Verba volant, scripta manent

domingo, 15 de marzo de 2020

Me voy al Oeste, ¿quién se viene conmigo?



La noche del 12 al 13 de agosto de 1961 las autoridades de la RDA construían el que se haría pronto célebre Muro de Berlín, que separaba la parte de Berlín perteneciente a la República Federal Alemana, de la parte que funcionaba como capital de la República Democrática Alemana. La construcción del muro, decidida apenas unas horas antes por el Consejo de Ministros de la RDA, trataba de detener la continua marcha de ciudadanos germano orientales hacia Occidente a través de la frontera berlinesa (el resto de las fronteras entre las dos Alemanias se habían cerrado en 1952). Desde ese momento, y durante las casi tres décadas que estuvo en pie, el Muro fue testigo de numerosos intentos de fuga de personas que trataban de huir del régimen comunista. Unas 5000 personas huyeron de esta manera, y cerca de 200 murieron abatidas por los disparos de los guardias. Algunas de estas fugas fueron enormemente sofisticadas, preparadas durante meses o años... pero la fuga de la que voy a hablar no es de esas. Es la fuga de Wolfgang Engels.

Wolfgang Engels nació en 1943 en Düsseldorf, donde vivió sus primeros años, pero siendo todavía un niño su madre, miembro del Partido Comunista, se trasladó con él a Berlín Oriental, donde volvería a casarse. Wolfgang creció bajo un régimen comunista, educado para ser un miembro leal al régimen, pero conforme fue creciendo fueron aumentando en él las dudas y la visión crítica hacia el sistema del que formaba parte. Varios hechos contribuyeron a cambiar su punto de vista. Para empezar, la propia construcción del Muro, en la que el propio Engels participó tras ser alistado por las autoridades, y con la que se sentía profundamente en desacuerdo; o las conversaciones con algunos compañeros de trabajo con ideas críticas hacia el gobierno comunista. Pero el verdadero punto de inflexión para Engels sucedió apenas unas semanas antes de su fuga. Él y dos amigos suyos habían salido una noche a dar una vuelta por la ciudad y acabaron cerca del muro, buscando un café donde se iba a celebrar un concierto; pero mientras paseaban se toparon con una patrulla militar, cuyos miembros, no satisfechos con las explicaciones de los jóvenes, decidieron arrestarlos acusándolos de Republikflucht, intento de fuga a Alemania Occidental. Una grave acusación que podía haberles costado hasta dos años de cárcel. Esto indignó a los jóvenes, quienes tras mucho discutir y hacer notar a sus captores que no iban vestidos para una fuga sino para una noche de fiesta lograron ser puestos en libertad.

Wolfgang Engels (2014)
A Wolfgang le indignó aquella arbitrariedad de la que había sido víctima. Pero le impactó incluso más que, cuando regresó a su casa, su madre, comunista convencida (y que además, sin que su hijo lo sospechara, trabajaba como administrativa para el Staatssicherheitsdienst, el temible servicio de inteligencia de la RDA, conocido comúnmente como Stasi), justificara la actuación de los soldados y la manera en la que habían tratado a su hijo y a sus amigos. Como el propio Engels diría más tarde "Aquello fue lo que me conmocionó, que una persona pudiera aceptar tan firmemente la idea de que "el Partido siempre tiene razón", así que me dije a mi mismo que aprovecharía la primera oportunidad de salir de aquí".

Por aquel entonces Engels trabajaba como conductor civil para el ejército de Alemania Oriental, sirviendo de chófer para oficiales y dignatarios. Se llevaba muy bien con los soldados encargados de conducir vehículos militares, tales como blindados o camiones de transporte, hasta el punto de que les dejaba llevarse el coche que conducía cuando tenían tiempo libre y les apetecía dar una vuelta por Berlín. En agradecimiento, sus nuevos amigos le enseñaron a conducir los vehículos militares, algo que a la postre le sería muy útil para su huida.

