Verba volant, scripta manent

domingo, 1 de abril de 2018

El Hombre Elefante

Joseph Carey Merrick (1862-1890)

Joseph Carey Merrick nació en Leicester el 5 de agosto de 1862, hijo de un humilde matrimonio formado por Joseph Rockley Merrick, un cochero, y su esposa Mary Jane, una antigua sirvienta. El pequeño Joseph fué un bebé sano y perfectamente normal al nacer, pero a los 18 meses comenzó a desarrollar los primeros síntomas de la enfermedad que habría de deformar su cuerpo, condicionando toda su existencia. A los cuatro o cinco años ya presentaba parches de piel rugosa y endurecida (parecida a la del elefante), abultamientos y desarrollo anormal en los tejidos de cráneo y extremidades, especialmente en su brazo derecho, que acabó por adquirir un tamaño desproporcionado.

El origen de las deformidades de Merrick ha sido atribuido a lo largo de los años a diversas causas. El propio Merrick lo atribuía a un susto que un elefante de un circo dio a su madre cuando estaba embarazada de él. Los médicos lo han atribuido en distintas épocas a enfermedades como la filariasis (provocada por un gusano parásito de origen tropical) o la neurofibromatosis, y en la actualidad hay un consenso general a la hora de considerar el de Merrick como el caso más extremo conocido del llamado síndrome de Proteus, una enfermedad de origen genético que provoca el crecimiento anómalo de distintos tejidos. ninguno de sus dos hermanos menores, William (muerto de escarlatina a los 4 años) y Marion (fallecida a causa de una mielitis a los 24) mostró nunca síntomas parecidos a los de Joseph.

En sus difíciles primeros años, cuando su mal provocaba la curiosidad o el rechazo de los extraños, Joseph contó siempre con el cariño y el apoyo incondicionales de su madre, que cuidaba siempre de él y le animó a seguir acudiendo a la escuela. Pero en 1873, cuando el pequeño apenas contaba 10 años, Mary Jane Merrick falleció a causa de una bronconeumonía ("La mayor tristeza de mi vida", diría años más tarde). Privado de su principal apoyo y de la persona que más cariño le había dado, la vida de Joseph empeoró sensiblemente. Su padre (que había abierto una mercería en torno a 1870) no tardó en volver a casarse, con una mujer también viuda y con hijos. Su nueva familia nunca escondió el profundo desprecio que sentía hacia Joseph, al que su madrastra acusaba de ser una carga para la familia. Finalmente, su padre lo sacó de la escuela a los trece años y lo puso a trabajar en una fábrica de tabaco, donde permaneció dos años, hasta que sus problemas físicos le imposibilitaron seguir liando cigarrillos y fue despedido. Entonces, su padre le consiguió una licencia de vendedor ambulante y lo puso a vender artículos de su mercería en un carrito por las calles de Leicester, pero con escaso éxito: su aspecto físico ahuyentaba a los posibles clientes. Como apenas conseguía dinero, al volver a casa solía ser maltratado, física y verbalmente, por sus padres y hermanastros, lo que le llevó a escaparse en varias ocasiones, aunque siempre volvía porque su padre salía a buscarlo y le prometía tratarlo mejor; algo que jamás cumplió.

Finalmente, cuando contaba quince años, tras sufrir una nueva paliza a manos de su padre, Joseph se escapó de casa. Tras vivir en la calle algunos días, fue acogido por su tío Charles Merrick, dueño de una modesta barbería, que desaprobaba profundamente el trato que su hermano había dado a su sobrino (las relaciones entre ambos se enfriaron notablemente desde aquel momento). Según reconocería más tarde Joseph, su tío Charles y su esposa fueron los únicos miembros de su familia, además de su madre, que lo trataron con cariño y respeto. Vivió con ellos dos años, tratando de ganarse la vida como vendedor, hasta que en 1879 perdió su licencia, a causa de una queja de los demás vendedores ambulantes de la ciudad, que opinaban que daba "mala imagen" al gremio. Sin trabajo, y estando su tía embarazada, Joseph consideró que era una carga demasiado pesada para sus tíos, y deseando dejar de serlo, pese a la oposición de su tío, ingresó en una workhouse.

Las workhouses eran instituciones públicas en las que los vagabundos y otras personas incapaces de mantenerse eran alojadas y alimentadas a cambio de su trabajo. Sin embargo, las condiciones allí eran tan duras, que pasadas doce semanas se marchó voluntariamente para tratar de encontrar empleo. Pero tras dos días de búsqueda infructuosa, se dio cuenta de que nadie lo contrataría con su aspecto, así que tuvo que regresar a la workhouse, donde permanecería cuatro años. Durante ese tiempo, le operaron para extirparle una protuberancia carnosa en forma de trompa que tenía sobre el labio superior, y que le dificultaba poder hablar y comer.

