Verba volant, scripta manent

domingo, 19 de enero de 2025

Smoky

Smoky (1943?-1957)

Corría el mes de febrero de 1944 cuando un soldado norteamericano llamado Ed Downey, que conducía un Jeep por una carretera de la selva de Nueva Guinea, tuvo que detenerse al averiarse su vehículo. Mientras trataba de ponerlo en marcha, empezó a escuchar un ruido extraño procedente de la selva. Curioso, fue a investigar y descubrió que el sonido lo producía un diminuto Yorkshire Terrier que estaba escarbando en el fondo de una trinchera abandonada. Se trataba de una hembra que, pese a su pequeño tamaño (no pesaba ni dos kilos) era ya una adulta. Extrañado por la presencia de aquel perrito en semejante lugar, Downey lo llevó de vuelta a su base y se lo entregó a un mecánico apellidado Dare. Creyeron que podía pertenecer a algún oficial japonés, pero tras llevarlo a un campamento de prisioneros cercano descubrieron que no entendía las órdenes en japonés.

Poco después Dare recibió la visita de Bill Wynne, un soldado de Cleveland que formaba parte del 26º Escuadrón de Reconocimiento Fotográfico y era un entusiasta de los perros. Wynne quiso comprar a la perra y ofreció a Dare dos libras australianas, pero Dare le pidió tres. Al día siguiente, Dare se acercó al laboratorio fotográfico donde Wynne estaba trabajando y aceptó venderle a la perra por dos libras (unos seis dólares y medio de la época); estaba en mitad de una partida de póker y se había quedado sin dinero. 

William Anthony "Bill" Wynne (1922-2021)

Wynne llamó a la perra Smoky y muy pronto se dio cuenta de su extraordinaria inteligencia; se aprendía con rapidez todos los trucos y las órdenes que Wynne le enseñaba. No tardó en empezar a hacer pequeñas actuaciones ante el personal de la base, mostrando sus habilidades. Smoky acompañaba a Wynne a todas partes, dormía en su tienda, y él se esforzaba por cuidar de ella: la bañaba a diario para librarla de garrapatas y otros parásitos, y aunque no podía conseguir comida para perros, compartía con ella sus raciones; descubrió que le encantaban los huevos y la carne enlatada que les daban en la base. 

En julio de 1944 Wynne fue ingresado con una fiebre altísima en un hospital de campaña cerca de la aldea de Nadzab; había contraído el dengue. Sus compañeros introdujeron a Smoky en el hospital a escondidas; allí se enteró Wynne de que la revista militar Yank, the Army Weekly había nombrado a Smoky "la mejor mascota del área del Pacífico Suroeste". Las enfermeras no tardaron en descubrirla, pero Smoky se ganó inmediatamente su cariño y pidieron permiso al director del hospital, el coronel Charles W. Mayo (miembro de una respetada familia de médicos e hijo de uno de los fundadores de la célebre Clínica Mayo) para que las acompañara en sus rondas; el coronel lo permitió tras ver como la presencia de la perra levantaba el ánimo de los soldados hospitalizados. Así, mientras Wynne estuvo en el hospital, Smoky acompañaba cada día a las enfermeras y volvía por la noche para dormir en la cama de su dueño.

Smoky visitando a un soldado herido en el hospital

Una vez tuvo el alta, Wynne (y Smoky) fue enviado a la ciudad australiana de Brisbane durante dos semanas, para terminar de recuperarse. Wynne aprovechó su estancia para visitar varios hospitales militares y mostrar las habilidades de la perrita, con un enorme éxito entre los soldados allí ingresados. Ya en septiembre Wynne se reincorporó a su unidad, que había sido trasladada a la isla de Biak (al norte de Papúa), tomada hacía poco a los japoneses. En Biak Wynne dejó su puesto en el laboratorio y comenzó a volar con el 3º Escuadrón de Rescate de Emergencia en busca de pilotos derribados. Volaban generalmente en hidroaviones PBY Catalina y Smoky también le acompañaba; sus compañeros de tripulación no pusieron objeciones, sobre todo después de que Wynne les dijera que la perra era su "amuleto de la suerte". Generalmente iba metida en una mochila militar, colgada al lado de las ametralladoras; a veces, si la situación era tranquila, se dedicaba a corretear por el interior del avión.

Su siguiente parada fueron las Filipinas. Allí, Smoky fue protagonista de otra de sus hazañas: ayudó a tender una línea de comunicaciones por debajo de la pista de un aeródromo en el golfo de Lingayen, arrastrando los cables por un estrechísimo canal de desagüe, evitando así tener que excavar una zanja de un lado a otro de la pista, lo que habría dejado el aeródromo sin actividad durante al menos tres días. En su tiempo libre, Wynne y Smoky seguían visitando hospitales de campaña para elevar el ánimo de los soldados enfermos y heridos, además de actuar para los propios soldados de la base y para los habitantes de los pueblos cercanos, especialmente niños, que asistían fascinados a las exhibiciones del Terrier.

Wynne y Smoky, durante la guerra

El 26º se trasladó luego a Okinawa y a Corea. El 1 de noviembre, terminada ya la guerra, recibió órdenes de regresar a EEUU, a bordo del transporte de tropas USS General W. H. Gordon. El problema era que según se decía el ejército no permitiría que los soldados llevasen mascotas de vuelta a casa, pero Wynne no estaba dispuesto de ninguna manera a dejar atrás a Smoky, así que, con la complicidad de sus compañeros, la introdujo en el barco oculta en el interior de una mochila para el transporte de bombonas de oxígeno. Durante el viaje, los hombres del 26º se turnaron para cuidar de Smoky mientras Wynne pasaba casi todo el tiempo en su litera por culpa del mareo. Aún así, a mitad de travesía un oficial descubrió a Smoky e informó al capitán. No fue el único; otros seis perros habían sido descubiertos a bordo, introducidos por soldados que se negaban a separarse de ellos. Afortunadamente, el capitán no era un hombre inflexible o severo; se limitó a informar a Wynne de que posiblemente tendría que pagar una elevada suma para poder pasar la aduana, y a obligarle a firmar un documento en el que asumía toda la responsabilidad sobre la perra y eximía al barco y a su tripulación de la culpa de cualquier problema que pudiera causar.

El USS General W. H. Gordon llegó a Seattle el 13 de noviembre, y de allí, tras ser oficialmente licenciado, viajó a su hogar en Cleveland en tren. En una parada en Indianapolis, Bill contó la historia de Smoky a un miembro de la USO (United Service Organizations, una entidad benéfica que provee de entretenimiento a los soldados desplegados en el extranjero). Alguien llamó a un periodista del Indianapolis Star, que escribió un artículo sobre la perra que se distribuyó a otras cabeceras a través de una agencia de noticias.

Wynne y Smoky llegaron a Cleveland el 30 de noviembre de 1945. Apenas unos días después el Cleveland Press le entrevistó y el 7 de diciembre sacó en portada la historia con el titular “TINY DOG HOME FROM THE WAR” ("Perrito vuelve a casa de la guerra"). Periódicos de otras partes del país como el New York Daily News, el Chicago Tribune, el Chicago Sun o el Herald America también escribieron sobre ambos, popularizando a Smoky a nivel nacional.

Bill Wynne se casó en septiembre de 1946 con su novia de toda la vida, Margie Roberts, con la que se había prometido antes de marchar al frente. Trabajó en el zoo de Cleveland, en el National Advisory Committee for Aeronautics (NACA), antecedente de la NASA, y en 1953 se convirtió en fotógrafo (luego también reportero) del periódico de Cleveland The Plain Dealer, donde trabajó hasta su jubilación en 1984 y obtuvo numerosos reconocimientos (fue incluso finalista del Premio Pulitzer en 1973). También trató de instalarse en Hollywood, sin éxito, para ser adiestrador de animales para el cine.

Wynne y Smoky siguieron actuando durante años, llevando a cabo sus exhibiciones en hospitales, orfanatos, escuelas, residencias de ancianos o reuniones de veteranos, siempre con gran éxito. Incluso tuvieron una sección propia en un programa de televisión infantil llamado Castles in the Air, emitido en un canal de televisión local de Cleveland, el WKYC Channel 3.

