Verba volant, scripta manent

martes, 12 de septiembre de 2017

El origen del conde de Montecristo



El conde de Montecristo es, junto a Los tres mosqueteros, la obra más popular de Alejandro Dumas padre, y una de las cumbres de la literatura del siglo XIX. La monumental novela, escrita en colaboración con Auguste Maquet (uno de los varios "negros" que el escritor tuvo a lo largo de su carrera), consta de 117 capítulos y se publicó por primera vez en el periódico Journal des Débats en 18 entregas entre agosto de 1844 y enero de 1846. La historia es bien conocida: Edmundo Dantés es un joven marino que, a causa de una denuncia anónima, es arrestado el mismo día de su boda y encarcelado de manera injusta en el terrible presidio de la isla de If durante catorce años. Tras fugarse y encontrar un tesoro oculto en la isla de Montecristo, regresa a Francia bajo la identidad del conde de Montecristo para vengarse de los responsables de su infortunio. Una historia que bebe de hechos reales: se inspira en un caso real sucedido en Francia a principios del siglo XIX.

El protagonista de aquel suceso se llamaba Pierre Picaud y era un humilde zapatero de la ciudad de Nîmes al cual le sonríe la fortuna en 1807 cuando se compromete con Marguerite Vigoroux, una mujer perteneciente a una destacada y adinerada familia de la ciudad. Pero como suele ocurrir, su buena fortuna le hizo ganar enemigos. En su caso, esta enemistad llevaba el nombre de Mathieu Loupian, un tabernero, viudo y con dos hijos, el cual había estado cortejando también a Marguerite. Llevado por sus irrefrenables celos, presentó una denuncia falsa contra Picaud, acusándolo de ser un espía al servicio de Inglaterra, una acusación muy grave en aquellos tiempos. Para reforzar su acusación, sobornó a dos sujetos apellidados Solari y Chaubard, clientes habituales de su taberna, para que declararan como testigos. Un tercer sujeto, apellidado Allut, estaba al tanto de la conspiración, pero se negó a tomar parte en ella, aunque tampoco hizo nada por impedirla. Loupian confió su denuncia a un comisario, también habitual de su taberna, el cual la hizo llegar a Anne Jean Marie René Savary, duque de Rovigo, general del ejército francés y hombre de confianza de Napoleón, que ordenó el arresto de Picaud el mismo día de su boda.

El infortunado Picaud pasará siete años recluido en la fortaleza piamontesa de Fenestrelle, sin saber de qué se le acusa hasta el segundo año. Durante su reclusión, Picaud se las arregló para cavar un pasadizo hasta la celda vecina, ocupada por un sacerdote italiano llamado padre Torri, encarcelado por motivos políticos. Entre ambos surge la amistad y, cuando poco después el padre Torri falleció, le nombró heredero de un tesoro de gran valor que había escondido antes de su arresto en el pilar de una iglesia de Milán. Picaud fue liberado en 1814, tras la caída de Napoleón, y viajó a Milán en busca del tesoro, que halló justo donde Torri le había dicho. A continuación, con un aspecto completamente distinto al que solía tener, envejecido por los años de encierro, y bajo el nombre falso de Joseph Lucher, regresó a Nîmes en busca de aquellos que se lo habían arrebatado todo.

Sus pesquisas no tardaron en llevarlo hasta Allut. Se presentó ante él fingiendo ser un abate italiano llamado Baldini y, tras sobornarlo entregándole un diamante de gran tamaño, consiguió que le revelara toda la conspiración tramada y ejecutada contra el zapatero Picaud. Así, se entera de que Loupian, el principal responsable de lo que le había sucedido, se había casado dos años después de su arresto con Marguerite, la que iba a ser su esposa. Ahora Loupian vive en París y es propietario de un lujoso café-restaurante en el Boulevard des Italiens, comprado con la dote de su esposa. Enfurecido, Picaud viaja hasta Paris en busca de venganza.

