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miércoles, 25 de diciembre de 2024

Frases con historia: Roma no paga traidores

Monumento a Viriato en Viseu (Portugal)

A día de hoy es muy poco lo que sabemos sobre el caudillo lusitano Viriato (del céltico viria, "torque"). Solo los escasos datos que aparecen en las obras de historiadores romanos como Apiano, Diodoro de Sicilia o Tito Livio. Desconocemos cuando o donde nació (se han propuesto lugares como el territorio entre los cursos altos del Guadiana y el Guadalquivir o la portuguesa Serra da Estrela), o a que se dedicaba antes de levantarse contra los romanos (la versión más repetida es que era pastor). 

En el año 151 a. C. el gobernador de la Hispania Ulterior, Servio Sulpicio Galba, convocó a los lusitanos, que le habían causado muchos problemas y derrotado en varias ocasiones, prometiéndoles tierras fértiles en las que instalarse si cesaban las hostilidades y juraban lealtad a Roma. Más de treinta mil lusitanos, según las fuentes, acudieron a su llamada, pero Galba, tras exigirles que entregaran sus armas, lanzó contra ellos a sus soldados, que mataron a más de nueve mil lusitanos y capturaron a otros muchos, que fueron luego vendidos como esclavos. Más tarde el Senado llevó a juicio a Galba por esta acción y, aunque acabó absuelto, se aprobó una ley que ordenaba rescatar a los lusitanos esclavizados. Solo un puñado pudo escapar de la trampa de Galba, entre los cuales estaría Viriato, que a raíz de ello se puso al frente de los guerreros lusitanos y le declaró la guerra a los romanos.

En los siguientes años los lusitanos bajo el mando de Viriato hicieron la vida imposible a los romanos, logrando grandes victorias como la derrota de un ejército al mando del pretor Cayo Vetilio, donde murieron 4000 romanos, incluyendo a Vetilio, o el ataque a la ciudad prorromana de Segóbriga. Sabiendo la superioridad romana en combates en campo abierto, Viriato se decantó por una hábil estrategia de guerrillas tremendamente incómoda para los romanos. Los guerreros de Viriato emboscaban patrullas, atacaban posiciones aisladas, robaban víveres, en golpes rápidos y certeros, y luego se dispersaban y huían aprovechando su mejor conocimiento del terreno, haciendo casi imposible para los romanos perseguirlos. Pese a que le ofrecieron en varias ocasiones llegar a un acuerdo de paz, Viriato rechazó todas sus ofertas: después de la traición de Galba, desconfiaba de los romanos.

En el 143 a. C. llegó a Hispania un gran ejército al mando del cónsul Quinto Fabio Máximo Serviliano, pero él tampoco pudo derrotar a Viriato, e incluso sufrió una severa derrota mientras asediaba la ciudad de Erisana. Así que en el 140 a. C. Serviliano ofreció a Viriato un acuerdo de paz, refrendado luego por el Senado, en virtud del cual Roma reconocía a los lusitanos como dueños de las tierras que controlaban y a Viriato como su líder y "amigo del pueblo romano". El caudillo lusitano seguía sin fiarse de los romanos, pero después de años de combates los lusitanos ansiaban la paz.

Pero ese acuerdo fue visto con desagrado por un grupo de militares y políticos romanos, que lo consideraban una capitulación vergonzosa, y que consiguieron que el Senado se retractara y autorizara el reinicio de las hostilidades. Serviliano fue sustituido por su hermano Quinto Servilio Cepión, quien condujo su ejército en persecución de Viriato, tratando de atraparlo con la ayuda del ejército de Marco Popilio Lenas, gobernador de la Hispania Citerior. Viriato aceptó negociar un nuevo acuerdo de paz, pero las condiciones de los romanos le parecieron inaceptables y se retiró.

En el 139 a. C. Viriato quiso de nuevo llegar a un acuerdo con Cepión, enviando a su campamento como negociadores a tres de sus aliados turdetanos, Audax, Ditalco y Minuro. Y fue durante estas negociaciones donde surgió la idea de asesinar a Viriato a cambio de una gran suma de dinero. No se sabe si la propuesta surgió de Cepión, que ya había demostrado no tener demasiados escrúpulos, o de los turdetanos, pero lo cierto es que a su regreso los tres negociadores asesinaron a Viriato apuñalándolo mientras dormía. Pero cuando se presentaron en el campamento romano a reclamar su recompensa, Cepión se negó a pagarles; y habría sido entonces cuando pronunció la célebre frase Roma traditoribus non praemiat, "Roma no paga traidores".

¿Dijo de verdad Cepión esta frase? Lo cierto es que no está nada claro. Los historiadores que recogen el suceso no la mencionan, y no aparece citada hasta bastante después. Es probable que se trate de una cita apócrifa, un añadido posterior con el que los romanos trataban de justificar a Cepión; una especie de "lavado de cara" para dejar claro que Roma nunca habría aceptado algo tan deshonroso e indigno como librarse de un enemigo pagando a sus propios hombres para asesinarlo, aun cuando en este caso hubiera sido probablemente instigado por el propio general romano.

Tras la muerte de Viriato los lusitanos eligieron como su sucesor a un caudillo llamado Táutalo. Este trató de conquistar la ciudad de Sagunto, pero fue rechazado y tuvo que retirarse. Finalmente, aceptó negociar con los romanos, acordando rendir a su ejército y cesar las hostilidades a cambio de tierras donde los lusitanos pudieran asentarse.

En cuanto a Audax, Ditalco y Minuro, su destino no está claro. Varios historiadores afirman que fueron ejecutados por los propios romanos, aunque otros como Apiano cuentan que al final recibieron una recompensa (aunque no todo lo que les habían prometido) y fueron enviados a Roma.





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