El 21 de febrero de 1957, al volver del trabajo, Bill Wynne encontró a Smoky muerta en su cama. Había fallecido pacíficamente, a los aproximadamente 14 años de edad, mientras dormía. Fue para él un golpe devastador. A sugerencia de su esposa, enterraron a Smoky en la Reserva Natural de Rocky River, en Lakewood (Ohio), junto a un árbol en el que dos décadas atrás, siendo todavía novios, habían grabado sus iniciales. 

The Plain Dealer publicó un obituario en el que narraba detalladamente la historia de Smoky. A raíz de esa publicación, los Wynne recibieron la llamada de una mujer, vecina también de Ohio, llamada Grace Guderian Heidenreich, que había sido enfermera en Nueva Guinea durante la Segunda Guerra Mundial. Grace les contó que a finales de 1943 su entonces prometido, luego esposo, Robert Heidenreich, también desplegado en la zona, la había visitado llevándole como regalo un Yorkshire Terrier que había comprado en Brisbane. El perro, al que habían llamado Christmas, se había escapado poco después y no habían vuelto a verlo. Tras ver las fotografías de Christmas, Wynne concluyó que probablemente se trataba de Smoky, porque habría sido una casualidad enorme que hubiera dos Yorkshire Terriers diferentes perdidos a la vez en la selva de Nueva Guinea.

En 1996 Bill Wynne publicó un libro de memorias titulado Yorkie Doodle Dandy: Or, the Other Woman Was a Real Dog (Yorkie Doodle Dandy: o, la otra mujer era una auténtica perra), en el que contaba sus aventuras durante y después de la guerra con Smoky, incluida la ocasión en la que le salvó la vida advirtiéndole de la llegada de una andanada de artillería que alcanzó el buque de desembarco anfibio en el que viajaban.

En 2003 Wynne fue informado de que se había decidido erigir un monumento en honor a Smoky en el lugar donde había sido enterrada. Wynne, que no había estado allí en décadas, buscó el lugar exacto durante horas hasta que lo encontró. Los restos de Smoky fueron exhumados y vueltos a enterrar dentro de una caja de munición del calibre .30 de la Segunda Guerra Mundial. Sobre ellos se colocó una roca de granito azul de dos toneladas sobre la cual había una estatua de bronce, obra de la escultora Susan Bahary, que representaba a Smoky dentro del casco de un soldado. El monumento, dedicado a "Smoky, el Yorkie Doodle Dandy y los perros de todas las guerras", fue inaugurado el 11 de noviembre de 2005, Día del Veterano, y Wynne, que había enviudado el año anterior, pronunció un emotivo discurso en el que llegó a decir que Smoky le había enseñado a él muchas más cosas de las que él le había enseñado a ella. Wynne moriría el 19 de abril de 2021, a los 99 años de edad.

Muchos años después de la muerte de Smoky, la pequeña Terrier sería reconocida como uno de los primeros perros de terapia de la historia. Estos perros, dedicados a brindar consuelo y apoyo a personas con problemas de salud psicológica, incluidos veteranos de guerra con trastorno de estrés postraumático, son ahora habituales, gracias a que pioneros como Smoky demostraron su utilidad en el tratamiento de estos pacientes.

En 2019 se estrenó un cortometraje sobre su historia: Angel in a Foxhole (Un ángel en una trinchera).

domingo, 12 de enero de 2025

La Noche de San Daniel

La Noche de San Daniel o Noche del Matadero

El 16 de septiembre de 1864 la reina Isabel II nombra Presidente del Consejo de Ministros al general Ramón María Narváez, del Partido Moderado, en sustitución de Alejandro Mon, que apenas había durado seis meses en el cargo. Narváez, ultraconservador y reaccionario, que ya había sido Presidente en cinco ocasiones y aún volvería a serlo otra más, empieza su gobierno aparentemente con talante conciliador, especialmente hacia progresistas y demócratas, sus grandes Némesis. Y en efecto, entre sus primeras medidas está la concesión de varios indultos a destacados liberales, como el general Prim (desterrado a Oviedo por sospecharse que estaba preparando un levantamiento). Pero ese aperturismo duró poco y el general pronto volvió a sus viejas costumbres.

Ramón María Narváez y Campos (1799-1868)

Uno de los problemas que tiene que afrontar el nuevo gobierno es la catastrófica (como casi siempre) situación de las arcas públicas. Ante la imperiosa necesidad de dinero, el ministro de Hacienda, Manuel García Barzanallana, propone un llamado "reparto forzoso" (un empréstito obligatorio para todos los ciudadanos con unas rentas por encima de cierta cantidad) con el que espera recaudar unos 600 millones de reales. Pero la enorme oposición frustra el proyecto y fuerza a Barzanallana a dimitir. Su sucesor, Alejandro de Castro, propone como alternativa para obtener liquidez la venta de una serie de bienes del Patrimonio Nacional, algo que la reina acepta, anunciando que hará entrega de 3/4 partes de lo recaudado al erario público. Una decisión aplaudida por la prensa monárquica y los miembros del Partido Moderado, que le tributan una cerrada ovación en las Cortes, e incluso Narváez llega a compararla a Isabel la Católica por su gesto "tan grande, tan extraordinario, tan sublime".

Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899)

Pero no todos lo ven de la misma manera, especialmente la oposición de los Partidos Progresista y Democrático. El 21 de febrero de 1865 Emilio Castelar, catedrático de Historia Filosófica y Crítica de España en la Universidad Central de Madrid y destacado miembro del Partido Democrático (y que años más tarde sería uno de los presidentes de la efímera Primera República), publica en el periódico La Democracia un artículo titulado "¿De quién es el Patrimonio Real?", al que seguiría otro el día siguiente en el mismo periódico titulado "El rasgo". En ambos, tremendamente críticos con la reina, Castelar puntualizaba que la mayoría de los bienes a subastar eran propiedad del Patrimonio Real, y por lo tanto del estado, y no propiedad particular de la Corona. Y que con su "gesto altruista" la reina, en lugar de ceder 3/4 de lo obtenido, lo que verdaderamente hacía era embolsarse, con la complicidad de Narváez, un 25% de lo recaudado al que no tenía derecho por pertenecer al pueblo español. 

El artículo genera una polémica inmediata. Aunque es censurado, empieza a circular por Madrid en forma de pasquines. El ministro de Fomento, Antonio Alcalá Galiano, ordena al rector de la Universidad Juan Manuel Montalbán el cese inmediato de Castelar, amparándose en una circular ministerial de 1864 que prohibía a los catedráticos expresar públicamente opiniones críticas contra la Corona, el gobierno o la Iglesia. Al negarse Montalbán, el 7 de abril se hace oficial su cese, sustituido por Diego Miguel Rodríguez de Bahamonde, vinculado al Partido Moderado, y también el de Castelar (contra el que se había dictado orden de arresto).

La decisión provoca la inmediata protesta por parte de profesores y alumnos de la Universidad. Varios catedráticos, incluidos Nicolás Salmerón (otro futuro presidente de la Primera República) y Miguel Morayta (destacado dirigente masónico), renuncian a sus cátedras, y los estudiantes organizan una serenata de protesta en apoyo de Montalbán y Castelar para la noche del mismo 7 de abril, que es prohibida por el ministro de Gobernación Luis González Bravo, quien ordena a la Guardia Civil disolver a los manifestantes y declara el estado de guerra, además de permitir a las fuerzas del orden la suspensión de los derechos constitucionales, la deportación interna de sospechosos y la censura de la prensa.

Pero los ánimos siguen muy caldeados y se organiza una nueva serenata de protesta para el día 10 de abril, el mismo día en el que Rodríguez de Bahamonde jura su cargo ante la reina, en la céntrica Puerta del Sol madrileña. Esta vez no son solo estudiantes, también acuden representantes de los movimientos obreros y miembros de los Partidos Demócrata y Progresista. Dispuesto a evitarla de cualquier manera, González Bravo moviliza una unidad de Infantería y otra de Caballería, a la que por la tarde se les une un destacamento de la Guardia Civil. En total, unos mil hombres armados.

