Verba volant, scripta manent

lunes, 16 de septiembre de 2024

Leopold y Loeb: planeando el crimen perfecto

Nathan Leopold (1904-1971) y Richard Loeb (1905-1936)

La comisión del crimen perfecto es un tema habitual del género negro. Innumerables novelas y películas se han hecho inspiradas en esta idea. Pero ha habido casos en el que algunos han llegado más allá y han pretendido llevar a la práctica su propia idea de crimen perfecto.

Nathan Freudenthal Leopold Jr. nació en Chicago el 19 de noviembre de 1904, en el seno de una acaudalada familia de inmigrantes judíos de origen alemán. Desde muy niño demostró una prodigiosa inteligencia, pronunciando sus primeras palabras con apenas cuatro meses y con un coeficiente de inteligencia que se calculó de 210. Durante su etapa escolar estudió quince idiomas, de los cuales llegó a hablar cinco con fluidez, y con 19 años ya había obtenido una diplomatura menor en la Universidad de Chicago (había comenzado sus estudios en la Universidad de Michigan, pero pronto regresó a su ciudad natal) y planeaba matricularse en la prestigiosa Escuela de Derecho de Harvard, una vez hubiera regresado de un viaje por Europa que había planeado con su familia. Había conseguido además cierto prestigio en el campo de la ornitología, especialmente en lo referente al comportamiento de la reinita de Kirtland (Setophaga kirtlandii).

Richard Albert Loeb era cerca de un año más joven; había nacido, también en Chicago, el 11 de junio de 1905, hijo de un rico abogado que había sido vicepresidente de la cadena de tiendas Sears. Al igual que Leopold, tenía una inteligencia excepcional; con 17 años se había convertido en el graduado más joven de la historia de la Universidad de Michigan, y luego se había matriculado en la Universidad de Chicago para asistir a algunas clases de historia, una de sus pasiones. Sin embargo, sus profesores no tenían una imagen muy favorable de él, describiéndole como "vago, desmotivado y obsesionado con el crimen" ya que pasaba buena parte de su tiempo libre leyendo novelas policíacas.

Ambos pertenecían al mismo círculo social, y vivían en el mismo barrio de Chicago, Kenwood, una exclusiva comunidad en la zona sur de la ciudad. Se conocían desde niños, pero nunca habían sido especialmente amigos, hasta que años más tarde coincidieron como parte del mismo grupo de amigos en la Universidad de Chicago.  Fue entonces cuando descubrieron sus muchos intereses comunes y se convirtieron en amigos íntimos; una amistad que más tarde daría lugar a una relación homosexual (aunque Leopold, a diferencia de Loeb, nunca admitió tener esa clase de inclinaciones, y solía salir con mujeres de manera habitual). La intimidad entre ambos no tardó en despertar rumores sobre su relación, así que para acallarlos fingieron distanciarse y dejaron de aparecer en público tan a menudo, aunque en privado seguían viéndose con frecuencia.

Por aquella época Leopold estaba vivamente interesado en la obra del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Especialmente, le fascinaba el concepto de Übermensch o "superhombre", una persona que ha trascendido el estado espiritual y moral del resto de la humanidad, y que por lo tanto, no está sujeto a las mismas leyes y valores que los demás, sino que él mismo genera su propio sistema de valores. Leopold acabó por creer que él mismo era uno de aquellos elegidos, y no le fue difícil convencer a Loeb de que él también lo era. Convencidos de que estaban por encima de las leyes que regían los destinos de los hombres ordinarios, se mostraron dispuestos a demostrarlo cometiendo pequeños delitos como robos o vandalismo. Envalentonados al ver que no eran descubiertos, pasaron a delitos más graves como el incendio provocado. Sin embargo, el escaso interés que despertaban aquellos incidentes les molestaba; que nadie reconociera las brillantes mentes que se encontraban detrás de ellos les parecía decepcionante. Así que decidieron romper el último tabú: cometer el más terrible de todos los crímenes, arrebatarle la vida a alguien, y salir impunes. Llevar a cabo el crimen perfecto sería la prueba definitiva de su superioridad.

