Verba volant, scripta manent

jueves, 6 de febrero de 2014

La masacre de Peterloo


Terminadas las guerras napoleónicas, en el Reino Unido se vivía una época de gran agitación social. Mientras una minoría de privilegiados controlaba la riqueza y la política, la gran masa del pueblo llano sufría hambrunas, escasez, desempleo, carencia de derechos (sólo los varones adultos con un cierto nivel económico, menos del dos por ciento de la población, tenían derecho al voto) y libertades... Una situación agravada por medidas como las Corn Laws, unas leyes proteccionistas aprobadas en 1815 que impedían la importación de cereales del extranjero, más baratos, para proteger los precios del grano inglés. Mientras las clases altas hacían oídos sordos comenzaron a surgir más y más voces exigiendo profundos cambios sociales, económicos y políticos. Unas ideas inspiradas, irónicamente, por los dos más recientes enemigos de los británicos: las colonias norteamericanas y su Constitución de 1776, y los franceses y su Revolución de 1792. Y cuando estas peticiones fueron también ignoradas, empezó a generarse una corriente contestataria y radical que cristalizaría en la creación de los primeros sindicatos, asociaciones de trabajadores y organizaciones pro-reforma, algo que preocupó de verdad a terratenientes y grandes propietarios, que procuraron sofocar todo intento de reivindicación.
El 16 de agosto de 1819, una de aquellas sociedades reformistas, la Unión Patriótica de Manchester, organizó una gran manifestación pública en favor de la reforma electoral con una serie de discursos, cuyo momento álgido iba a ser el discurso de Henry Hunt, un popular orador radical cuyo programa incluía el sufragio universal, la renovación anual del Parlamento y la "presión popular" no violenta como medio para lograr dichos fines. A dicha reunión, celebrada en las afueras de Manchester, en una explanada llamada St. Peter's Field, acudieron entre 60000 y 80000 personas, en su mayor parte obreros de las numerosas fábricas textiles de la ciudad, acompañados por sus familias, pero muchos también procedentes de localidades cercanas como Oldham, Crompton, Stockport o Royton. La concentración tenía un carácter pacífico y festivo; el propio Hunt había pedido que la gente acudiese sin más armas que la suficiente consciencia.
Henry Hunt (1773-1835)
Cuando Hunt apareció en la asamblea y comenzó su discurso sobre la reforma electoral, fue recibido con una atronadora ovación por los asistentes. Algo que al parecer enfureció a un grupo de magistrados y prohombres que vigilaban el transcurso de la concentración desde una casa cercana. Uno de ellos era William Hulton, máxima autoridad de los magistrados de Lancashire y Cheshire, con fama de severo e implacable. Hulton escribió inmediatamente dos cartas que fueron enviadas por sendos mensajeros a Thomas Trafford, oficial al mando del Regimiento de Caballería de Manchester y Salford, y al teniente coronel Guy L'Estrange, máxima autoridad militar de Manchester. En ambas notas solicitaba el envío de tropas para disolver la concentración y arrestar a Hunt y al resto de oradores.
El Regimiento de Caballería de Manchester y Salford era una milicia de voluntarios cuya organización había sido autorizada por el gobierno inglés a petición de un grupo de destacados miembros de la alta sociedad de la región, temerosos de que se produjera un levantamiento popular. Estaba formado por civiles, en su mayor parte jóvenes de ideología conservadora y pertenecientes a las familias más pudientes y poderosas de la ciudad, y el propio Trafford era un importante terrateniente.
Cuando Trafford recibió la carta del juez Hulton, dio inmediatamente a sus hombres la orden de montar y dirigirse al galope hacia St. Peter's Field, sable en mano. Uno de los jinetes, algo rezagado, arrolló a una mujer que llevaba en brazos a su hijo de dos años. El niño, llamado William Fildes, murió en el acto; fue la primera víctima de aquel aciago día.
El escuadrón, formado por unos sesenta hombres (muchos de ellos borrachos) llegó a los límites de St. Peter's Field al mando del capitán Hugh Hornby Birley, que era también propietario de una fábrica textil. Una vez allí, los magistrados le ordenaron arrestar a los oradores y disolver la concentración. Era la 1:40 de la tarde.