En 1884, Merrick decidió que la única vía para poder dejar la workhouse era exhibirse en los espectáculos de curiosidades, aunque a él no le gustaba demasiado la idea. Escribió a un promotor de Leicester llamado Sam Torr ofreciendo sus servicios. Torr aceptó la propuesta y comenzó a exhibir a Merrick como "El Hombre Elefante, Mitad Hombre Mitad Elefante" en Leicester, Nottingham y alrededores, antes de llevarlo a Londres para la temporada de invierno. En Londres Merrick pasó a depender de Tom Norman, un promotor especializado en espectáculos de fenómenos y curiosidades, y aunque en un principio Norman temió que el aspecto de Merrick fuera demasiado espeluznante para tener éxito, comenzó a exhibirlo en una trastienda en Whitechapel Road.

Pese a que la exhibición de Merrick pudiera considerarse algo denigrante, él no guardaba malos recuerdos de esa época. Se ganaba la vida (el espectáculo era razonablemente exitoso, y también la venta de un panfleto titulado La autobiografía de Joseph Carey Merrick, que contaba su vida a grandes rasgos), incluso pudo ahorrar algo de dinero, pudo viajar por Inglaterra (aunque para evitar alborotos, salía poco, y cuando lo hacía iba disfrazado con una máscara y una amplia capa que ocultaba su figura) e incluso hizo amistad con otros "fenómenos" como él, gente acostumbrada a vivir al margen de la sociedad a los que no importaba especialmente el aspecto de Joseph.

Sir Frederick Treves (1853-1923)
Fue durante su estancia en Londres cuando por primera vez tuvo contacto con el doctor Frederick Treves. Treves era un eminente cirujano, experto en anatomía, y autor de la primera apendicectomía de la historia de la medicina. Además era un estudioso de todo lo relativo a las deformidades corporales, y por aquel entonces ejercía su profesión en el London Hospital, situado a escasa distancia del local donde Merrick era exhibido. Treves supo de él a través de un colega y acudió de inmediato a ver a Merrick, quedando hondamente impresionado. Sus hábiles ojos de cirujano descubrieron de inmediato la cicatriz de la operación que había sufrido en el rostro, y deseoso de examinar más de cerca a Merrick, entregó una tarjeta suya a Norman para que fuera a su hospital, donde lo llevarían a su presencia sin hacer preguntas.

Merrick acudió al hospital en varias ocasiones, venciendo su natural timidez, y Treves lo examinó a conciencia, tomando medidas de sus miembros e inspeccionando las numerosas tumoraciones que presentaba por todo su cuerpo. Durante ese tiempo Merrick, tímido y un tanto cohibido por el lugar donde se encontraba, apenas dijo nada, y Treves creyó erróneamente que tenía un cierto retraso mental. Merrick fue fotografiado e incluso presentado en un encuentro de la Sociedad Patológica de Londres, y eventualmente dejó de acudir a sus encuentros con Treves, ya que, según dijo a Norman, se sentía "como un animal en un mercado de ganado". Antes de separarse, Treves le dio su tarjeta de visita, por si más adelante lo necesitaba.

El Hombre Elefante continuó con su exhibición hasta la primavera de 1885, en la que la policía londinense la clausuró. Los espectáculos como el de Merrick ya no eran apreciados como antes, cada vez más gente se mostraba opuesta a ellos, y además los espectadores que esperaban su turno para verlo provocaban molestias a los transeúntes. Merrick pasó entonces a formar parte de la feria ambulante de Sam Roper, que sin embargo empezó a tener los mismos problemas. Ante el descenso del interés del público y la cada vez mayor presión de las autoridades, Roper traspasó el contrato de Merrick a un promotor de origen italiano apellidado Ferrari, quien pretendía exhibirlo por Europa. Merrick y Ferrari partieron hacia el continente en junio de 1886.

Pero en la Europa continental se encontraron con los mismos problemas. El espectáculo de Merrick, considerado de muy mal gusto, apenas atrajo espectadores, y jueces y policías vigilaban las actuaciones de Joseph, que a menudo eran cerradas al poco de comenzar. Finalmente, ante el nulo beneficio que obtenía, Ferrari se dio a la fuga, y no solo no pagó a Merrick lo que le había prometido, sino que además huyó llevándose los escasos ahorros (unas 50 libras) de éste, que Joseph, confiado, le había entregado para que se las guardase, como había hecho anteriormente con sus jefes británicos.

