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Ursus americanus |
El 14 de octubre de 1962, un avión espía norteamericano U-2 fotografiaba en territorio cubano una serie de estructuras que luego resultarían ser instalaciones de lanzamiento de misiles nucleares. Los soviéticos, en el marco de la llamada Operación Anádir, habían llevado en secreto a Cuba misiles, plataformas de lanzamiento, ojivas nucleares, bombarderos Ilyushin Il-28 con capacidad para transportar armas nucleares y cerca de 50000 hombres de distintas unidades. Los norteamericanos consideraron la presencia de armas nucleares soviéticas a apenas 200 kilómetros de la costa de Florida como una provocación intolerable, y el 22 de octubre el presidente Kennedy se dirigió al pueblo norteamericano en un mensaje televisado en el que anunciaba el establecimiento de un bloqueo naval y aéreo de la isla hasta que los misiles fueran desmantelados y retirados. Durante varios angustiosos días el mundo estuvo más cerca que nunca de una guerra nuclear mientras norteamericanos y soviéticos negociaban sin querer dar su brazo a torcer, hasta que en la madrugada del día 28 llegaban a un acuerdo: los soviéticos aceptaban retirar todo su armamento nuclear de Cuba (no así el convencional) y a cambio los estadounidenses se abstenían de invadir la isla y retiraban sus misiles nucleares de Turquía (algo que se mantuvo en secreto hasta que se llevó a cabo, seis meses después).
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Base aérea de Duluth (c. 1955) |
En aquellas fechas todo el ejército norteamericano estuvo en estado de máxima alerta, en previsión de un posible ataque; fue una de las dos ocasiones (la otra fue al comienzo de la Operación Tormenta del Desierto, en la primera Guerra del Golfo) en las que se decretó el estado de DEFCON 2, el inmediatamente anterior anterior a una guerra masiva. Alrededor de medianoche del día 25 de octubre, un centinela de la base de Duluth (Minnesota) avistó una figura que en la oscuridad trataba de trepar la valla que rodeaba la base. Podía ser cualquier cosa, pero el soldado, asustado y temeroso ante el clima de confrontación existente, creyó de inmediato que se trataba de un saboteador comunista que trataba de infiltrarse en la base; así que, sin pensárselo dos veces, abrió fuego contra él (sin alcanzarle) y activó la alarma de sabotaje. La alarma se transmitió de inmediato a las bases cercanas, entre ellas la base aérea de Volk Field, en Wisconsin. Pero en Volk Field el sistema falló; la alarma que se disparó allí no fue la de sabotaje, sino la que anunciaba un ataque soviético. De inmediato, los pilotos que estaban de guardia en la base se dispusieron a despegar con sus aviones Convair F-106A, con la misión predeterminada de dirigirse hacia el Ártico al encuentro de los bombarderos nucleares soviéticos que se aproximasen por esa ruta a los EEUU. Ninguno puso en duda la veracidad de la alarma; sus superiores les habían dejado claro que durante esos días no habría ejercicios, simulacros ni maniobras: si la alarma sonaba, sólo podía ser un ataque soviético.
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Convair F-106A Delta Dart |
Cuando los pilotos habían subido ya a sus aviones y se dirigían hacia la pista de despegue, vieron venir hacia ellos a toda velocidad a uno de los camiones de la base haciéndoles señales con los faros (por su pequeño tamaño, Volk Field carecía de torre de control). Tras una serie de frenéticas llamadas cruzadas entre la comandancia de la base, Duluth y sus superiores, habían podido confirmar que se trataba de un error y en el último momento conseguían impedir el despegue.
El suceso fue silenciado por las autoridades militares y se convirtió en una especie de leyenda urbana que se contaba de vez en cuando entre los militares de las bases implicadas. En unas versiones se decía que la misteriosa figura que dio lugar al incidente era un soldado que volvía borracho de un permiso y no quería ser descubierto; otras decían que había sido todo la imaginación del centinela. No fue hasta principios de los noventa cuando el ejército desclasificó el informe sobre el incidente y se supo quién era el responsable: ni más ni menos que un oso negro (
Ursus americanus) que seguramente se había acercado hasta las instalaciones de la base buscando comida.
Y aunque la anécdota pueda parecer cómica, no dejó de suponer un riesgo considerable. De haber detectado el súbito despegue de un escuadrón de aviones de combate rumbo al Ártico, los soviéticos podrían haber interpretado que se trataba del primer paso para un ataque y haber tomado a su vez medidas, generándose una reacción en cadena que habría desembocado en una guerra. Y aunque no hubiese sido así, aquella noche había numerosos aviones en los cielos cercanos a la base, incluidos varios bombarderos B-52 Stratofortress con armamento nuclear que formaban parte de la Operación Chrome Dome (bombarderos con armamento nuclear permanentemente en vuelo, para reaccionar de manera inmediata si se producía un ataque). Un piloto nervioso podría haberlos confundido con aviones enemigos y haberlos atacado, con catastróficas consecuencias.
Un incidente que refleja el nerviosismo desatado en aquellos dias. No es el primer incidente de esta clase sobre el que he elido algo, hubo varios, por diferentes motivos, que nos llevaron cerca del desastre. Comandantes de destructores norteamericanos comportándose como cowboys con submarinos rusos, equipos de alerta soviéticos que confunden la salida del sol con un lanzamiento de misionales, etc.
ResponderEliminarHemos estado muy, muy cerca.
Un abrazo.
Resulta curioso ver cuántas veces estuvo el mundo al borde del abismo durante aquella época. Y casi siempre, por errores humanos o accidentes fortuitos.
EliminarUn abrazo, Rodericus.