Ambos pasaron meses planeando el crimen hasta el más mínimo detalle, decidiendo qué víctima elegir, qué arma utilizar, cómo deshacerse del cadáver. Y llegó el momento de poner su plan en práctica. El 21 de mayo de 1924, viajando en un coche que Leopold había alquilado con un nombre falso, ambos se cruzaron con Bobby Franks, que regresaba a su casa desde el instituto. Franks, de 14 años, era hijo de un rico fabricante de relojes llamado Jacob Franks. Ambos lo conocían; de hecho, los Franks vivían en la misma calle que los Loeb y el pequeño Bobby había estado varias veces en su casa jugando al tenis. En ese momento decidieron que él sería su víctima; y Loeb, que iba sentado en el asiento trasero, le invitó a subir ofreciéndole llevarlo a su casa. Bobby al principio lo rechazó, dado que su casa estaba ya cerca, pero Loeb insistió, para que pudieran charlar sobre una raqueta de tenis. Y Bobby, que no tenía motivo para desconfiar de ellos, se subió.

Robert "Bobby" Franks (1909-1924)

Instantes después de reemprender la marcha, Loeb atacó a Bobby golpeándolo varias veces en la cabeza con un cincel; luego arrastró su cuerpo hasta la parte trasera del automóvil, donde lo remató asfixiándolo. Tal y como habían planeado, condujeron hasta las orillas del lago Wolf, cerca de Hammond, a 40 kilómetros al sur de Chicago, y allí desnudaron el cadáver y lo desfiguraron con ácido, para luego esconderlo en un tubo de drenaje. Tras regresar a Chicago, donde ya se había dado la alarma por la desaparición de Bobby, Leopold llamó a la familia Franks anunciando que Bobby había sido secuestrado, y que recibirían instrucciones más adelante. El plan de ambos era fingir que se había tratado de un secuestro al azar, de modo que nadie pudiera sospechar de ellos. A continuación redactaron una nota de rescate con una máquina de escribir que habían robado en una residencia de estudiantes y la enviaron, tras lo cual se deshicieron de las ropas de Bobby y de las suyas propias, limpiaron lo mejor que pudieron el coche alquilado y, haciendo gala de su sangre fría, pasaron el resto de la noche jugando a las cartas.

Sin embargo, su elaborado plan se vino abajo cuando al día siguiente un trabajador encontró el cadáver de Bobby, que no tardó en ser identificado. Al enterarse, Leopold y Loeb destruyeron la máquina de escribir que habían utilizado y quemaron una manta con la que habían trasladado el cadáver, y trataron de seguir con sus vidas normales. 

La policía registró concienzudamente la zona donde había sido encontrado el cadáver y encontró un par de gafas de un modelo muy poco corriente. Como pudo averiguar la policía, solo se habían vendido tres gafas como aquellas en toda la ciudad... y una de ellas a Leopold. Este fue interrogado, pero alegó que probablemente las gafas se le habían caído del bolsillo unos días antes, mientras estaba en la zona observando pájaros. Esta excusa no convenció a la policía, que citó de nuevo a Leopold y a Loeb para una declaración formal el día 29 de mayo. Ambos afirmaron que la noche del crimen habían estado con dos mujeres cuyos apellidos desconocían, a las que habían recogido en Chicago con el coche de Leopold. Su coartada se vino abajo cuando el chofer de la familia reveló que el coche que ambos decían haber utilizado estaba averiado y que había pasado toda la tarde de aquel día reparándolo, algo que pudo corroborar su esposa.

Sorprendidos en una flagrante mentira, la seguridad de ambos se esfumó de inmediato y no tardaron en confesar. Eso si, ambos afirmaron haber sido el conductor y culparon al otro de ser el autor material del crimen; aunque casi todos los indicios apuntan a Loeb como el autor. Ambos adujeron como motivo del crimen sus delirios sobre el "superhombre" y la emoción de la búsqueda del crimen perfecto. Leopold llegó a calificar su crimen como "un ejercicio de inteligencia, un experimento". La policía hizo públicas sus confesiones el día 31, y días más tarde, recuperaría los restos de la máquina de escribir del fondo de un estanque en el Parque Jackson.


Como era de esperar, las circunstancias del caso, como la brutalidad del crimen, la posición social de los implicados o lo aparentemente absurdo del móvil hizo que la prensa le dedicara gran atención, llegando a calificarlo como "el crimen del siglo". Las familias de los dos jóvenes contrataron para defenderlos a Clarence Darrow, uno de los abogados más célebres del país y conocido opositor a la pena de muerte. Aunque todo el mundo esperaba que la defensa alegara locura como eximente, Darrow estaba seguro de que en un juicio con jurado un caso tan mediático acabaría invariablemente en una condena a muerte, así que decidió que Leopold y Loeb se declararan culpables, con el objetivo de convencer al juez que dictase la sentencia de ser clemente y optar por una condena a cadena perpetua.

