A la independencia de México en 1821 la siguió un periodo de inestabilidad política, social y económica. Aún así, el recién nacido país era un nuevo y apetecible mercado para los comerciantes de las grandes potencias europeas. Fueron los franceses los que tomaron ventaja y comenzaron a asentarse en las principales ciudades mexicanas como comerciantes, industriales o artesanos. Los gobiernos de ambas naciones firmaron en 1827 las Declaraciones Provisionales, un tratado previo al establecimiento de relaciones entre los dos países. En 1830 Francia reconocía oficialmente la independencia mexicana y en 1831 y 1832 se firmaron sendos tratados comerciales que concedían a los franceses privilegios como nación preferente en sus tratos comerciales. Por aquel entonces, la colonia francesa en México era ya numerosa, próspera e influyente.
No obstante, la situación del país seguía siendo complicada, y los sucesivos gobiernos se vieron obligados a tomar medidas drásticas e impopulares: nuevos impuestos y tasas, "préstamos forzosos" y medidas para limitar los privilegios de los ciudadanos extranjeros. Estas decisiones sentaron muy mal a los comerciantes franceses, que, sintiéndose agraviados, elevaron sus quejas al embajador francés en México, el barón Antoine-Louis Deffaudis, quien a su vez las transmitió a principios de 1838 al presidente de México, Antonio Bustamante. Deffaudis exigía modificar dos artículos del tratado de 1827 para asegurar determinados privilegios para los súbditos franceses, además de una compensación de 600000 pesos para aquellos que se consideraban perjudicados por los disturbios sucedidos en el país o por la acción del gobierno mexicano. Entre los demandantes estaba un tal señor Remontel, dueño de una pastelería en Tacubaya, que reclamaba que tiempo atrás unos oficiales del ejército del general Antonio de Santa Anna se habían comido unos pasteles en su establecimiento y no sólo no los habían pagado, sino que habían causado ciertos destrozos en el local. Este detalle hizo que el posterior enfrentamiento pasase a ser conocido popularmente como la Guerra de los Pasteles.
El gobierno de Bustamante rechazó de plano las exigencias del embajador francés. Esta rotunda negativa, unida al fusilamiento de un francés en Tampico acusado de piratería, enfureció a Deffaudis, quien abandonó México rumbo a Francia. Volvió ya en marzo, pero no lo hizo solo, sino que llegó acompañado de una flota de buques de guerra al mando del almirante Bazoche. Desde uno de estos barcos, Deffaudis envió el 21 de marzo un ultimátum al gobierno mexicano exigiendo el pago de la indemnización pedida y las modificaciones en el acuerdo entre ambas naciones. Como los mexicanos se negaran a negociar mientras hubiese fuerzas navales extranjeras frente a sus costas, el 16 de abril Bazoche decretó el bloqueo de todos los puertos mexicanos del Golfo, empezando por el de Veracruz.
Fortaleza de San Juan de Ulúa, frente al puerto de Veracruz |
Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (1794-1876) |
Poco después de la firma del tratado, Santa Anna (cuya popularidad había vuelto a crecer debido a este incidente) sustituyó a Bustamante como presidente de México. El bloqueo francés no se levantaría completamente hasta el 7 de abril, y el rey francés Luis Felipe I de Orleans enviaría a un nuevo embajador en sustitución de Deffaudis, el barón Alleye de Ciprey, cuya actitud prepotente y pendenciera dejaría una larga ristra de incidentes de todo tipo durante los seis años que estuvo en el cargo.
Pese al conflicto, los franceses siguieron gozando de un destacado protagonismo en la vida comercial y cultural de México. No sería esta la última vez que Francia interviniese en los asuntos mexicanos; en 1862 las tropas francesas invadirían el país para imponer al año siguiente al infortunado Maximiliano de Habsburgo como emperador.
Si la historia de España en el XIX pensamos que es complicada, la de México no se queda atrás. Este episodio y los que seguirían, con las intervenciones extranjeras, la española incluida, son prueba.
ResponderEliminarMuchas gracias por esta entrada, y también por su comentario en el mío. Los buenos comentarios son el mejor premio para cualquier entrada.
Un saludo.
Me complace mucho que le haya gustado esta entrada. Gracias por pasarse por este modesto blog.
EliminarUn saludo.