La Puerta del Sol con el ministerio de la Gobernación (Jean Laurent, c. 1860)

A pesar de ello, grupos de manifestantes se van reuniendo conforme avanza la tarde, mezclándose con el tráfico habitual de la Puerta del Sol, una de las plazas más concurridas de Madrid. El propio Narváez llega a encararse con un grupo de ellos que se habían reunido frente al Ministerio de Gobernación. Y al caer la noche, sucede lo impensable. La Guardia Civil irrumpe en la plaza y, sin previo aviso ni mediar advertencia de ninguna clase, abren fuego contra la multitud, cargando luego contra ella a pie y a caballo, con nuevos disparos y las bayonetas caladas. Los manifestantes responden con pedradas y tratando de montar barricadas, que son desbaratadas por las cargas de caballería. Al final, cuando la plaza se desaloja, el resultado es devastador: 14 muertos (muchos de ellos tiroteados por la espalda), 193 heridos de diversa consideración y más de 160 arrestados. Muchas de las víctimas, además, no eran manifestantes, sino ciudadanos corrientes (incluidos mujeres, niños y ancianos) que tuvieron el infortunio de pasar por la plaza cuando empezó el ataque. En el otro bando, un guardia a caballo resulta herido de una pedrada en la cabeza, lo que le valdría a González Bravo para proclamar hipócritamente en las Cortes que "se ha vertido la sangre de nuestros soldados".

Luis González Bravo y López de Arjona (1811-1871)

Esa misma noche en el Senado González Bravo trata de explicar lo sucedido, pero ante el tono claramente hostil de los periodistas ordena expulsar a la prensa de la sesión y censurar las publicaciones del día siguiente. Numerosos periódicos de talante progresista salen al día siguiente con sus portadas en blanco como protesta, y varios de ellos (La Democracia, El Pueblo, La Nación, Las Novedades) se unen para publicar una editorial conjunta en la que llaman a la calma para que los liberales y progresistas no respondan con violencia a las acciones del gobierno.

Una oleada de indignación se desata después de la masacre. El Ayuntamiento de Madrid (con su alcalde el almirante José María Diego de León a la cabeza), la Diputación de Madrid y varios ministros renuncian a sus cargos. El ministro Alcalá Galiano sufre un ataque al corazón mientras mantiene una encendida discusión con González Bravo por la desproporcionada represión y muere poco después. Mientras la irresponsable Isabel II, lejos de censurar lo sucedido, felicita públicamente a Narváez, en las Cortes hay encendidos debates, por más que algunos destacados dirigentes opositores se mostraron tibios a la hora de condenar la masacre, por miedo a ser arrestados. El más combativo fue el diputado de la Unión Liberal Antonio de los Ríos Rosas, conocido por su carácter impetuoso, quien llega a acusar al gobierno de que "esa sangre pesa sobre vuestras cabezas" y llama a las fuerzas del orden "miserables instrumentos". Todo ello acaba provocando que González Bravo lo rete a un duelo a pistola, que se resuelve con el ministro herido leve en un brazo.

Isabel II de España (1830-1904)

Finalmente, la reina destituye a Narváez dos meses después, pero en lugar de tratar de atraerse a los progresistas, nombra presidente a otro habitual del cargo, el general Leopoldo O'Donnell. Los opositores entendieron esto como la confirmación del desinterés absoluto de Isabel II por incluirlos en las labores de gobierno. Las críticas hacia la Corona se hicieron mucho más claras y directas y, visto que no podían alcanzar el gobierno de la manera tradicional, muchos optaron directamente por insurrecciones armadas, aprovechando el descrédito de la reina y la monarquía. La primera, sucedida en 1866, fue la del madrileño Cuartel de San Gil, que fracasó y cuyos responsables fueron duramente castigados, pero que no hizo sino abrir el camino a la Gloriosa, la revolución de 1868 que acabaría con Isabel fuera del trono y marchando al exilio parisino.

lunes, 6 de enero de 2025

El robo de los 300 millones de yenes


La mañana del 10 de diciembre de 1968 cuatro empleados de la sucursal del banco Nihon Shintaku Ginko en Kokubunji (una de las ciudades del área metropolitana de Tokio Occidental) circulaban a bordo de un Nissan Cedric negro propiedad del banco. En el maletero transportaban tres cajas de aluminio que contenían un total de 294,307,500 yenes (unos 815,000 dólares de la época, en torno a 7-8 millones de dólares en la actualidad) con destino a la factoría que la multinacional Toshiba tenía en la ciudad de Fuchū (también en Tokio Occidental), donde iban a servir para pagar a sus trabajadores la paga extra de fin de año. Por aquel entonces no era raro que los bancos japoneses hicieran entrega de grandes cantidades en efectivo en coches corrientes, sin seguridad adicional.

Nissan Cedric

A eso de las 9:20 de la mañana, cuando apenas les faltaban unos cientos de metros para llegar a su destino y pasaban por una calle lindante con la prisión de Fuchū (la más grande de Japón) un joven en motocicleta vestido con el uniforme de la policía motorizada les hizo parar. Según les contó, esa misma mañana una bomba había estallado en la casa del director de su sucursal, y los autores habían anunciado que otro artefacto explosivo había sido colocado en el mismo coche en el que viajaban. Los cuatro empleados no pusieron en duda su versión porque cuatro días antes, el día 6, en su sucursal habían recibido una carta en la que se exigían tres millones de yenes, que debían ser entregados al día siguiente a las cinco de la tarde por una empleada femenina del banco en un lugar determinado, y amenazaban con colocar una bomba en casa del director si no se cumplían sus demandas. La policía organizó una operación de vigilancia con más de 50 agentes en el lugar y hora señalados, pero el criminal nunca se presentó.

Así que los cuatro empleados del banco salieron del coche mientras el supuesto agente se metía bajo el vehículo para investigar. Al momento, salió gritando que iba a explotar, mientras súbitamente empezaban a salir llamas y humo de la parte inferior del coche. Mientras los empleados corrían a ponerse a salvo, el agente se subió al coche y arrancó, alejándose. En un primer momento creyeron que el agente, de manera heroica y a riesgo de su vida, trataba de alejar el coche lo más posible para que estallara en un lugar aislado. Pero no tardaron en darse cuenta de un par de detalles "sospechosos": en el lugar en el que habían parado el coche había una bengala que se estaba consumiendo, y que era obviamente la fuente de las llamas y el humo que habían visto. Y la motocicleta del agente, que había dejado atrás, no era una motocicleta oficial de la policía, sino una motocicleta corriente pintada de blanco para que lo pareciera. Y se dieron cuenta de que habían sido víctimas de un espectacular robo muy bien planeado.

Imagen del sospechoso distribuida por la policía japonesa

Menos de 20 minutos después del robo la Policía Metropolitana de Tokyo lanzó una operación de búsqueda a gran escala en la que participaron 10000 agentes. No tardaron en encontrar el Cedric, abandonado y vacío, a apenas kilómetro y medio del lugar del robo. Algunos testigos habían visto al falso policía, todavía de uniforme, mover las cajas con el dinero a un Toyota Corolla azul (que luego se supo había sido robado con antelación, igual que la motocicleta), pero la búsqueda de este coche fue infructuosa. El Corolla no sería encontrado hasta cuatro meses después, en el aparcamiento de un complejo de apartamentos y cubierto con una lona. En el asiento trasero estaban todavía las cajas del dinero, vacías.

También se encontraría otro coche que había sido robado, un Corolla verde, abandonado en un descampado cercano a la escuela secundaria Myojo, en Fuchū. Algunos vecinos contaron haber visto aquel día por la mañana una motocicleta, tapada con una lona, en aquel mismo lugar. Los agentes concluyeron que el ladrón había seguido al coche con el dinero en el Corolla verde, y tras confirmar su ruta lo había abandonado y cambiado por la moto con la que interceptó al Cedric.