La audiencia (que no juicio), presidida por el juez John R. Caverly, duró 32 días. La acusación presentó abundante documentación y más de un centenar de testigos detallando minuciosamente el crimen. La defensa presentó a numerosos expertos en psiquiatría señalando las numerosas "anomalías" de ambos acusados como atenuantes. Finalmente, en el alegato final de Darrow, que duró ocho horas y que él mismo afirmaba que había sido "el mejor de su carrera", Darrow señalaba a la pena de muerte como un castigo brutal, injusto e inhumano, que arrebataba a los condenados hasta la más mínima posibilidad de redimirse. Al final, tal y como Darrow esperaba, en la sentencia hecha pública el 10 de septiembre el juez acabó condenando a los dos a cadena perpetua por asesinato, más una pena adicional de 99 años por el secuestro.


Ambos fueron trasladados a la prisión de Joliet (Illinois). Leopold fue trasladado en 1925 a la prisión de Stateville, a donde llegaría también Loeb cinco años más tarde, en 1930. En Stateville ambos fueron presos modelo y se dedicaron a dar clases a otros presos. El 28 de enero de 1936 Loeb fue atacado en las duchas con una navaja de afeitar por otro preso llamado James Day y murió poco después en la enfermería. Day alegó que Loeb había tratado de asaltarlo sexualmente y un jurado aceptó esa versión y lo declaró no culpable en un juicio celebrado en junio. Sin embargo, Day no presentaba heridas y Loeb mostraba más de cincuenta cortes, algunos propinados desde atrás, lo que sugería que había sido atacado por la espalda. Se dijo que Day lo había estado extorsionando y que Loeb ya no tenía dinero para pagarle (en un principio las familias de ambos les enviaban importantes sumas de dinero, pero luego la dirección de la cárcel les puso un límite de cinco dólares a la semana). La muerte de Loeb sumió a Leopold en una severa depresión.

Después de eso, Leopold siguió siendo un preso ejemplar. Trabajaba en la biblioteca y en el hospital de la cárcel como voluntario, daba clases a los demás presos, incluso se ofreció voluntario para un experimento sobre la malaria. A principios de la década de 1950 un antiguo compañero de universidad llamado Meyer Levin le pidió ayuda para escribir una novela sobre el caso. Leopold lo rechazó, y le ofreció colaborar con él en sus memorias, que estaba escribiendo. Levin escribió de todos modos su novela, titulada Compulsión y publicada en 1956. A Leopold le resultó tan desagradable la versión que daba que trató de llevar a Levin a los tribunales, y también a los responsables de su versión cinematográfica, estrenada en 1959, pero en ambos casos los tribunales fallaron en su contra.

Finalmente, Leopold fue puesto en libertad condicional el 13 de marzo de 1958, tras casi 34 años en prisión. Poco después publicaba su autobiografía, Life and 99 Years, que se mantuvo 14 semanas en la lista de los más vendidos, aunque fue acusado de ignorar su pasado porque el libro comenzaba en el momento en el que entraba en prisión. Deseando empezar una nueva vida, Leopold se mudó a Puerto Rico, donde desempeño diversos trabajos como técnico de laboratorio, investigador médico, profesor en la Universidad de Puerto Rico o agente inmobiliario. También hizo estudios exhaustivos sobre los pájaros de la isla, publicando en 1963 Checklist of Birds of Puerto Rico and the Virgin Islands. También planeó escribir un segundo tomo de memorias, relatando su vida desde su salida de prisión, aunque no llegó a terminarlo. En 1961 se casó con una viuda y murió en 1971, a los 66 años, de un ataque al corazón.

El crimen de Leopold y Loeb ha servido de inspiración a numerosas novelas, obras de teatro y películas. Acaso la más famosa sea La soga (1948), dirigida por Alfred Hitchcock.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Khutulun, la princesa guerrera

"Combate de Khutulun, hija de Kaidu". Ilustración de una edición de Los viajes de Marco Polo o El libro de las maravillas de principios del siglo XV

Cuando en 1227 murió el legendario Gengis Kan su tercer hijo, Ogodei, fue nombrado sucesor al frente del imperio mongol. El primogénito de Gengis, Jochi, había muerto meses antes, y a su segundo hijo, Chagatai, lo consideraba demasiado obstinado e impetuoso, así que había optado por Ogodei como su heredero. A Chagatai, no obstante, se le concedió el gobierno de una amplia región que comprendía el territorio que los romanos llamaban Transoxiana, que iba desde el mar de Aral y la meseta de Pamir hasta los montes Altai, mas la provincia china de Sinkiang. Con el tiempo, aquella región tomó el nombre de su gobernante y pasó a ser conocida como Kanato de Chagatai. Chagatai murió en 1241, y durante unos años hubo cierta inestabilidad, sucediéndose varios gobernantes, entre ellos su hijo Qara Hülegü y el hijo de este, Mubarak Shah. 