Birley y sus hombres avanzaron entre la multitud abriéndose paso sin miramientos, hasta llegar a la tarima desde donde se pronunciaban los discursos. Su llegada fue recibida con abucheos, protestas y alguna que otra pedrada. Llegados al lugar, arrestaron a Hunt y a los que lo acompañaban, entre ellos un periodista del The Times llamado John Tyas. Esto acabó de exacerbar los ánimos de los asistentes, que empezaron a arrojar piedras y ladrillos contra los milicianos, quienes, enfurecidos, respondieron cargando contra el gentío con sus sables.
En ese momento (sobre la 1:50), llegaba al lugar L'Estrange, al frente de un pelotón de jinetes del 15º Regimiento de Húsares, al que Hulton ordenó cargar para disolver a la multitud. Los húsares, formados en línea, cargaron desde el este contra la muchedumbre, mientras la Caballería de Manchester cargaba desde el sur, atacando sin miramientos con sus sables, provocando el pánico y convirtiendo el lugar en una ratonera de donde la gente huía despavorida. Una situación agravada porque la principal ruta de huida, Peter Street, estaba bloqueada por un batallón del 88º Regimiento de Infantería con las bayonetas caladas. Pese a los intentos de algunos oficiales de los húsares por refrenar a la milicia, totalmente fuera de control, cuando diez minutos después la mayoría de los asistentes se hubo dispersado, quedaban sobre el ensangrentado campo once cadáveres y varios centenares de heridos. Los enfrentamientos entre grupos de exaltados y soldados se sucedieron por toda la ciudad hasta el día siguiente, e incluso hubo disturbios en otras localidades como Stockport, Macclesfield y Oldham.
El número exacto de víctimas es difícil de calcular, pero las cifras mas repetidas hablan de 15 muertos (entre los caídos en el campo y los que murieron posteriormente a consecuencia de sus heridas) y entre 500 y 700 heridos de distinta consideración, la mayoría por heridas de sable o pisoteados por los caballos. Cuatro de los muertos y más de 150 de los heridos eran mujeres. Hay que decir que muchos de los heridos prefirieron no acudir a los hospitales, por temor a las represalias de las autoridades.
La masacre causó espanto en toda Gran Bretaña. La gente quedó horrorizada por la brutal acción de la caballería y la mayoría de los periódicos criticaron con dureza la actuación del ejército. Incluso a raiz de aquel suceso se fundaron periódicos, como el The Manchester Guardian, inspirados por tamaña barbaridad. Fue James Wroe, editor del Manchester Observer (uno de los impulsores de la concentración), el primero en referirse en una editorial a la masacre como "Peterloo"; una sarcástica referencia a la gloriosa batalla de Waterloo, comparándola con la bajeza injustificable de cargar contra personas desarmadas e indefensas (también porque uno de los muertos, John Lees, era un antiguo soldado que había luchado a las órdenes de Wellington en Waterloo). Aquel hecho se convirtió en un icono de los movimientos que clamaban por la reforma social y electoral.
La reacción del gobierno británico, dominado por los conservadores, fue, sin embargo, la opuesta. No sólo no se castigó a los culpables, sino que utilizó el caso como una excusa para aprobar nuevas leyes contra el radicalismo y los "movimientos sediciosos, radicales y contestatarios". Estas leyes, conocidas como las Six Acts, restringían drásticamente la libertad de prensa y daban amplios poderes a magistrados y agentes de la ley para actuar severamente contra aquellos que pudieran ser considerados sediciosos.
Los diez arrestados por los discursos de St. Peter's Field fueron juzgados en marzo de 1820, acusados de sedición. Cinco de ellos fueron declarados culpables y condenados a diversas penas de cárcel: Henry Hunt, a treinta meses de cárcel; John Knight (empresario y conocido reformista), a dos años; y Joseph Johnson (uno de los organizadores), Samuel Bamford (un reputado escritor reformista) y Joseph Healey (farmacéutico), a un año cada uno. Incluso James Wroe fue condenado a un año de cárcel por ser autor de una "publicación sediciosa"; y el Manchester Observer acabó teniendo que dejar de publicarse en febrero de 1820 tras sufrir varias denuncias y registros por parte de la policía.
Cuatro miembros del Regimiento de Manchester fueron llevados a juicio en abril de 1822: el capitán Birley, el capitán Wittington y los soldados Meagher y Oliver. El tribunal consideró su actuación como "justificada" y los cuatro fueron absueltos.

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