La policía japonesa lanzó una masiva operación para localizar al ladrón y su botín. Más de 170000 agentes participaron en un momento u otro en las pesquisas. Se repartieron más de 780000 ejemplares de un fotomontaje con un retrato robot del supuesto ladrón. La lista de sospechosos alcanzó los 110000 nombres y se revisaron, a mano y una a una, seis millones de huellas dactilares de los archivos policiales para compararlas con las del ladrón. Lamentablemente, nadie había tenido la precaución de anotar los números de serie de los billetes robados, solo los de 2000 billetes de 500 yenes, apenas un millón de yenes de todo lo robado, que nunca se encontraron. No se puede decir que no tuvieran pistas: se recogieron más de 120 evidencias, incluyendo huellas dactilares, los vehículos robados, la bengala, un gorro de caza y las cartas de amenaza enviadas al banco (incluyendo la saliva de los sellos, que reveló que el autor tenía sangre del grupo B). La comparación de muestras caligráficas permitió saber que el mismo que había escrito las cartas había sido también el responsable de una serie de cartas de extorsión enviadas en los meses de junio-julio del mismo año a una cooperativa agrícola llamada Tama Agricultural Co-Op, donde se la amenazaba con provocar incendios y colocar bombas.

No tardaron en dar con un primer sospechoso, al que la policía identificó únicamente como "S". S era un joven de 19 años, miembro de un grupo de pequeños delincuentes que se hacían llamar "Grupo Tachikawa". Vivía cerca de donde se había cometido el robo, tenía antecedentes por robos parecidos y además su padre era un policía motorizado, con lo que le eran familiares los uniformes y vehículos del cuerpo. En el momento del robo estaba siendo buscado tras escaparse de un correccional para menores y la policía sospechaba que había regresado a casa de sus padres. El día 15 dos inspectores acudieron a su casa preguntando por él, pero su madre les dijo que no estaba allí. Esa misma noche, S murió tras ingerir cianuro de potasio, en lo que se atribuyó a un suicidio. Algunos consideraron su suicidio como una confesión de culpabilidad, pero ni se le encontró el dinero, ni su caligrafía ni su grupo sanguíneo coincidían con los de las cartas, y en el momento en el que se enviaron las cartas a la cooperativa agrícola todavía estaba detenido, así que la policía lo consideró oficialmente no responsable.

El 12 de diciembre de 1969, un año después del robo, el periódico Mainichi Shimbun (uno de los más leídos de Japón) acusó del robo a un hombre de 26 años, antiguo taxista, basándose únicamente en su parecido físico con el retrato robot repartido por la policía. Este hombre, identificado como "F", sería poco después arrestado por otro delito no relacionado, y durante su detención la policía trató de que confesara el robo de los 300 millones de yenes, pero él se declaró inocente. Finalmente, se demostró que tenía una coartada infalible: en el momento del robo estaba asistiendo a una entrevista de trabajo. También que no tenía nada que ver con el segundo delito y que su arresto había sido un montaje para tratar de hacerlo confesar, lo que provocó una queja formal de la Asociación Nacional de Abogados y que el oficial que dio la orden de su arresto, Mistuo Muto, fuera acusado de abuso de poder y severamente amonestado. Sin embargo, para F el daño estaba hecho: públicamente humillado y deshonrado, perdió su empleo y lidió durante años con la depresión hasta que se suicidó en 2008. No fue la única víctima colateral del caso: dos agentes de policía se suicidaron durante la investigación debido al estrés provocado por el intenso trabajo y las exigencias de sus superiores. La validez del retrato robot fue cuestionada por varios de los testigos del caso, lo que al final hizo que en 1974 la policía dejara de utilizarlo.

El 15 de noviembre de 1975 la policía arrestó, por una acusación no relacionada con el caso, a un joven de 25 años, antiguo miembro del Grupo Tachikawa. Al investigarlo se descubrió que había sido amigo de S y que poco después del robo había gastado una importante cantidad de dinero: abrió una cafetería y se compró un apartamento, una casa de vacaciones en Hawai y varios automóviles de gama alta. Pero aunque no supo explicar el origen de todo ese dinero, la policía no pudo probar su relación con el caso y acabó por ponerlo en libertad.

El hallazgo del Toyota Corolla

Apenas un mes después de este arresto, en diciembre de 1975, la policía anunció que, habiendo transcurrido siete años, la responsabilidad penal del delito quedaba prescrita. No así la civil, que no se extinguiría hasta 1988. En total, se calcula que la enorme pero infructuosa operación costó alrededor de novecientos millones de yenes, el triple de lo robado. Los resultados finales fueron bastante escasos; la investigación fue incapaz de aclarar puntos claves del robo, como por ejemplo si el ladrón había actuado solo o tenía cómplices, o si la carta del día 6 había sido un auténtico intento de extorsión o una hábil maniobra para que los empleados del banco se creyeran la historia del falso policía. De hecho, ni siquiera había consenso acerca de si el robo había sido un golpe maestro, minuciosamente planeado y ejecutado (por su rapidez, limpieza y falta de víctimas), o por el contrario había sido una chapuza (por la gran cantidad de testigos y pruebas que había dejado) y su autor había tenido una suerte inaudita.

De la larguísima lista de sospechosos, muchos seguían considerando a S el más probable, aunque entre los más destacados figuraban también varios miembros del Grupo Tachikawa, tres hermanos dueños de una empresa de instalaciones eléctricas en la ciudad de Hino o un empleado de una inmobiliaria local.

En 1988, al prescribir totalmente toda la responsabilidad por el robo, muchos esperaban que el autor o autores se dieran a conocer, al no afrontar ya ningún tipo de repercusiones legales. Pero quedaron defraudados, porque nadie se atribuyó jamás ser el culpable.

En 2018 un nuevo y curioso suceso contribuyó a renovar el interés por el caso. Shōsetsuka ni Narō ("Vamos a ser novelistas") es una web japonesa donde aspirantes a escritores pueden publicar de manera gratuita sus obras para ser leídas, también gratis, por el público. Un buen número de novelas de este sitio han sido más tarde compradas y publicadas por editoriales, e incluso hay una editorial llamada Monster Bunko que publica exclusivamente novelas aparecidas en esta web. De aquí han salido series que han conseguido grandes ventas, e incluso han sido adaptadas a otros formatos como el manga, el anime o la acción real, como Log Horizon, Arifureta, Overlord o Quiero comerme tu páncreas.

El lugar del robo, en la actualidad

A principios de 2018 un usuario anónimo de la página, identificado con el apodo "Shiroda" publicó un relato titulado "Yo soy el autor del Incidente de los 300 millones de yenes". En la obra, que se publicó por entregas a lo largo de mes y medio, Shiroda contaba cómo había planeado el golpe con S, el primer sospechoso, del que era amigo. Por aquel entonces tanto S como Shiroda estaban enamorados de la misma mujer, Kyoko. Cuando Kyoko eligió a Shiroda, ambos habían decidido dar el golpe juntos y S había renunciado a participar. Y ahora, solo después de que Kyoko hubiera muerto, Shiroda se había decidido a contar su historia.

El relato de Shiroda era tan minucioso y encajaba perfectamente con los detalles conocidos del caso que hubo quien pensó que, efectivamente, podía tratarse del verdadero autor. Pero los expertos que revisaron la publicación lo descartaron, porque Shiroda no proporcionaba ninguna información sobre el robo que no fuera ya conocida por la policía. Se trataba de un relato entretenido y muy bien documentado, pero en modo alguno una confesión.

A día de hoy, el llamado Robo o Incidente de los 300 Millones de Yenes sigue siendo el mayor robo de dinero en efectivo de la historia de Japón.

sábado, 4 de enero de 2025

Cuando México tuvo su propia serie exclusiva de Spider-Man



En 1963, poco después de la primera aparición del personaje, la editorial mexicana La Prensa (perteneciente al periódico del mismo nombre) obtenía los derechos de publicación de las aventuras de Spider-Man para Latinoamérica. El personaje tuvo un éxito inmediato, no solo en México, sino también en Chile, Argentina o Uruguay, de ahí que la editorial comenzara a publicar dos números al mes. El problema era que en Estados Unidos las aventuras de Spider-Man (The Amazing Spider-Man) se publicaban mensualmente. Así que la edición mexicana no tardó en alcanzar a la original. Y a partir de ahí, ¿como publicas dos números al mes si solo tienes uno?.

En un primer momento, La Prensa lo solucionó recurriendo a otros superhéroes de Marvel de los que también tenían los derechos. Y así, la revista (llamada en México El Sorprendente Hombre Araña) vio pasar por sus páginas las aventuras de personajes como Ant-Man o Los Vengadores. Cuando estos nuevos héroes consiguieron tener publicaciones propias, El Sorprendente Hombre Araña regresó a su periodicidad mensual, siguiendo con algo de retraso las historias originales. Hasta que, a principios de la década de los 70, el interés por el personaje aumentó considerablemente, y la editorial volvió a restablecer la periodicidad quincenal de la revista. Y no tardó en volver a enfrentarse al mismo problema: las publicaciones mexicanas acabaron por alcanzar a las estadounidenses (mensuales). 


