Verba volant, scripta manent

domingo, 13 de diciembre de 2020

La conspiración de Cilón

La Acrópolis de Atenas

Tradicionalmente se ha considerado el intento de Cilón para hacerse con el gobierno de Atenas como "el primer suceso histórico fechado de manera exacta en la historia de la ciudad", y como tal nos lo han transmitido historiadores posteriores como Tucídides o Herodoto. Por ellos sabemos que Cilón era un noble ateniense, que se había vuelto muy popular tras vencer el diaulo (una carrera sobre una distancia de dos estadios, unos 348 metros) en la 35ª edición de los Juegos Olímpicos (640 a. C.). Después de su victoria, Cilón había tomado parte activa en la política de la ciudad y había llegado a ser arconte (el magistrado de mayor rango del gobierno de Atenas). También se casó con la hija de Teágenes, tirano de la ciudad de Mégara.

Fue quizá el ejemplo de su suegro, que había tomado el poder por la fuerza y gobernaba Mégara de manera absoluta, el que inspiró al ambicioso Cilón para intentar hacer lo mismo en Atenas. De modo que comenzó a conspirar, reuniendo un grupo de seguidores dispuestos a apoyarlo en su tentativa. Acudió incluso al célebre oráculo de Delfos, que le dijo que su conspiración tendría éxito si la llevaba a cabo durante la festividad de Zeus. Por eso, mientras la ciudad celebraba las Dipolias, la festividad en honor de Zeus Polileo, el 14 del mes de Esciroforión (a finales de la primavera) del año 632 a. C., Cilón y sus seguidores, apoyados por un grupo de soldados de Mégara prestados amablemente por Teágenes, tomaban el control de la Acrópolis como paso previo para hacerse con el gobierno de la ciudad. 

Pero a los atenienses no les gustaron las intenciones de Cilón, y mucho menos les gustó la presencia de tropas extranjeras en su ciudad. Opusieron una feroz resistencia e hicieron fracasar el golpe. Según Tucídides, Cilón y su hermano lograron escapar, buscando quizá refugio en Mégara, pero un numeroso grupo de sus seguidores se vio obligado a buscar refugio en el templo de Atenea en la Acrópolis, aprovechando su condición de recinto sagrado e inviolable. Allí permanecieron hasta que los arcontes les ofrecieron respetar sus vidas si se entregaban y aceptaban ser sometidos a juicio. Cuenta Plutarco que los acusados, para resaltar que seguían bajo la protección de Atenea, ataron una cuerda que iba desde la estatua de la diosa en el templo hasta el lugar de su juicio, pero que la cuerda se rompió y esto fue interpretado por uno de los arcontes, llamado Megacles I, como una señal de que la diosa les retiraba su protección, y a pesar de la promesa hecha, los hizo asesinar a todos.

Los atenienses consideraron inaceptables aquellas muertes, dado que pese a haber atacado la soberanía de Atenas, esos hombres se habían puesto bajo la protección de Atenea, e incluso algunos de ellos fueron asesinados al pie de los altares de las Erinias, las diosas de la venganza. Por ello Mirón de Flía acusó a Megacles I de sacrilegio y un tribunal compuesto por 300 nobles lo condenó a él y a su familia, los Alcmeónidas (llamados así por considerarse descendientes del legendario rey Alcmeón de Neleo, hijo de Poseidón) al exilio a perpetuidad. Incluso las tumbas de los miembros de la familia fueron abiertas y sus restos llevados fuera de la ciudad. Además, toda la familia fue maldecida al considerar que sus acciones habían provocado la impureza de la ciudad. Aunque la familia fue perdonada y se le permitió el regreso en la generación siguiente, bajo el gobierno del arconte Solón, la maldición se mantendría durante generaciones, aun cuando entre sus miembros se contaron destacados personajes de la historia de la ciudad como Pericles o Alcibíades.

La fosa común de Fáliro

En el 2016, durante las prospecciones arqueológicas previas a la construcción del Centro Cultural de la Fundación Stavros Niarchos en el puerto de Fáliro, al sur de Atenas, se excavó una peculiar fosa común que formaba parte de una necrópolis más extensa. En la fosa se hallaron los esqueletos de 80 personas, todos hombres jóvenes en aparente buen estado de salud. Tenían las manos encadenadas y muchos de ellos tenían las mandíbulas abiertas, como en un gesto de dolor o sorpresa. Uno de ellos además tenía una punta de flecha en un hombro, lo que indicaría que era un combatiente. La fosa pudo ser fechada con gran precisión gracias a dos enócoes o vasijas halladas en el enterramiento, situándose entre el 650 y el 625 a. C. Las fechas coinciden, por tanto, con la asonada de Cilón, lo que ha llevado a muchos a pensar que los 80 cuerpos de la fosa son parte de sus seguidores asesinados tras haberse rendido.

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