Entre 1259 y 1263 Kublai Khan y su hermano Ariq Böke, hijos de Tolui (el cuarto hijo de Gengis Kan), se enfrentaron en una guerra civil para lograr ser nombrado Gran Kan del imperio; una guerra en la que triunfaría finalmente el primero de ellos. Entre los partidarios de Ariq estaba Kaidu, un príncipe mongol nieto de Ogodei que gobernaba una pequeña pero próspera provincia fronteriza con Chatagai. En 1264 Kublai convocó a Kaidu a su presencia, pero este se negó alegando que "sus caballos estaban demasiado delgados para soportar un viaje tan largo". Lo cierto es que a Kaidu no le caía demasiado bien su pariente, al que consideraba indigno de regir a los mongoles por haberse apartado de las tradiciones de su pueblo, ya que no solo había adoptado muchas de las costumbres de la cultura china, sino que incluso había renunciado al nomadismo de su pueblo fijando su capital en Dadu (la actual Pekín). Además, durante la reciente guerra civil el kan de Chatagai, Alghu, partidario de Kublai, había saqueado las tierras de Kaidu.

"La princesa Khutulun", película mongola de 2021

Aquel rechazo no era solo una afrenta a Kublai Khan, sino que también era una manera de cuestionar su legitimidad, ya que Gengis Kan había decretado que cualquier aspirante a ser reconocido como Gran Kan debería obtener el respaldo unánime de todas las ramas de su familia. Así que en 1266 Kublai envió a Baraq, bisnieto de Chatagai, como nuevo kan, incitándole a atacar a Kaidu. Pero este era un general hábil y se había aliado con Möngke-Temür, kan de otra de las provincias del imperio, la Horda de Oro. Juntos derrotaron a Baraq e invadieron el Kanato de Chatagai. Finalmente, los tres firmaron un acuerdo de paz en algún momento entre 1267 y 1269: Baraq se quedaba con 2/3 del kanato, mientras el otro tercio se lo repartían Möngke-Temür y Kaidu, quien también recibía la región de Bujará, y se comprometían a lanzar una campaña conjunta contra el ilkanato de Persia. Pero Baraq fue derrotado y murió poco después a causa de sus heridas, lo que aprovechó Kaidu para hacerse con el control del Kanato. En las siguientes décadas se sucedieron varios kanes al frente de Chatagai (Negübei, Buqa Temür, Duwa) que no eran sino títeres impuestos por Kadui, que era quien de verdad ostentaba el poder. Kublai Khan prefirió no enfrentarse abiertamente a él, para no desatar otra guerra civil en el seno del imperio, pero durante el resto de su reinado se mantuvo entre ambos una especie de "paz armada" con enfrentamientos esporádicos entre sus tropas.

Kadui tenía catorce hijos varones, que le acompañaban habitualmente en sus campañas, pero su favorita era su hija menor, Khutulun (Luna Brillante), nacida en torno a 1260, una princesa cuyas habilidades la harían legendaria entre los mongoles. Criada en campamentos militares, rodeada de hermanos varones, tuvo que ponerse a la altura de ellos y lo cierto es que los sobrepasó con creces. Extraordinaria jinete y arquera (como la mayoría de los mongoles), era también muy hábil con la espada y estaba dotada con una fuerza física más que notable, siendo una destacada luchadora de bökh (la lucha libre mongola en la que pierde el primero que toca el suelo con una parte de su cuerpo que no sean las manos o los pies).

Marco Polo la cita en su obra con el nombre de Aigiarne (la forma tártara de Khutulun) diciendo de ella que era "tan bien formada en todas sus extremidades, y tan alta y fuerte, que casi podría ser tomada por una gigante. Era muy hermosa pero también tan fuerte y valiente que en todo el reino de su padre no había hombre que pudiera superarla en hazañas de fuerza". Cuentan que una de las cosas que solía hacer antes de una batalla era cabalgar cerca de las líneas enemigas y a la menor ocasión caía sobre algún soldado enemigo "como un halcón salta sobre un pájaro" y se lo llevaba a su padre. Pero además de ser una excepcional guerrera, Khutulun era también una experta en estrategia y táctica militar. Su padre la tenía cerca siempre y solía consultar con ella cada vez que emprendía alguna de sus campañas.