Y entonces alguien de la editorial mexicana tuvo una revelación, un momento "agárrame la cerveza" a la vez atolondrado y genial. El presidente de La Prensa viajó personalmente a la sede de Marvel en Nueva York para solicitar permiso para publicar, bajo la licencia que ya tenían, aventuras originales de Spider-Man escritas y dibujadas en México, por autores mexicanos. Y de alguna manera, consiguió el visto bueno de Marvel, con las únicas condiciones de que esos "números especiales" se publicaran sin el logotipo de Marvel y que fuera el dibujante José Luis Durán el encargado de dibujarlos.

Y así, los lectores de México pudieron disfrutar de una serie propia, original y exclusiva (y al margen del canon "oficial" del personaje, por supuesto), con dibujos de Durán y guiones de Raúl Martínez, que, lejos de ser algo puntual, se prolongó durante casi dos años llegando a publicarse 45 episodios, y cuyo momento cumbre fue cuando se negaron a matar a la novia de Spider-Man.

En junio de 1973 se publicaba el número 121 de The Amazing Spider-Man, que a la postre se convertiría en uno de los más significativos de la biografía del personaje, y en uno de los cómics más famosos de la historia. En ese número, que tendría continuidad en el número 122 del mes siguiente, tenía lugar la muerte de Gwen Stacy, la novia oficial de Peter Parker/Spider-Man, a manos de Norman Osborn/ El Duende Verde. Esto supuso un shock para los aficionados a los comics: nunca un personaje principal de una serie tan famosa había muerto, y nunca un superhéroe de comic había fracasado a la hora de mantener a salvo a sus seres queridos (salvo que formara parte de su origen como superhéroe).

Por aquel entonces los creadores de Spider-Man, Stan Lee y Steve Ditko, ya habían dejado al personaje, habiendo tomado el relevo Gerry Conway y Roy Williams como guionistas, Gil Kane como dibujante y John Romita Sr. como entintador. La idea de que Stacy muriese fue tan rupturista con las reglas habituales del género, que muchos sitúan en este punto el final de la llamada Edad de Plata del cómic y el inicio de la Edad de bronce, más oscura y realista. A mucha gente le disgustó (la editorial Marvel llegó a recibir amenazas de muerte); incluido al propio Stan Lee, quien al parecer trató de convencer a Conway y Williams de "traer de vuelta" a Stacy, sin conseguirlo.



Pero en México era diferente. Gwen Stacy era uno de los personajes favoritos de sus lectores, y también uno de los favoritos de Durán. Así que siguió apareciendo en la serie mexicana, protagonizando frecuentemente las portadas, y llegando incluso a protagonizar una boda con Parker (si bien se trataba en realidad de un sueño de Peter mientras estaba inconsciente).

La serie se prolongó hasta finales de 1973, cuando La Prensa canceló el comic. En 1974 los derechos del personaje pasaron a otra editorial, Organización Editorial de Publicaciones e Impresiones S.A. (OEPISA), que retomó la publicación de las aventuras originales en el punto en el que La Prensa las había dejado. Y aquellos particulares 45 episodios quedaron como una simpática rareza dentro de la amplísima historiografía del personaje.

miércoles, 1 de enero de 2025

Pequeñas historias (LX)

El célebre programa de televisión Mythbusters (Cazadores de mitos) tenía previsto dedicar un episodio a revelar los numerosos fallos de seguridad que afectan a la mayor parte de las tarjetas de crédito. El programa nunca llegó a realizarse, ya que varias de las principales compañías de tarjetas de crédito amenazaron al canal en el que se emitía el programa, el Discovery Channel, con llevarlo a los tribunales.

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El 15 de enero de 1977 unos senderistas encontraron en una cueva en el Pinnacle (un promontorio muy frecuentado por excursionistas, cercano a la localidad de Albany, Pennsylvania) el cuerpo congelado de un hombre. La autopsia reveló que había muerto por una sobredosis, pero el cuerpo no pudo ser identificado porque carecía de todo documento. Se le tomaron las huellas y radiografías dentales, pero no sirvieron para identificarlo, así que se le enterró en una tumba sin nombre. En 2019 fue exhumado para obtener una muestra de ADN y poder compararlo con dos casos sospechosos, uno en Illinois y otro en Florida, a través de NamUs, una base de datos de ámbito nacional sobre personas desaparecidas, pero resultó ser una pista falsa. En agosto de 2024 un agente de la Policía Estatal de Pennsylvania llamado Ian Keck encontró por casualidad la cartulina con las huellas tomadas al cadáver, y decidió enviarlas a NamUs. Tras casi cincuenta años sin identificar, NamUs tardó menos de una hora en ponerle nombre: el llamado "hombre de Pinnacle" se llamaba Paul Nicholas Grubb, de Fort Washington (Penssylvania) y tenía 27 años en el momento de su desaparición. Una vez identificado, su familia pudo reclamar sus restos para enterrarlos en el panteón familiar.

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Según contaba la tradición romana, en el lugar en el que Rómulo y Remo levantaron lo que con el tiempo se convertiría en Roma existía ya una población llamada Palanteo (nombre del que derivaría el de Palatino, una de las siete colinas de Roma), una colonia griega fundada por Evandro, rey mítico de la región griega de Arcadia, décadas antes de la Guerra de Troya. Historiadores como Dionisio de Halicarnaso, Tito Livio o Estrabón la mencionan en sus obras, e incluso atribuyen a la herencia griega algunas costumbres romanas, como la celebración de las Fiestas Lupercales. No obstante, en ninguna de las innumerables prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en el subsuelo de Roma se han encontrado indicios de la existencia de tal ciudad.

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Jean-Gaspard Deburau (1796-1846) fue un célebre mimo francés de origen checo que se hizo muy popular en la primera mitad del siglo XIX interpretando el papel de Pierrot. Un día de 1836, mientras paseaba por París junto a su esposa, un adolescente lo reconoció y comenzó a dirigirse a él como si fuera el personaje y no el actor, burlándose de él e insultándolo. Deburau lo ignoró al principio, pero cuando el joven insultó a su esposa, dejándose llevar por la ira, lo golpeó en la cabeza con su bastón. El joven murió al día siguiente a causa de sus heridas, y Deburau, acusado de asesinato, sería luego absuelto, aunque sentiría un profundo remordimiento por lo sucedido durante el resto de su vida.

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El doctor Paul Shuen fue durante décadas uno de los especialistas en Ginecología y Obstetricia más prestigiosos de la ciudad canadiense de Toronto. Sin embargo, en 2017 se descubrió que Shuen había estado induciendo el parto a algunas de sus pacientes administrándoles medicación sin su consentimiento. ¿El motivo? El servicio de salud pública de la provincia de Ontario paga a los médicos por cada parto que atienden, y paga más si el parto se produce durante el fin de semana. Los registros mostraban que un porcentaje sospechosamente alto de los partos atendidos por Shuen (un 46%) se producían en fin de semana. Como consecuencia, el Colegio de Médicos y Cirujanos de Ontario retiró a Shuen la licencia para ejercer la medicina y le impuso una severa multa.

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El alférez Kazuo Sakamaki fue el primer prisionero de guerra capturado por los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial. Sakamaki tripulaba uno de los submarinos enanos Kō-hyōteki que tomaron parte en el ataque a Pearl Harbor. Cuando su submarino se hundió tras golpear un arrecife, Sakamaki logró llegar a nado a la orilla, donde fue capturado. Permanecería prisionero hasta que fue devuelto a Japón en 1946.

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El escritor Robert Heinlein sacó el título y la idea para una de sus obras más conocidas, Puerta al verano (The door into summer), de una anécdota casera. Vivía en Colorado con su esposa Virginia cuando, el día después de una gran nevada, su gato quiso salir afuera. Heinlein le abrió la puerta, pero el gato siguió maullando, sin decidirse a salir, pese a que Heinlein le abrió también las otras puertas de la casa. Al final su esposa, riendo, le dijo "Está buscando una puerta al verano". En ese momento, el escritor tuvo  la inspiración, se puso manos a la obra y en solo 13 días había terminado la novela.

