Bartolomé de Rajoy y Losada (1690-1772) |
El verano gallego de 1768 resultó anormalmente lluvioso. Las continuas lluvias, contra las que nada pudieron las rogativas y la salida en procesión de la imagen del mismísimo Apóstol Santiago, ordenada por el cabildo de la catedral compostelana, resultaron devastadoras para el agro gallego. Las cosechas de cereales, base de la agricultura gallega, se pudrieron masivamente, causando una terrible escasez. Cultivos alternativos, como la patata, estaban todavía poco extendidos: la mayoría de las tierras cultivables eran propiedad del clero y la nobleza, los cuales solían cobrar en especie toda o parte de sus rentas. Y solían exigir que se cultivasen cereales, despreciando a la patata como comida para cerdos.
La escasez multiplicó el precio del grano: el ferrado de maíz se disparó en unos meses de costar 5 reales de vellón a costar 25; el trigo pasó de 8 a 43 reales el ferrado; y el centeno, de 25 a 50 reales la fanega. El hambre hizo su aparición a gran escala, y a ella no tardaron en seguirla las enfermedades, provocando una mortalidad sin precedentes. Miles de campesinos hambrientos abandonaron sus casas rumbo a Castilla, Portugal o a las principales ciudades y villas gallegas. Especialmente grave fue el caso de Santiago, donde miles de personas, privadas de todo recurso, se agolpaban en sus calles implorando la caridad de los compostelanos. Sólo en el Hospital Real ingresan 4300 enfermos, de los que mueren 1500. En las ocho parroquias en las que estaba dividida la ciudad, se pasa de los 240-280 fallecimientos anuales habituales a 1785 sólo en 1769, 6000 contando todo el distrito de Santiago. No hay una cifra fiable de los muertos que la espantosa hambruna y las consiguientes epidemias provocaron en toda Galicia; pero numerosas aldeas y pueblos quedaron despoblados o diezmados por las muertes y la emigración.
Para tratar de paliar los efectos de la escasez, se tomaron de inmediato medidas, tanto públicas como privadas, para tratar de abastecer de nuevo de grano a los que carecían de alimento. Por un lado, Carlos III decretó la libre circulación de grano en las siete provincias gallegas, autorizó a los municipios a utilizar sus fondos para acopiar harinas y declaró exento de alcabalas y cientos al cereal extranjero que llegara a puerto. También se creó un fondo de 2'5 millones de reales, a cargo de la hacienda real, para comprar cereal en Francia y venderlo en Galicia a precio de coste, para asegurar el suministro de grano. Comerciantes gallegos como Marcos Pan o Jerónimo Hijosa también fletan cargamentos de cereal francés. Pero si una figura se distinguió en auxiliar a los afectados por el hambre fue Bartolomé de Rajoy y Losada, arzobispo de Santiago, hombre famoso por su generosidad con los más necesitados y por sus numerosas obras en la ciudad y en su localidad natal de Pontedeume: iglesias, hospitales, hospicios, casas de acogida y el célebre Pazo de Rajoy (actual sede de la presidencia de la Xunta de Galicia). Cercano ya de los ochenta años, afrontó con decisión y coraje la catastrófica situación. El arzobispo envió a Francia al racionero Domingo Pérez Correa, con 8000 doblones (600000 reales) para adquirir maíz y centeno. Entre septiembre de 1768 y julio de 1769, Pérez Correa fletó 18 barcos cargados con más de 1885 toneladas de cereal, que habían costado 1'19 millones de reales y que servirían para paliar la espantosa hambruna.
La cosecha del año siguiente ya fue relativamente normal y permitió ahuyentar el espectro del hambre, pero los efectos de la hambruna en el bienio 1768-1769 se prolongaron durante años y quedaron profundamente arraigados en la memoria popular como la más terrible época de necesidad que se recordaba en mucho tiempo.
Fuente: Fernando Salgado, El bienio del hambre: 1768-69. La Voz de Galicia, 6/11/2011
Uno piensa que las rogativas piden el favor del cielo para que llueva, y aquí vemos hoy el ejemplo de que también para lo contrario se hacían. Que sirvieran o no es otro caso.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo mismo sirven para un roto que para un descosido. Por intentarlo, que no quede.
EliminarUn saludo.