Abandonado en un país extraño, sin conocer el idioma, sin recursos y sin nadie a quien recurrir, Merrick se las arregló para vender algunos de sus objetos personales y reunir dinero suficiente para pagarse un billete en ferry de vuelta a Gran Bretaña. En Ostende no encontró a nadie que lo admitiera, así que tuvo que viajar a Amberes, donde un capitán aceptó llevarle, a condición de que viajara escondido en la cubierta y sin relacionarse con el resto del pasaje (el viaje se hizo de noche, con unas temperaturas bajísimas, lo que hizo que Merrick contrajera una bronquitis). Desembarcó en el puerto de Harwich y de allí tomó un tren a Londres, llegando a la estación de Liverpool Street el 24 de junio de 1886.

Sin dinero y sin nadie a quien acudir, Merrick pensó que su única opción era regresar a Leicester y entrar de nuevo en la workhouse, una opción que detestaba pero a la que no veía alternativa. Sin embargo, en la estación su aspecto llamaba mucho la atención y no tardó en formarse a su alrededor un círculo de curiosos a su alrededor. Merrick, tímido por naturaleza, se vio incapaz de alejarse de toda esa atención hasta que un policía acudió en su ayuda, dispersó a los mirones y lo condujo a una sala de espera. Merrick, todavía alterado y con dificultades para hacerse entender, recordó que todavía llevaba encima la tarjeta del doctor Treves, y se la entregó al policía, quien dio aviso al médico. Treves supo de inmediato de quién se trataba y acudió a la estación, se hizo cargo de Merrick y lo ingresó en el London Hospital, alojándolo en una de sus habitaciones.

El esqueleto del Hombre Elefante
Con Merrick bajo sus cuidados Treves pudo examinarlo de manera más cuidadosa. Descubrió que en los dos años que habían pasado desde su anterior encuentro la salud de Merrick se había deteriorado. La cojera que sufría (fruto de los daños en una cadera causados por una caída cuando era niño) se había agravado, su estado general era peor y además Treves sospechaba que sufría algún tipo de enfermedad cardíaca. Treves, además, descubrió con sorpresa que Merrick no era retrasado, como había pensado, sino que al contrario, era un hombre inteligente y educado, amable y bondadoso, un hombre que a pesar de todo lo que había sufrido a lo largo de su vida no albergaba ira ni resentimiento. Entre ambos acabó por surgir una buena amistad. Pero quedaba pendiente el asunto del alojamiento de Merrick. El London Hospital no trataba casos crónicos como el suyo, y aunque el director del hospital, Francis Carr Gromm, había apoyado a Treves en su decisión de acoger a Merrick, éste no podía quedarse de manera indefinida sin costear sus cuidados. Ningún otro asilo u hospital quiso hacerse cargo de él, y Merrick llegó a sugerir que lo enviaran a un asilo para ciegos o a un faro.

Finalmente, a Gromm se le ocurrió enviar una carta a The Times contando el caso de Merrick y solicitando donaciones para poder seguir ocupándose de él. La respuesta a la carta, publicada en 4 de diciembre de 1886, fue entusiasta, y el hospital recibió un gran número de donaciones que permitirían a Merrick seguir residiendo el resto de su vida allí. Se acondicionó para él un pequeño alojamiento de dos habitaciones en el sótano, donde era visitado con frecuencia por Treves, con el que mantenía largas charlas. Entretenía su tiempo construyendo maquetas de cartón, fabricando cestos (tenía una gran habilidad para ello, aun cuando solo podía utilizar una mano), leyendo (era un lector compulsivo, especialmente de novelas románticas, su género favorito) y escribiendo (su mano izquierda estaba libre de tumores, lo que le permitía escribir y tener cierta autonomía). Mantenía correspondencia con varias personas, entre ellas la célebre actriz Madge Kendall, a la que nunca llegó a conocer en persona, pero que tras saber de su caso se había mostrado muy activa organizando recogidas de donaciones para él. Merrick solía terminar sus misivas con un poema, adaptación de otro titulado "Falsa Grandeza" del sacerdote de la iglesia congregacional Isaac Watts, que decía así:

Es cierto que mi forma es muy extraña
Pero culparme a mi es culpar a Dios
Si pudiera crearme de nuevo a mi mismo
No fallaría en complacerte

Si pudiera alcanzar de polo a polo
O abarcar el océano con mi mano
Sería medido por mi alma
La mente es la medida del hombre

También se hizo frecuente que Merrick recibiera visitas, mayormente de personas de la alta sociedad que se interesaban por su caso, y que generalmente quedaban gratamente impresionadas por su cortesía y amabilidad. Una de las visitas que recibió fue la de Alejandra de Dinamarca, princesa de Gales, quien pidió verle durante una visita al hospital y que dejó a Merrick hondamente impresionado.