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El 20 de junio de 1941 un equipo de investigadores soviéticos, liderados por el arqueólogo Mikhail Gerasimov, abrió el sarcófago del legendario caudillo mongol Tamerlán (1336-1405), cuyo mausoleo, el Gur-e Amir, se encuentra en Samarcanda (en la actual Uzbekistán), para estudiar su cadáver.  Supuestamente, en su sarcófago se encontraron dos inscripciones como aviso para posibles ladrones de tumbas, una en el exterior que decía "Cuando me levante de entre los muertos, el mundo temblará", y otra en el interior que decía "Quien abra mi tumba liberará a un invasor más terrible que yo". Solo dos días más tarde, el 22 de junio, tres millones de soldados alemanes invadían la Unión Soviética en lo que se llamaría Operación Barbarroja. Los estudios de los restos se prolongaron hasta 1943; el 1 de febrero de ese año, el cadáver de Tamerlán era sepultado de nuevo en su tumba, siguiendo el rito islámico. Al día siguiente, el VI Ejército alemán, bajo las órdenes del mariscal Von Paulus, se rendía a los soviéticos en las ruinas de Stalingrado.

sábado, 28 de diciembre de 2024

Especial Día de los Inocentes: Recopilación

1) Los dinosaurios invaden Chicago

El 1 de abril de 1906 el Chicago Tribune publicó la noticia de que "hordas de monstruos prehistóricos" habían invadido Chicago, e ilustraba el reportaje con fotografías de supuestos brontosaurios, tiranosaurios y pterodáctilos en algunos de los lugares y edificios más emblemáticos de la ciudad.

2) Tintin vs. Spirou

El 1 de abril de 1965 las revistas belgas Tintin y Spirou, tradicionales rivales, se publicaron con sus portadas "cambiadas": cada una imitaba el estilo y el diseño de la otra. Los principales dibujantes de ambas, Georges Remi "Hergé" (Tintin) y André Franquin (Spirou), quisieron incluso publicar una historieta protagonizada por los personajes que daban nombre a ambas revistas, aunque sus editoriales rechazaron llevar tan lejos la broma.

3) ¡Viva San Serriffe!

El April Fool's Day de 1977 el periódico británico The Guardian publicó un suplemento especial de siete páginas para conmemorar el décimo aniversario de la independencia del inexistente país de San Serriffe, una nación insular en mitad del Océano Índico, cerca del archipiélago de las Seychelles. El reportaje incluía una amplia descripción de los principales núcleos de población y lugares de interés. La mayoría de los nombres son juegos de palabras, como el mismo nombre del país, que se deriva del tipo de letra sans-serif.

4) Adiós a la ñ

El 1 de abril de 2013 la lingüista portorriqueña Aida Vergne escribió un artículo anunciando que la Real Academia Española había decidido eliminar la letra "ñ" de la ortografía del español y sustituirla por el dígrafo "nn" que se usaba en el español medieval. Dado que la RAE había retirado hacía poco la categoría de letra a los dígrafos "ch" y "ll" mucha gente se tomó en serio el artículo y finalmente la Real Academia tuvo que desmentir la noticia de manera oficial.

5) Adiós a los desnudos gratuitos

El April Fool's Day de 2016 la célebre revista National Geographic anunció que todo su grupo mediático (que incluye revistas, canales de televisión, editoriales de mapas y agencias de viajes) dejaría de publicar imágenes de animales sin ropa, por considerarlas degradantes para los animales.


miércoles, 25 de diciembre de 2024

Frases con historia: Roma no paga traidores

Monumento a Viriato en Viseu (Portugal)

A día de hoy es muy poco lo que sabemos sobre el caudillo lusitano Viriato (del céltico viria, "torque"). Solo los escasos datos que aparecen en las obras de historiadores romanos como Apiano, Diodoro de Sicilia o Tito Livio. Desconocemos cuando o donde nació (se han propuesto lugares como el territorio entre los cursos altos del Guadiana y el Guadalquivir o la portuguesa Serra da Estrela), o a que se dedicaba antes de levantarse contra los romanos (la versión más repetida es que era pastor). 

En el año 151 a. C. el gobernador de la Hispania Ulterior, Servio Sulpicio Galba, convocó a los lusitanos, que le habían causado muchos problemas y derrotado en varias ocasiones, prometiéndoles tierras fértiles en las que instalarse si cesaban las hostilidades y juraban lealtad a Roma. Más de treinta mil lusitanos, según las fuentes, acudieron a su llamada, pero Galba, tras exigirles que entregaran sus armas, lanzó contra ellos a sus soldados, que mataron a más de nueve mil lusitanos y capturaron a otros muchos, que fueron luego vendidos como esclavos. Más tarde el Senado llevó a juicio a Galba por esta acción y, aunque acabó absuelto, se aprobó una ley que ordenaba rescatar a los lusitanos esclavizados. Solo un puñado pudo escapar de la trampa de Galba, entre los cuales estaría Viriato, que a raíz de ello se puso al frente de los guerreros lusitanos y le declaró la guerra a los romanos.

En los siguientes años los lusitanos bajo el mando de Viriato hicieron la vida imposible a los romanos, logrando grandes victorias como la derrota de un ejército al mando del pretor Cayo Vetilio, donde murieron 4000 romanos, incluyendo a Vetilio, o el ataque a la ciudad prorromana de Segóbriga. Sabiendo la superioridad romana en combates en campo abierto, Viriato se decantó por una hábil estrategia de guerrillas tremendamente incómoda para los romanos. Los guerreros de Viriato emboscaban patrullas, atacaban posiciones aisladas, robaban víveres, en golpes rápidos y certeros, y luego se dispersaban y huían aprovechando su mejor conocimiento del terreno, haciendo casi imposible para los romanos perseguirlos. Pese a que le ofrecieron en varias ocasiones llegar a un acuerdo de paz, Viriato rechazó todas sus ofertas: después de la traición de Galba, desconfiaba de los romanos.

En el 143 a. C. llegó a Hispania un gran ejército al mando del cónsul Quinto Fabio Máximo Serviliano, pero él tampoco pudo derrotar a Viriato, e incluso sufrió una severa derrota mientras asediaba la ciudad de Erisana. Así que en el 140 a. C. Serviliano ofreció a Viriato un acuerdo de paz, refrendado luego por el Senado, en virtud del cual Roma reconocía a los lusitanos como dueños de las tierras que controlaban y a Viriato como su líder y "amigo del pueblo romano". El caudillo lusitano seguía sin fiarse de los romanos, pero después de años de combates los lusitanos ansiaban la paz.

Pero ese acuerdo fue visto con desagrado por un grupo de militares y políticos romanos, que lo consideraban una capitulación vergonzosa, y que consiguieron que el Senado se retractara y autorizara el reinicio de las hostilidades. Serviliano fue sustituido por su hermano Quinto Servilio Cepión, quien condujo su ejército en persecución de Viriato, tratando de atraparlo con la ayuda del ejército de Marco Popilio Lenas, gobernador de la Hispania Citerior. Viriato aceptó negociar un nuevo acuerdo de paz, pero las condiciones de los romanos le parecieron inaceptables y se retiró.

En el 139 a. C. Viriato quiso de nuevo llegar a un acuerdo con Cepión, enviando a su campamento como negociadores a tres de sus aliados turdetanos, Audax, Ditalco y Minuro. Y fue durante estas negociaciones donde surgió la idea de asesinar a Viriato a cambio de una gran suma de dinero. No se sabe si la propuesta surgió de Cepión, que ya había demostrado no tener demasiados escrúpulos, o de los turdetanos, pero lo cierto es que a su regreso los tres negociadores asesinaron a Viriato apuñalándolo mientras dormía. Pero cuando se presentaron en el campamento romano a reclamar su recompensa, Cepión se negó a pagarles; y habría sido entonces cuando pronunció la célebre frase Roma traditoribus non praemiat, "Roma no paga traidores".

