Verba volant, scripta manent

lunes, 7 de septiembre de 2020

Ota Benga

Ota Benga (1883?-1916)

En 1904 se celebró en la ciudad norteamericana de San Luis la Exposición Universal. Entre los distintos eventos programados como parte de la Exposición se incluyó la celebración de los III Juegos Olímpicos de la era moderna, y como parte de ellos se celebraron los llamados Anthropology Days, una mezcla de exhibición y competición (al margen de la competición oficial) en los que tomaron parte miembros de distintas etnias procedentes de África, Asia y América. Un espectáculo de tintes racistas que suscitó numerosas críticas (el propio barón Pierre de Coubertin, presidente del Comité Olímpico Internacional, los calificó de "mascarada ultrajante") y entre cuyos participantes había un joven pigmeo llamado Ota Benga.

Ota Benga era miembro de la tribu mbuti y solía vivir en los bosques cercanos al rio Kasai, en territorio de lo que entonces era el Congo Belga. Había perdido a toda su familia en un ataque de la Force Publique (el ejército organizado por los belgas para controlar sus dominios, responsable de un sinnúmero de atrocidades contra la población nativa) y posteriormente había caído en manos de tratantes de esclavos de la etnia bashilele. En 1904 tenía en torno a veinte años cuando su camino se cruzó con el de Samuel Phillips Verner, un explorador y comerciante contratado por los organizadores de la Exposición para llevar a San Luis a varios pigmeos con el objeto de ser exhibidos allí. Verner compró a Benga a los tratantes de esclavos a cambio de un saco de sal y un rollo de tela, aunque más tarde afirmaría haberlo salvado de los caníbales.

Ota Benga (segundo por la izquierda) junto a otros miembros de la tribu mbuti
Verner regresó a EEUU llevando a Benga y a otros ocho pigmeos a los que había comprado o engañado para que lo acompañaran. Su aparición en San luis tuvo gran éxito y atrajo inmediatamente la atención del público, hasta el punto de que en alguna ocasión tuvieron que intervenir las fuerzas de seguridad para controlar las grandes masas de visitantes que intentaban verlos. Una vez terminada la Exposición, los demás pigmeos fueron enviados de vuelta a África. no así Benga, que permaneció bajo la "custodia" de Verner. Durante un tiempo vivió en el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, mientras Verner trataba de conseguir un empleo en el Museo, pero con el tiempo se volvió más nostálgico de su hogar y empezó a dar problemas, así que Verner se lo llevó a un nuevo destino: el zoológico del Bronx.

El director del zoológico, William Hornaday,admitió en un principio a Benga como un trabajador más; ayudaba a alimentar a los animales y a limpiar y arreglar los recintos. No obstante, cuando Hornaday se dio cuenta del interés que el pigmeo despertaba entre los visitantes, pensó que podía sacar mayor beneficio de su presencia. Benga solía pasar parte de su tiempo libre en la Casa de los Monos, a menudo acompañando a un orangután llamado Dohong, que había demostrado una gran inteligencia y con el que se había encariñado. Hornaday le sugirió a Benga que pasase más tiempo en el recinto de los monos, que colocase allí la hamaca donde dormía, incluso que practicase allí con su arco... Finalmente, el 8 de septiembre de 1906 se anunció oficialmente la presencia de Benga como una nueva atracción del zoo, exhibido en la Casa de los Monos y con un cartel que rezaba: "Pigmeo africano "Ota Benga". 23 años de edad. Altura 4 pies y 11 pulgadas. Peso 103 libras. Traído desde el rio Kasai, Estado Libre del Congo, Sur del África Central, por el Dr. Samuel Phillips Verner. Exhibido todas las tardes durante septiembre".


La exhibición fue un éxito rotundo; en septiembre de 1906 el zoológico del Bronx tuvo el doble de visitantes que el septiembre del año anterior. No obstante, también hubo numerosas críticas. Hornaday consideraba que la exhibición de Benga era un espectáculo educativo y de carácter científico; en eso estuvo apoyado por Madison Grant, uno de los padres del llamado racismo científico y la eugenesia. Pero las críticas no hicieron sino aumentar. Especialmente combativa se mostró la iglesia baptista afroamericana, encabezada por el reverendo James H. Gordon, que condenó el lamentable espectáculo por exhibir a alguien de su raza con los monos (y también por fomentar el darwinismo, que Gordon consideraba "una teoría anticristiana"). Hornaday decidió que Benga dejase el recinto de los monos y pudiera volver a moverse por todo el recinto del zoo, pero ante el continuo acoso de los visitantes, el pigmeo empezó a mostrarse violento. Finalmente, hacia el final de septiembre, Hornaday dio su brazo a torcer y "liberó" a Benga, permitiéndole quedar bajo la custodia de Gordon. El zoológico del Bronx no emitiría una disculpa oficial por su trato a Benga hasta julio de 2020.


El reverendo Gordon lo instaló primero en un orfanato para niños de color, y posteriormente, a principios de 1910, dado que el interés de la prensa y la opinión pública continuaba, lo envió a Lynchburg (Virginia), donde fue acogido por una familia, creyendo que así disfrutaría de una mayor tranquilidad. Gordon y sus colaboradores trataron de hacer que Benga se adaptase a la vida en EEUU: le dieron ropas occidentales, le consiguieron tratamiento dental (los dientes de Benga, siguiendo las tradiciones de su tribu, habían sido afilados cuando era un niño, y eran uno de los detalles que más llamaban la atención de él) y le inscribieron en una escuela elemental, aunque en cuanto mejoró su dominio del inglés dejó las clases y consiguió trabajo en una fábrica de tabaco. Parecía estar adaptado, era apreciado por sus compañeros de trabajo, que le llamaban "Bingo", hizo amigos, y también le gustaba entretener a los niños de su vecindario contándoles historias de la selva, e incluso les enseñó a pescar con lanza.

No obstante, la nostalgia acabó por hacer mella en él. El deseo de regresar a África se hizo cada vez más fuerte y empezó a planear el retorno. Pero el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 restringió enormemente el tráfico marítimo en el Atlántico. Atrapado en un mundo que le resultaba ajeno, sin posibilidad de salir de él, acabó por perder la esperanza. El 20 de marzo de 1916 se arrancó las coronas artificiales de sus dientes, devolviendo a su dentadura su aspecto original, encendió un fuego ceremonial y se disparó en el corazón con una pistola que había pedido prestada. Tenía al morir 32 o 33 años y fue enterrado en la sección para afroamericanos del Old City Cemetery de Lynchburg, bajo una lápida sin nombre. Posteriormente se perdió la pista a sus restos; tradicionalmente se decía que habían sido trasladados al White Rock Hill Cemetery, otro camposanto que luego acabaría desapareciendo.

4 comentarios:

  1. HERMOSA HISTORIA, AUNQUE LLENA DE TRISTEZA.

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  2. Una patética historia, en especial, su cohabitación con los monos, que podría pensarse increíble ya en el siglo XX, aunque fuera en los inicios del siglo; pero sabiendo que aun en los años 30, se rodó Freaks, una exhibición de seres deformes, de gran éxito, aunque con polémica, nada debe extrañarnos sobre la falta de respeto a la dignidad humana. Y aún hoy, tengo la impresión de que somos capaces de cometer iniquidades vergonzosas.
    Un saludo.

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    1. Los "zoos humanos", la exhibición de personas de otras razas casi como si fueran animales exóticos, fue algo muy común hasta tiempos sorprendentemente cercanos. Y lo peor es que era promocionado como un espectáculo "científico" y "educativo".

      Saludos.

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