Joseph Merrick pasó sus últimos cuatro años de vida en aquel hospital. Pasaba la mayor parte del tiempo en sus habitaciones, aunque por la noche le gustaba salir a un pequeño patio adyacente. De vez en cuando tenía la ocasión de salir. Una vez Kendall y Treves arreglaron que pudiera asistir a una representación teatral navideña, oculto en un palco privado, que le encantó hasta el punto de que se pasó semanas hablando de ella. En varias ocasiones pudo pasar algún tiempo en el campo, merced a la generosidad de la baronesa Knightley, en cuya casa de campo se alojó.

Pero la salud de Merrick siguió deteriorándose. Sus tumores seguían creciendo y él se mostraba cada vez más agotado. Pasaba la mayor parte del tiempo descansando, y cada vez requería de mayores cuidados, hasta que la mañana del 11 de abril de 1890 fue hallado muerto en su cama. Tenía 27 años y la causa de su muerte se determinó como asfixia o bien desnucamiento, debido al enorme peso de su cabeza. Hacía muchos años que Merrick no podía dormir acostado, por el riesgo de que sus deformidades oprimieran su tráquea y le asfixiaran; tenía que hacerlo sentado, y en una determinada postura. Se consideró que, o bien se había quedado dormido estando acostado, o bien que el peso de su cabeza había hecho que se inclinara repentinamente y se habría desnucado.

La gorra con capucha que Merrick utilizaba
Tras su muerte, su amigo el doctor Treves preparó y montó su esqueleto, que todavía se conserva en la colección de patología del hospital. También conservó muestras de tejidos del cuerpo, que podrían haber ayudado a identificar su enfermedad, pero lamentablemente resultaron destruidos durante un  bombardeo en la Segunda Guerra Mundial. El esqueleto no se expone al público, pero en el museo del hospital todavía se conservan algunos objetos suyos: cartas, objetos personales, maquetas de cartón hechas por él e incluso la gorra con la que se cubría para ocultar su aspecto.  En 1923 Treves publicó un libro de memorias, El Hombre Elefante y otros recuerdos, hablando de Merrick y de su relación con él, aunque contenía algunas inexactitudes con respecto a su vida.

7 comentarios:

  1. Fascinante la historia de Joseph Merrick, existe una película con Antony Hopkins que trata sobre su vida. Saludos Iakob!

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    1. Un excelente filme, muy recomendable, aunque cambia algunos aspectos de la historia real.

      Un saludo.

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  2. Un deleite el poder leer este post, soy un ferviente seguidor de este blog desde hace tiempo y aunque con el paso del mismo ya no actualizas más seguido como antes. Comprendo el hecho de que tienes otras actividades en tu vida diaria y por eso te agradezco enormemente el que no dejes atras una página tan maravillosa como esta, he llegado a entrar todos los días solo para ver si ya hay un post nuevo. Gracias por lo que haces, por el tiempo que dedicas a cada historia.
    Saludos desde Monterrey.

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    1. Ante todo, debo agradecerte tus hermosas palabras. Me siento muy honrado de que hayas tomado tanto interés en este modesto blog. Cuando comencé hace unos años nunca creí que alcanzaría esta duración ni este número de entradas (750 ya). Gracias de corazón, a ti y a todos los que gastan unos minutos de su tiempo leyendo alguna de las historias que publico.

      Como habrán notado los que siguen con asiduidad mis publicaciones, desde hace algún tiempo estas se han vuelto menos frecuentes. Hace unos meses cambié de empleo; mi nuevo trabajo me deja menos tiempo libre y por eso no puedo publicar entradas al mismo ritmo que antes. Sin embargo, no voy a dejar abandonado el blog. Seguiré escribiendo, en la medida de mis posibilidades, así que no os preocupéis si tardo algo más en hacerlo.

      Un saludo a todos.

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  3. Yo también vi la película hace años.
    Un drama de vida y un relato este, fenomenal.
    Saludos.

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  4. Inspiradora historia conmueve sus sufrimientos y nos acerca al ser necesitado de amor comsideracion y necesitado de la presencia del Dios Todopoderoso al que entrego su vida

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