La actriz surcoreana Claudia Kim interpreta a Khutulun en la serie Marco Polo (2014-2016)

Llegó un momento en el que Kaidu decidió que era hora de casar a Khutulun. La joven ya había sobrepasado la edad en la que las jóvenes mongolas solían contraer matrimonio, y empezaban a circular rumores, extendidos por los enemigos de Kadui, que cuestionaban la sexualidad de la princesa o insinuaban una relación incestuosa entre padre e hija. A Khutulun nunca le había interesado el matrimonio (aunque según el historiador persa Rashid-al-Din Hamadani había estado enamorada de Ghazan, kan mongol de Persia, quien no la correspondió), pero aceptó la voluntad de su padre. Eso si, con una condición: no estaba dispuesta a casarse si no era con un hombre que fuera capaz de derrotarla en un combate de bökh. Además cada aspirante debía aportar una fianza de cien caballos; si vencía a Khutulun, se casaba con ella, pero si perdía, ella se quedaba con los caballos. Muchos fueron los que probaron suerte pero ninguno fue capaz de derrotarla, con lo que Khutulun acabó reuniendo una fabulosa manada de diez mil caballos.

Cuentan que en una ocasión un príncipe extranjero ofreció no cien, sino mil caballos, por tener la ocasión de optar a la mano de Khutulun. Kaidu estaba encantado con el joven: rico, apuesto, miembro de una poderosa familia, le parecía un magnífico yerno, y sugirió a su hija que se dejara ganar. Pero ella derrotó al aspirante como a los otros, y el príncipe, tras entregar los mil caballos, regresó a su patria humillado y avergonzado.

Al final, visto que no había manera de encontrar a un aspirante que derrotara a Khutulun, Kaidu tuvo que recurrir a un matrimonio concertado. El elegido fue un hombre llamado Abtakul, del que apenas se sabe nada. Según algunas crónicas, era un asesino al que Kublai Khan había enviado para matar a Kaidu, pero que tras ser descubierto y apresado había impresionado a este por su valentía. Según otras, era miembro del clan Choros, aliado de Kaidu. En cualquier caso, el hecho de que no se le vuelva a mencionar indica que tuvo un papel secundario y no se inmiscuyó en asuntos de gobierno ni impidió a Khutulun hacer su voluntad... lo que probablemente era lo que ella buscaba desde un principio.

La ópera Turandot, de Giacomo Puccini, se basa en un relato del orientalista francés François Pétis de la Croix, quien al parecer se habría inspirado en la figura de Khutulun

Kaidu murió en 1301, durante una campaña contra Timur Kan, nieto y sucesor de Kublai (muerto siete años antes). Sin duda, le habría gustado nombrar a Khutulun como heredera, pero se encontró con la oposición frontal de sus parientes varones, incluidos sus hijos. Además a Khutulun nunca le interesó demasiado el gobierno; era en el campo de batalla donde se encontraba a gusto. Tras la muerte de Kadui, el entonces kan de Chatagai, Duwa, se alió con el primogénito de Kadui, Chapar, para hacerse con el poder. Khutulun no los apoyó; tomó partido por otro de sus hermanos, Orus, que probablemente habría sido el elegido por su padre. Duwa y Chapar juzgaron conveniente hacer las paces con Timur y reconocer su autoridad. Sin embargo en 1306 Duwa traicionó a Chapar obligándolo a renunciar y apropiándose de su territorio. Duwa falleció al año siguiente, pero sus herederos (sus hijos Könchek, Kebek, Esen Buqa I, Eljigidey y Duwa Timur serían también kanes de Chatagai) mantuvieron el control del kanato y apartaron definitivamente a los hijos de Kadui del poder.

En cuanto a Khutulun, falleció en 1306, cuando contaba unos 45 años, dicen que en circunstancias no del todo claras. No obstante, su enorme popularidad la había convertido en una figura mítica de la historia del pueblo mongol. Su memoria aún pervive y se celebra en el Naadam, un festival tradicional mongol en el que se disputan los llamados "tres juegos de hombres" (bökh, carreras de caballos y tiro con arco).