El plan de Wolfgang Engels no era lo que se dice demasiado sutil: pretendía apropiarse de alguno de los vehículos blindados, conducirlo hasta el muro y una vez allí embestirlo a la mayor velocidad posible para abrirse paso hasta el sector occidental de la ciudad. Engels creyó llegada su oportunidad el 16 de abril de 1963, mientras buena parte de los soldados acantonados en Berlín y sus proximidades se preparaban para el gran desfile del 1 de mayo. Ese día, aprovechando la hora del almuerzo, el joven se apropió de un vehículo blindado SPW-152 (la versión alemana del blindado soviético de seis ruedas BTR-152) y se dirigió al muro.
SPW-152
En una ciudad habituada a la presencia militar, el vehículo conducido por Engels apenas llamaba la atención. Sin mayores problemas recorrió el Karl-Marx-Allee y cruzó el río Spree hacia el distrito de Treptow. Wolfgang iba tan eufórico, tanto, que incluso se permitió el lujo de detenerse junto a varios jóvenes que holgazaneaban en una de las calles por las que pasó y gritarles "Me largo de aquí al Oeste, ¿quién se viene conmigo?". Aunque ninguno de ellos aceptó el ofrecimiento; el fracaso en un intento de fuga suponía en el mejor de los casos la cárcel, y en el peor acabar acribillado por los guardias. Así que Wolfgang siguió su camino hasta llegar a las cercanías del muro. Su llegada no llamó la atención; el oficial al mano de la guardia diría más tarde que creía que se trataba de refuerzos para la vigilancia de la frontera.

No tenía demasiado espacio para tomar impulso, apenas 100 metros, pero pisó el acelerador a fondo y embistió con las nueve toneladas de peso del blindado contra el muro a toda la velocidad de la que fue capaz. Por aquel entonces el muro no era tan impenetrable como llegaría a ser en años posteriores; era poco más que un muro de bloques de hormigón reforzado por barreras de hormigón y alambre de espino. Aún así, el impacto del SPW-152 no fue suficiente para atravesarlo por completo. Consiguió derribar el muro, pero solo lo atravesó parcialmente. Rápidamente, Engels salió del vehículo y trepó sobre los restos del muro, pero quedó enganchado en el alambre de espino. Uno de los guardias del muro estaba a apenas unos metros y le apuntó con su Kalashnikov; Engels le pidió que no disparara, pero el guardia abrió fuego de todas maneras.


La bala alcanzó a Engels en la espalda mientras trataba de volver al interior del vehículo y salió por su pecho, aunque tuvo la suerte de que no alcanzara órganos vitales. Un segundo disparo del guardia impactó en los restos del muro y fragmentos de la bala alcanzaron a Engels en una mano. Su intento de fuga podía haber acabado de muy mala manera si no hubiera recibido ayuda desde el lado occidental. Primero, un oficial de la Policía de Berlín Occidental, que vigilaba el muro desde una plataforma, abrió fuego contra los guardias del otro lado (el hecho de que el primer guardia hubiera disparado en dirección al lado occidental le facultaba para ello), obligándolos a ponerse a cubierto y salvando a Engels de más disparos. Y luego, un grupo de parroquianos (alguno en un avanzado estado de embriaguez) de un bar cercano, dirigidos por el propietario del local, se acercaron rápidamente al muro y formaron una cadena humana que logró liberar a Engels del alambre de espino y llevándolo en volandas hasta el bar, donde lo acomodaron sobre la barra. Cuando Engels recobró la consciencia y vio las estanterías repletas de botellas de licor de marcas occidentales, supo que había logrado su objetivo y pidió que le sirvieran una copa.


Engels permanecería durante tres semanas en un hospital, recuperándose de sus heridas, y posteriormente se marcharía a vivir a Düsseldorf, donde sería acogido por su familia. Mientras, su madre lamentó su "traición" en un comunicado público. Wolfgang intentó ponerse en contacto con ella y con su padrastro en numerosas ocasiones, sin éxito. Sus cartas nunca tuvieron respuesta (la Stasi las interceptaba) y sus llamadas telefónicas terminaban abruptamente. No volverían a verse hasta 1990, cuando el Muro había caído y los cargos contra aquellos que habían huido a Occidente fueron oficialmente anulados. Fue un encuentro emotivo; su madre se alegró de verlo, pero nunca hablaron del espinoso tema de su fuga. "Simplemente, nunca hablamos de lo que había ocurrido".

Engels trabajó durante algún tiempo en un hotel en Gran Bretaña, y luego regresó a Alemania, donde fue profesor en un colegio y bombero. Se casó, tuvo una hija y tres nietos, y tras su jubilación se dedicó a trabajar como voluntario en una organización dedicada a preservar la memoria del Holocausto. Después de la caída del muro averiguó no solo que su madre había trabajado para la Stasi, sino que su nombre figuraba, junto al de otros ciudadanos de Alemania Oriental huidos a Occidente, en una lista de objetivos redactada en la década de 1980 que el gobierno germanooriental planeaba secuestrar para llevar de vuelta y juzgar por deserción.

"No tengo remordimientos" diría años más tarde. "Fue duro al principio, pero he tenido una buena vida aquí".

2 comentarios:

  1. Una historia apasionante, como siempre. Gracias por compartirlas, sobre todo en estos días de incertidumbre.

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    1. Gracias a todos los que sacáis tiempo para leer mi blog. Un saludo.

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