Verba volant, scripta manent

miércoles, 10 de septiembre de 2014

El Puerto del Hambre



En 1577 la reina Isabel I de Inglaterra, que no perdía ocasión de buscarle las cosquillas a España, encomendó al pirata Francis Drake una expedición contra las posesiones españolas de la costa del Pacífico. Al frente de cinco barcos y unos 160 hombres Drake partió hacia Sudamérica. Entre tormentas y peleas con los indios patagones sir Francis perdió cuatro de sus naves y con la última, el Pelican, cruzó el Estrecho de Magallanes hacia el Pacífico, donde tras atacar varios buques y puertos españoles, subió hasta las costas de California para luego dirigirse al oeste y volver a Inglaterra tras doblar el cabo de Buena Esperanza. Ante los ataques ingleses, el virrey del Perú, Francisco Álvarez de Toledo, armó dos navíos a las órdenes de Pedro Sarmiento de Gamboa para acabar con Drake, sin éxito, ya que éste había dejado ya las costas peruanas.
En vista de lo ocurrido y temiendo un nuevo ataque, Álvarez de Toledo encargó a Sarmiento que armara otras dos naves y con ellas explorara a conciencia el Estrecho de Magallanes, realizando cartas de navegación y mapas topográficos, buscara lugares donde establecer fortificaciones, tomara nota de la existencia de asentamientos en la zona y combatiera a los ingleses, si los encontraba.

Pedro Sarmiento de Gamboa (1530-1592)
Pedro Sarmiento de Gamboa era un sujeto peculiar y polifacético. Soldado, marino, cartógrafo, astrónomo, explorador, escritor, historiador, científico, con una insaciable curiosidad, había nacido en torno a 1530 en Alcalá de Henares y se crió en Pontevedra, ciudad natal de su padre Bartolomé. Tras ser soldado llegó en 1555 a México, donde vivió un par de años hasta que fue hecho azotar y desterrado en 1557 a causa de una parodia de un auto de fe que había incomodado a la Inquisición. Se instaló en Perú, donde profundizó en sus conocimientos de náutica, geografía y astronomía, además de interesarse vivamente por la cultura inca, de la que llegó a ser uno de los mayores conocedores. Lamentablemente, esta sed de conocimientos le volvería a causar problemas con la iglesia: dos veces fue acusado de brujería (decían de él que practicaba la magia negra y que poseía un talismán "para tratar con mujeres y tener gracia con ellas") y una tercera de nigromante, por lo que fue condenado al destierro de nuevo en 1565; pena luego conmutada para que formara parte de la expedición que, en 1567, mandada por Álvaro de Mendaña, descubrió las islas Salomón y Vanuatu (de las que los españoles creían que estaban llenas de oro). Posteriormente, por encargo del virrey, que lo había nombrado cosmógrafo general de los reinos del Perú, escribiría la Historia Índica, una extensa obra en tres partes sobre el imperio inca, su historia y su conquista por los españoles.

Historia Índica
Las dos naves, la Nuestra Señora de la Esperanza y la San Francisco, partieron el 11 de octubre de 1579 del puerto de El Callao. Mientras que la San Francisco volvió a Perú a finales de enero de 1780, tras una tormenta, Sarmiento continuó su misión a bordo del Nuestra Señora hasta febrero, en que salió al Atlántico y puso rumbo a España, donde propuso a Felipe II construir fortificaciones a lo largo del Estrecho para asegurarse el control de tan estratégico paso. El rey dio su visto bueno y se organizó una expedición, bajo el mando de Diego Flores de Valdés, formada por 23 barcos y 2500 hombres, en la que también iban Pedro Sarmiento (nombrado gobernador y capitán general del Estrecho) y Alonso de Sotomayor (recién nombrado gobernador de Chile) con su séquito.
La expedición estuvo gafada desde un principio. Partió de Sanlúcar de Barrameda el 25 de septiembre de 1581, pero un temporal hundió cinco buques y les obligó a volver a Cádiz a reparar varios más que habían resultado averiados. La flota, reducida a 16 barcos, volvió a zarpar en diciembre. Enfermedades y deserciones les hicieron perder 150 hombres durante el viaje, y otros 200 mientras esperaban fondeados en Río de Janeiro a que las condiciones meteorológicas fueran propicias. El 2 de noviembre de 1582 zarparon rumbo al sur, haciendo escala en Buenos Aires, donde Sotomayor y los suyos desembarcaron para continuar por tierra hacia Chile. Durante la travesía perdieron varias barcos más por culpa de las tormentas. Valdés, con cinco naves, trató de llegar al Estrecho, pero las tormentas le hicieron darse la vuelta y volver a Río de Janeiro, desde donde continuó de vuelta a España.
El abandono de Valdés no hizo desistir a Sarmiento. Se quedó en Río preparando un nuevo intento, que no pudo llevar a cabo hasta noviembre de 1583. Con cinco naves y 538 hombres se aventuró en el Estrecho y el 4 de febrero de 1584 tocaba tierra cerca del cabo Vírgenes (en la actual provincia argentina de Santa Cruz), reclamando aquellas tierras en nombre de la corona española, y el 11 de febrero fundó Nombre de Jesús, el primer asentamiento español en la Patagonia. Pero el mal tiempo, una vez más, hizo que cuatro de las naves tuvieran que dar media vuelta. Quedó así Sarmiento al frente de un único barco, el Santa María de Castro, y 338 hombres, entre colonos y sus familias, soldados, sacerdotes y marineros. Considerando que eran demasiados, dado la escasez de recursos del lugar, Sarmiento dejó en Nombre de Jesús a 180 de ellos y se dirigió al oeste con los restantes, la mayoría a pie y algunos en el barco bordeando la costa, recorriendo unos 200 kilómetros hacia el extremo oeste del Estrecho, donde el 25 de marzo fundó un nuevo asentamiento, la Ciudad del Rey Felipe, cerca de lo que hoy es la ciudad chilena de Punta Arenas.