¿Dijo de verdad Cepión esta frase? Lo cierto es que no está nada claro. Los historiadores que recogen el suceso no la mencionan, y no aparece citada hasta bastante después. Es probable que se trate de una cita apócrifa, un añadido posterior con el que los romanos trataban de justificar a Cepión; una especie de "lavado de cara" para dejar claro que Roma nunca habría aceptado algo tan deshonroso e indigno como librarse de un enemigo pagando a sus propios hombres para asesinarlo, aun cuando en este caso hubiera sido probablemente instigado por el propio general romano.

Tras la muerte de Viriato los lusitanos eligieron como su sucesor a un caudillo llamado Táutalo. Este trató de conquistar la ciudad de Sagunto, pero fue rechazado y tuvo que retirarse. Finalmente, aceptó negociar con los romanos, acordando rendir a su ejército y cesar las hostilidades a cambio de tierras donde los lusitanos pudieran asentarse.

En cuanto a Audax, Ditalco y Minuro, su destino no está claro. Varios historiadores afirman que fueron ejecutados por los propios romanos, aunque otros como Apiano cuentan que al final recibieron una recompensa (aunque no todo lo que les habían prometido) y fueron enviados a Roma.





domingo, 22 de diciembre de 2024

 La masacre del Boyd

La quema del Boyd (Walter Wright, 1908)

Construido en el año 1783 en los astilleros Hill de Limehouse (Londres), el Boyd era un bergantín de algo más de 33 metros de eslora y unas 400 toneladas de arqueo. Tuvo una vida un tanto agitada: destinado primero al comercio con las islas del Caribe, fue contratado en 1795 por la Compañía Británica de las Indias Orientales para un viaje a Calcuta. Sin embargo, a su regreso en 1797 fue capturado por los franceses y navegó bajo pabellón galo hasta que en 1803, al abrigo de la paz temporal sellada por el Tratado de Amiens, su propietario lo recompró y la dedicó de nuevo a comerciar con el Caribe. En 1804 volvió a ser capturado por un navío francés pero poco después la fragata HMS Galatea lo rescató y lo escoltó hasta la isla de Antigua.

Siguió comerciando con las colonias caribeñas hasta que en 1809 realizó su primer viaje con un tipo de carga totalmente diferente: el 10 de marzo partía del puerto irlandés de Cork bajo el mando del capitán John Thompson, llevando a bordo 139 presidiarios (de los cuales cinco murieron durante la travesía) con destino a la bahía de Sidney, donde debían cumplir sus penas, y a donde llegaron el 14 de agosto. Lejos estaban de imaginar que ese iba a ser su último viaje y que su trágico final haría famoso el nombre del Boyd.

Una vez entregado su "cargamento" el Boyd partió en octubre de la bahía de Sydney Cove de vuelta a Gran Bretaña. En este viaje iba a transportar una carga mucho menos comprometida: debían hacer escala en Whangaroa, en la costa de la Isla Norte de Nueva Zelanda, para cargar troncos de kauri (género Agathis, un género de árboles coníferas originario de Australasia y el Sudeste asiático cuyos troncos, rectos y anchos, y su madera, dura y resistente, los hacía muy apreciados para fabricar mástiles y vergas). Además, llevaban a bordo un grupo de pasajeros, en su mayor parte antiguos convictos que regresaban a sus hogares en Gran Bretaña tras cumplir sus penas. Entre los pasajeros iba un joven maorí llamado Te Ara, al que todos llamaban George, que tras más de un año embarcado como marinero en diversos buques ingleses (incluyendo una expedición para cazar focas en la Antártida) regresaba a su hogar en la bahía de Whangaroa. Te Ara había acordado con el capitán Thompson que se pagaría su pasaje trabajando, e iba a tener un papel capital en los sucesos que habrían de sucederle al barco y a sus ocupantes.

Sobre lo sucedido durante el viaje hay dos versiones. Según una, Te Ara se puso enfermo y no pudo o no quiso cumplir con las tareas que le asignaba Thompson. Según otra, el cocinero del buque había tirado accidentalmente al mar varias cucharillas mientras arrojaba los desperdicios por la borda, y para evitar ser castigado acusó al maorí de haberlas robado. Sea como fuere, el capitán decidió que Te Ara merecía un castigo, e hizo que le azotaran con el látigo de nueve colas y le privó de comida durante varios días.

Te Ara y Te Puhi (Samuel Seigh, 1823)

Era un castigo corriente a bordo de un barco para faltas menores. Pero Te Ara no era un maorí corriente. Era hijo de Te Puhi (o hermano, según otras fuentes), uno de los jefes de los maoríes de Whangaroa. Y para los maoríes, los jefes y sus familias eran intocables. Aquel correctivo, habitual para los británicos, suponía para Te Ara un ultraje inimaginable para él y para su familia, que exigía una contundente venganza. Pero, prudentemente, no dejó traslucir sus verdaderos sentimientos. Cuando el Boyd llegó a Whangaroa a principios de diciembre de 1809 a Te Ara le faltó tiempo para ir a ver a Te Puhi, contarle lo que había pasado y mostrarle las marcas aún frescas de los latigazos. Como era de esperar, Te Puhi se indignó con lo sucedido, igual que el resto de sus súbditos. Para Te Puhi no se trataba solo de un grave insulto a él y a su familia, sino que suponía una deshonra, una pérdida de su prestigio o "maná" que cuestionaba su autoridad frente a los suyos. Y para recuperarse de ese deshonor, se requería una vendetta, una represalia sangrienta y contundente. Así que Te Puhi llamó a su tribu al "utu" (venganza), pero advirtiéndoles que actuaran con normalidad para no poner sobre aviso a los británicos.

Durante tres días, los maoríes se mostraron afables y serviciales con los tripulantes del Boyd, quienes, lejos de sospechar nada, se dedicaban a comerciar y a hacer acopio de víveres para el inminente viaje de regreso a Europa. Al tercer día, Te Puhi en persona se ofreció a acompañar a Thompson al estuario del cercano río Kaeo, donde según él abundaban los kauri. El capitán aceptó el ofrecimiento y se llevó con él a su primer oficial y a otros tres marineros, sin imaginar que se encaminaban a una trampa. Porque apenas hubieron quedado fuera de la vista del Boyd, los maoríes los atacaron de improviso, matándolos a todos. Y a continuación, según sus costumbres rituales, llevaron los cuerpos a su aldea para devorarlos.

Esa noche un grupo de guerreros maoríes, vestidos con las ropas de los muertos, se acercó en una canoa al Boyd, fingiendo ser Thompson y sus acompañantes, que regresaban de su expedición, sin despertar sospechas entre los marineros que estaban de guardia. Rápidamente acabaron con ellos e hicieron señas a otras dos canoas llenas de guerreros, que abordaron el barco. Lo que vino a continuación fue una espantosa matanza. Los maoríes recorrieron el barco matando a todos los que se encontraban a su paso. Los pasajeros fueron llevados a cubierta y allí asesinados y descuartizados. Solo se salvaron cinco tripulantes, que en medio del caos consiguieron subirse al trinquete y esconderse en los aparejos; un grumete llamado Tom Davis o Davison, al que los atacantes encontraron escondido en la bodega, pero al que no mataron porque durante el viaje se había hecho amigo de Te Ara e incluso le había dado de comer a escondidas; y tres pasajeros, la señora Ann Morley y su bebé de pocos meses, y una niña de dos años llamada Elisabeth "Betsy" Broughton (cuya madre había sido una de las víctimas), a la que un jefe maorí tomó personalmente bajo su protección para que no sufriera daños.

Te Pahi

A la mañana siguiente apareció en la bahía una gran canoa. A bordo iba Te Pahi, el jefe maorí de la bahía de las Islas, a unos 60 kilómetros al suroeste de Whangaroa, que acudía a comerciar. Te Pahi era un buen amigo de los ingleses, a los que había tratado cordialmente e incluso había permitido que enviaran misioneros a sus dominios. Por eso, cuando vio a los supervivientes del Boyd pidiendo ayuda, acudió en su rescate pensando en ponerlos a salvo. Sin embargo, los maoríes de Whangaroa, al ver lo que intentaba, salieron en su persecución con varias canoas, profiriendo terribles amenazas si no se los entregaba. Te Pahi se asustó y desembarcó a los cinco marineros en la playa, donde no tardaron en ser cazados y asesinados uno a uno. Solo le perdonaron la vida al segundo oficial, con la condición de que les enseñara a fabricar anzuelos; pero como no quedaron satisfechos con sus habilidades, también él acabó muerto y devorado como sus compañeros. En total murieron a manos de los maoríes entre 67 y 70 personas.