Lo primero que hace es conseguir empleo en el establecimiento de Loupian, para estar lo más cerca posible de su enemigo. Poco después, Chaubard, que también se había mudado a París, es hallado muerto en la Pont des Arts, apuñalado con una daga en la que figura la inscripción "Número Uno", pero Loupian no relaciona su muerte con Picaud. Entonces comienzan las desgracias para él. Su hija es seducida por un tal "príncipe Corlano", con el que se compromete; pero en la fiesta de compromiso se revela que el tal príncipe es en realidad un farsante, un antiguo criminal condenado a galeras. El escándalo supone una deshonra para la familia Loupian, y su hija, consternada, muere poco después. A continuación es el hijo de Loupian el que es arrestado, acusado de un robo de joyas, y es condenado a veinte años de trabajos forzados. Más tarde, el café de Loupian sufre un misterioso incendio que lo reduce a cenizas y deja al antiguo tabernero en la ruina.

El siguiente en caer es Solari, que muere envenenado. Alguien sin identificar dejaría luego sobre su ataúd una nota en la que está escrito "Número Dos". Y por fin, para culminar esta despiadada venganza, Picaud se encuentra con Loupian, revelándole su verdadera identidad antes de apuñalarlo hasta la muerte.

Una vez cumplida sobradamente su venganza, Picaud seguramente se habría ido de París de no haber entrado en escena de nuevo Allut. El antiguo encubridor de Loupian había reconocido a Picaud a pesar de su disfraz, y había permanecido atento a las sucesivas desgracias que habían ocurrido a los tres conspiradores, sabiendo perfectamente quién era el responsable. Y tras la muerte de Loupian, en parte por codicia, en parte por miedo a que Picaud también lo buscara a él, Allut actuó primero y secuestró a Picaud. Trató de extorsionarle, pero Picaud se negó a entregarle dinero alguno, y finalmente Allut lo asesinó y ocultó su cadáver. Luego, para evitar molestas investigaciones, huyó a Inglaterra.

París en llamas tras la Comuna (1871)
Los verdaderos sucesos ocultos tras todas estas muertes seguramente habría permanecido ocultos si en 1828 un agonizante Allut no hubiera pedido la presencia de un sacerdote francés estando en su lecho de muerte en Londres. A dicho sacerdote, un abate apellidado Madeleine, le contó la historia completa antes de morir. El sacerdote puso por escrito el relato de Allut y lo envió al prefecto de la policía parisina, el cual lo depositó en los archivos del cuerpo. Allí habría sido hallado por el archivero y escritor Jacques Peuchet, el cual en 1838 dio a conocer el caso como un capítulo de sus Mémoires tirés des Archives de la Police de Paris, y de ahí obtuvo Dumas su inspiración para su novela. El libro de Peuchet es la única fuente que se conserva; el texto del abate Madeleine, en el caso de que hubiera existido, desapareció en el gran incendio que puso fin a la Comuna de París (1871).

4 comentarios:

  1. Vaya, va a ser cierto aquello de lo que no es copia es un plagio.

    Y en el caso de los Dumas, con semejante producción de folletines por entregas, deberia ser difícil inspirarse y no repetirse.

    Y yo que pongo de vuelta y media a los guionistas de las series actuales por estirar los argumentos como un chicle.

    Un abrazo.

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    1. Dumas tuvo una fuente inagotable de ideas en la historia de Francia y en la propia crónica social y criminal de sus días. Incluso los protagonistas de Los tres mosqueteros también están inspirados en personajes reales. Y en cuanto a la longitud de sus obras... se trata de una cuestión meramente crematística. Dumas siempre andaba escaso de dinero, y muchas de sus obras se publicaron por entregas en revistas y periódicos. A más entregas, más dinero, por eso en ellas abunda lo que podríamos considerar "relleno".

      Un abrazo, Rodericus.

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  2. Sin embargo, a mí, junto con "La Montaña mágica" y "El Principito", es la novela que más me gusta y más he leído.

    Lo que llamáis "relleno", a mí me sirve para saber más de la época.

    El que se haya basado en hechos reales, es lo que suele pasar en prácticamente todas las novelas. No hay nada nuevo bajo el sol.

    Tengo 21 adaptaciones de la obra (películas y serie).

    Actualmente, llevo en el coche un audiobook de la obra en francés.

    En fin, me encanta y me gustaría dar con alguien a quien le gustara El Conde tanto como a mí.

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    1. Yo no digo que esas partes a las que llamo "relleno" no sean interesantes o no tengan valor literario. Solo que no aportan demasiado a la trama principal de la novela y se añadieron para hacer la novela más extensa y por lo tanto, más lucrativa.

      Saludos.

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