Verba volant, scripta manent

viernes, 28 de diciembre de 2012

El gran bulo de la Luna


    La Luna y sus maravillas (incluídos sus hombres murciélago)


El martes 25 de agosto de 1835 el periódico neoyorquino New York Sun publicaba la primera de una serie de artículos que causaron sensación en la opinión pública. Nada menos que una crónica detallada sobre la Luna y sus habitantes...
La historia que el Sun contaba era, más o menos la siguiente: el prestigioso astrónomo inglés sir John Herschel (hijo de sir William Herschel, el descubridor de Urano) se había desplazado a finales de 1833 a Sudáfrica para llevar a cabo una serie de observaciones del tránsito de Mercurio frente al Sol. Para ello, Herschel disponía del telescopio más grande y moderno del  mundo, construído cerca de Ciudad del Cabo y financiado por la familia real inglesa. No entraba en sus planes observar la Luna, pero "accidentalmente" había apuntado hacia allí el telescopio... y se quedó fascinado con lo que allí veía. Inmediatamente, elaboró un detallado informe que entregó a su ayudante, el doctor Andrew Grant, con la misión de hacérselo llegar a la Royal Society en Londres. Pero Grant había hecho llegar una copia al Edimburgh Journal of Science, del que el Sun había obtenido a su vez la información. Una auténtica sucesión de maravillas.
Porque lo que los artículos del Sun describían era un mundo lleno de paisajes y seres extraordinarios. En la Luna había océanos con playas de suave arena blanca, espesos bosques, extensas praderas cubiertas de flores rojas, colinas de piedras preciosas... Y toda una fauna fantástica de bisontes, ciervos, monstruos anfibios de forma esférica (¡), castores bípedos que construían chozas y conocían el fuego (¡¡¡) e incluso... ¡unicornios azules!
Pero lo que más sorprendió a los lectores del Sun era la existencia de una civilización de hombres-murciélago. Estos Vespertilia-homo, como los llamaba Herschel, parecían ser una especie de costumbres pacíficas e inocentes, y notablemente inteligente. Habían sido capaces de construir lo que parecía ser un gran templo con columnas de zafiro y techos de oro.
El Sun publicó en total seis artículos, el último de los cuales se publicó el lunes 31. En él el doctor Grant anunciaba que no se publicarían nuevas informaciones sobre los habitantes de la Luna hasta que el doctor Herschel publicara en un libro su informe completo. Además, desgraciadamente, no habría más observaciones por el momento... ¡ya que el telescopio, en un descuido, había quedado orientado hacia el Este, de modo que, al salir el Sol, sus rayos, concentrados por las lentes, habían destruído el telescopio e incendiado el observatorio donde se encontraba!
Lo cierto es que las "crónicas lunares" causaron sensación en Nueva York. La tirada del Sun pasó de 8000 a 20000 ejemplares diarios, superando al mismísimo The Times londinense, que "sólo" alcanzaba 17000. La gente estaba asombrada por aquella noticia y demandaba impaciente más información. Los periódicos rivales del Sun estaban divididos: algunos recibieron la noticia con escepticismo o denunciaron desde el principio su falsedad, pero otros la aceptaron y hubo alguno que quiso incluso aprovecharse y reimprimió por su cuenta los artículos del Sun. Claro que a nadie pareció extrañarle que desde Europa, donde teóricamente se había dado a conocer también la historia, no llegaran noticias sobre ella...
Se tardó semanas en comprobar que todo había sido un engaño. Lo único cierto era que Herschel estaba en Sudáfrica. De hecho llevaba allí varios años, pero no para observar Mercurio, sino para observar y clasificar las estrellas y constelaciones australes y así completar el catálogo de objetos celestes iniciado por su padre. El tal doctor Grant no existía, y el Edimburgh Journal of Science, que supuestamente también había publicado la historia... había dejado de publicarse varios años antes. Aún así, hubo gente que no acabó de creerse que todo fuera falso. Cuando a Herschel le informaron de todo, cuentan que se echó a reir de buena gana, pero acabaría más que harto del asunto, porque durante años siguió recibiendo cartas de personas que le pedían detalles de sus supuestas observaciones. Como dato curioso, unos de los primeros en contactar con él fueron un grupo de clérigos que le pedían consejo acerca de cómo ponerse en contacto con los habitantes de la Luna y predicarles el Evangelio a distancia.
El Sun jamás reconoció que se tratase de un engaño. Sólo publicó una ambigua nota unos días después de terminada la serie de artículos, pero sin admitir nada concreto. Edgar Allan Poe se inspiró en la historia para escribir un relato, The Balloon-Hoax, que, curiosamente, publicó el Sun el 13 de abril de 1844.
Y a todo esto, ¿quién escribió realmente los famosos artículos lunares? Richard Adams Locke, un escritor y periodista británico que vivía en EEUU desde hacía tres años y por aquel entonces trabajaba para el Sun. El propio Locke habría admitido su autoría a otro periodista durante una borrachera. Se apunta (aunque no hay pruebas sólidas) que pudo haber tenido ayuda de los astrónomos franceses Jean-Nicolas Nicollet y Nicolas de la Caille, y del editor Lewis Gaylord Clark. En una entrevista datada en 1840, Locke admitía su autoría y apunta a que su motivación era hacer una sátira sobre la influencia de la religión sobre la ciencia.
Hoy en día, se considera a esta narración como el primer caso de "fenómeno mediático" de la historia del periodismo. Quien quiera conocer el caso con mucho más detalle, que mire en http://www.museumofhoaxes.com/hoax/archive/permalink/the_great_moon_hoax

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