, no llegó tarde por ningún motivo en especial; simplemente, le daba pereza abandonar su casa en una tarde fría como la de aquel día, así que retrasó todo lo que pudo el momento de ir al ensayo.

Herbert Kipf, que trabajaba como tornero, se entretuvo escribiendo y enviando una carta. Él mismo reconoció que, pese a que la carta no era tan importante, había sentido la urgente necesidad de terminarla antes de ir al ensayo. La esposa de Harvey Ahl no estaba en casa en aquel momento y le había dejado al cuidado de sus dos hijos pequeños. Ahl había decidido llevárselos con él al ensayo, pero perdió la noción del tiempo y cuando se dio cuenta se le había hecho muy tarde.


Lucille Jones, estudiante de instituto, estaba escuchando en la radio el programa "This is your life", que aquel día estaba dedicado al actor y cómico Edgar Bergen. A pesar de que acostumbraba a ser puntual, ese día quiso escuchar hasta el final el programa, que no finalizó hasta las siete y media. Dorothy Wood, otra estudiante vecina y amiga suya, con la que iba habitualmente a las prácticas, decidió esperarla, con lo que también ella llegaría tarde ese día.

De esta manera, por una sorprendente e inesperada serie de pequeños incidentes, ninguna de las personas que se suponía debían de estar en la iglesia estaban allí a la hora prevista de empezar el ensayo. Lo cual acabaría evitando una enorme tragedia.

Exactamente a las siete y veintisiete horas de la tarde de aquel 1 de marzo de 1950 una violentísima explosión, que se escuchó hasta en el último rincón de Beatrice, redujo a escombros la Iglesia Baptista de West Side. Las paredes se derrumbaron y el techo cayó a plomo sobre el interior de la iglesia. Los bomberos concluyeron que la causa de la explosión fue un escape de gas natural en un gasoducto que pasaba junto al templo, que se acumuló en su interior y finalmente estalló al entrar en contacto con las llamas de la caldera. El hecho de que, de una u otra manera, las diecisiete personas que debían estar en la iglesia a esa hora se hubiesen retrasado aquel día, evitó un terrible infortunio en Beatrice. Y los miembros del coro que aquel día salvaron sus vidas de manera tan inverosímil consideraron "un acto de Dios" aquella suma de mínimas incidencias que al final salvaron sus vidas.

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