Ambas colonias se hallaban en lugares tremendamente hostiles y desolados. Las cosechas apenas dieron fruto, y los únicos recursos de la zona eran algo de caza (sobre todo, aves), mariscos y frutos y raíces silvestres (en un pasaje, Sarmiento menciona cómo a los hambrientos colonos les disgustaba encontrar perlas en las ostras porque preferían la comida a las joyas). A la escasez de alimentos se sumó el clima adverso y la hostilidad de los indígenas con los que a veces se encontraban. Sabedor de que en esas condiciones no podrían resistir, Sarmiento embarcó en la Santa María y volvió a Brasil en busca de ayuda y víveres. En el puerto de Santos consiguió comida y suministros, pero el barco se hundió cuando trataba de volver a la Patagonia. Un nuevo barco que logró fletar en Bahía en enero de 1585 también zozobró antes de llegar a su destino. Sus marineros se negaron entonces a volver a embarcarse, con lo que Sarmiento no tuvo otro remedio que volver a España en busca de ayuda (ya en junio de 1586). Pero, de camino, cayó en manos de los piratas ingleses de la flota de sir Walter Raleigh, quienes lo condujeron a Inglaterra. Allí, según cuenta la leyenda, logró que la reina Isabel le dejara libre tras una larga y amena conversación en latín, con el encargo de entregar a Felipe II una carta. Lamentablemente, camino de España Sarmiento volvió a caer prisionero, esta vez de los hugonotes franceses, quienes lo mantuvieron tres años encerrado en el castillo de Mont de Marsan, hasta que Felipe II pagó su rescate a finales de 1589. Pese a que rogó al rey que enviara ayuda a las colonias del Estrecho, Felipe II no quiso saber nada del asunto, después de todo el tiempo pasado. Además, el control del Estrecho pronto dejó de ser una prioridad, al descubrirse un paso más accesible al sur, doblando el cabo de Hornos (que con el tiempo acabaría siendo conocido como Paso de Drake).
El destino de los colonos fue desconocido durante años. Se llegó incluso a extender el rumor de que habían llegado a la Ciudad de los Césares, una ciudad legendaria llena de riquezas que los españoles situaban en algún lugar al sur del imperio inca. La verdad era mucho más terrible y se sabe, curiosamente, gracias a los piratas ingleses. En enero de 1587 el corsario Thomas Cavendish paró en Ciudad del Rey Felipe a aprovisionarse de madera y agua, hallando a sólo 15 hombres y 3 mujeres. De aquellos supervivientes, sólo uno se embarcó con los ingleses, un tal Tomé Hernández. Los demás se quedaron en tierra, no se sabe si por desconfiar de los ingleses o porque éstos los abandonaron a su suerte, y no se volvió a saber nada de ellos. El relato de Hernández (que luego éste repetiría a las autoridades españolas tras huir de los ingleses) hablaba de cómo la escasez de alimentos, el frío, las enfermedades y las luchas con los indígenas habían ido reduciendo el número de colonos. La desesperación había llevado incluso a los habitantes de Nombre de Jesús a trasladarse hasta Ciudad del Rey Felipe en una penosa caminata que muchos no pudieron soportar, sólo para descubrir que la situación allí era igual de mala, viéndose obligados a volver.
Cavendish también paró en Nombre de Jesús, donde se hizo con algunas piezas de artillería y pudo ver los restos de los colonos. La historia de Hernández y la visión de la colonia desierta con numerosos cadáveres insepultos impresionó tanto al inglés ("murieron como perros en sus casas y así los encontramos a nuestra llegada") que rebautizó al asentamiento con el nombre de Port Famine, Puerto del Hambre. En 1590, otro barco inglés, The Delight, encontró cerca de Nombre de Jesús a un único superviviente, cuyo nombre se desconoce. Lamentablemente, el Delight naufragó cerca de Cherburgo y ninguno de los supervivientes era español. Hasta el 2003 no se sabría más de Nombre de Jesús; ese año, un equipo de arqueólogos argentinos localizaron y excavaron sus restos, incluidas las tumbas de varias personas con evidentes signos de desnutrición.


Pedro Sarmiento de Gamboa fue nombrado almirante y murió en 1592, cuando mandaba una flota en las costas portuguesas. Fue enterrado en Lisboa, pero la situación de su tumba es desconocida. Dejó una obra literaria abundante, documentada y minuciosa.

2 comentarios:

  1. Cuando me ha gustado su artículo de hoy, pues desconocía muchas de las cosas contadas. No me extraña que menguasen aquellas colonias, sometidas a una climatología muy dura y posiblemente también a las agresiones de los gigantes patagones, de triste final con los siglos.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Triste destino el de aquellos colonos abandonados a su suerte en aquel lugar inhóspito y salvaje. Como muchos otros, dejaron sus vidas buscando en América prosperidad y fortuna. Un saludo.

      Eliminar