Después de la matanza, los maoríes remolcaron el Boyd hacia su aldea hasta que encalló en unas marismas cerca de la isla de Motu Wai, donde empezaron a desvalijarlo: ropas, víveres, herramientas... En la bodega encontraron un cargamento de mosquetes y pólvora, y uno de los guerreros, un jefe llamado Pepio o Piopio, trató de cargar y disparar uno de ellos, como le había visto hacer a los británicos. La chispa del mosquete prendió la pólvora que los maoríes habían derramado mientras registraban el barco, haciéndola estallar. La explosión mató a diez maoríes, incluido Piopio, y desató un pavoroso incendio que, alimentado por varios barriles de aceite de ballena que llevaba en la bodega, no tardó en consumir la mayor parte del barco, quedando apenas el casco. A partir de entonces los maoríes consideraron los restos del Boyd como tapu (sagrado o prohibido).

Tres semanas después de la masacre aparecía en Whangaroa otro buque inglés, un mercante llamado City of Edinburgh (un antiguo buque español capturado por los ingleses), con Samuel Pattison como capitán y Alexander Berry (médico, comerciante y explorador de origen escocés), co-propiertario del barco, como sobrecargo. Estaban cargando kauri en la bahía de las Islas cuando supieron de la masacre a través de Te Pahi, y se apresuraron a dirigirse a Whangaroa con la esperanza de poder rescatar a los prisioneros. Lo primero que vieron al llegar a la bahía fue el casco quemado del Boyd y los huesos de sus infortunados tripulantes, apilados en varios montones a lo largo de la costa y con evidentes signos de canibalismo.

Berry se dispuso a negociar por los prisioneros de la manera que se hacían las negociaciones por aquel entonces: capturó a dos jefes maoríes que habían participado en el ataque y ofreció a Te Puhi intercambiarlos por los europeos cautivos, lo que fue aceptado. Una vez tuvo bajo su custodia a los prisioneros, Berry exigió que le entregaran también la documentación del Boyd, amenazando con llevarse a los jefes a Europa para ser juzgados. Cuando también esto fue aceptado, Berry puso en libertad a los jefes con la condición de que, como castigo, fueran despojados de su rango, aunque nunca esperó que los maoríes cumplieran con ello. Como explicaría más tarde en una carta a Lachlan Macquarie, gobernador de Nueva Gales del Sur, había renunciado a medidas más severas (como ejecutar a ambos jefes en represalia, como algunos le reclamaron más tarde) para no prolongar el enfrentamiento y evitar así que más europeos pudieran, en un futuro, ser víctimas de la ira de los maoríes.

Retrato de Elizabeth Broughton (Richard Read,1814)

El City of Edinburgh partió de Whangaroa llevando a los supervivientes, la documentación del Boyd, y también los huesos de sus tripulantes, para darles un entierro digno en el mar. Su plan original era regresar a Gran Bretaña bordeando el Cabo de Hornos, pero una serie de tormentas dañaron el buque y lo obligaron a dirigirse al puerto de Lima para reparar los daños sufridos. En Lima murió la señora Morley, quien nunca llegó a recuperarse por completo del shock provocado por los horrores de los que había sido testigo. Su hijo y la pequeña Betsy Broughton quedaron al cuidado de una familia española durante casi un año; a finales de 1811 Berry se los llevó a Rio de Janeiro, donde en marzo de 1812 los embarcó en un ballenero llamado Atalanta, que los llevó de regreso a Australia para reunirse con sus familias. Betsy se casaría más tarde con Charles Throsby, sobrino del célebre explorador del mismo nombre, con el que tuvo diecisiete hijos, y murió en Moss Vale (Nueva Gales del Sur) en 1891. En cuanto al grumete Davis, regresó a Inglaterra a bordo del mercante Archduke Charles y se hizo marinero. Moriría joven, en 1822, al ahogarse mientras exploraba la desembocadura del río Shoalhaven a las órdenes de Berry.

 Meses después de la masacre, las tripulaciones de seis balleneros británicos, el Atalanta (el mismo que un par de años más tarde habría de llevar a Betsy Broughton y al pequeño Morley de vuelta a Australia), el Inspector, el New Zealander, el Perserverance, el Speke y el Spring Grove, decidieron tomarse la justicia por su mano y lanzar un ataque contra los maoríes en venganza. Lamentablemente, se confundieron y en lugar de atacar Whangaroa atacaron la ensenada de Rangihoua, en la que se encontraba la aldea del jefe Te Pahi, al que creyeron responsable. Los balleneros provocaron una terrible matanza en la que perdieron la vida entre 50 y 60 maoríes y un marinero, y el propio Te Pahi resultó herido. Te Pahi, culpando a Te Puhi y a sus acciones de la tragedia sucedida en su aldea, lanzó un ataque contra él, un ataque que fracasó y en el que el propio Te Pahi perdió la vida. La enemistad entre ambas tribus se prolongaría durante años hasta que un misionero llamado Samuel Mardsen logró que hicieran las paces.

La masacre de los tripulantes del Boyd alcanzó gran resonancia en el Reino Unido, y según fuentes contemporáneas, redujo casi a cero el número de barcos británicos que se aventuró por aquellas costas en los siguientes tres años. También hizo cambiar de planes a un grupo de misioneros que tenían previsto desplazarse a aquellas tierras mas o menos por la misma época. 

La medalla de Te Pahi

Como curiosidad, la medalla que los ingleses habían otorgado a Te Pahi fue robada durante el saqueo de su aldea por parte de los balleneros ingleses. Tras dos siglos desaparecida, reapareció por sorpresa en 2014 en una casa de subastas de Sydney. Fue comprada a medias por el Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa de Wellington y el Museo Memorial de Guerra Tāmaki Paenga Hira de Auckland.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Los cuernos de oro de Gallehus

Las réplicas de los Cuernos de Gallehus que se exhiben en el Museo Nacional de Copenhague


El 20 de julio de 1639 una joven llamada Kirsten Svendsdatter encontraba cerca de la pequeña villa de Gallehus (al norte de la localidad de Møgeltønder, en el sur de la península de Jutlandia) un extraordinario cuerno de oro con numerosas figuras decorándolo. El cuerno estaba parcialmente enterrado y Kirsten lo descubrió al ver algo que sobresalía del suelo. La joven escribió una carta al rey Christian IV de Dinamarca ofreciéndole el cuerno, y el rey aceptó de buena gana el obsequio, enviándole como recompensa una falda. El rey entregó el cuerno a su hijo el príncipe Christian, el cual lo utilizó como vaso, tras añadirle un pomo dorado en su extremo más estrecho. 

Casi un siglo más tarde, el 21 de abril de 1734, un campesino llamado Erich Lassen encontró un segundo cuerno, similar al primero, a apenas veinte metros del lugar en el que había aparecido el otro. Lassen entregó el cuerno al gobernador de la zona, el conde de Schackenborg, el cual a su vez se lo envió al rey Christian VI, quien le entregó como agradecimiento 200 rigsdalers. Ambos cuernos pasaron entonces a custodiarse en la Real Cámara de Arte del palacio real de Christiansborg, en Copenhague.

Ambos cuernos eran obras excepcionales de similar factura. Habían sido construidos con una doble capa de láminas de oro, estando la capa interna hecha de oro de baja calidad, amalgamado con plata, mientras que la capa externa era de oro puro. Las capas exteriores estaban formadas por anillos decorados con numerosas figuras soldadas a ellos. Fueron datados en torno al año 400 d. C., en la Edad del Hierro germánica y aún se discute sobre si eran utilizados para beber en ellos (lo más probable) o bien como instrumentos musicales. 

El cuerno hallado en 1639 era el más largo de los dos. Medía, de acuerdo con las descripciones, 75'8 centímetros, con una apertura de 10'4 centímetros de diámetro y un peso de unos 3'2 kilos. Estaba formado por siete anillos profusamente decorados con figuras de personas y animales, seguidos de otros seis anillos sin decoración que probablemente habían sido añadidos poco después de su descubrimiento, cuando había sido restaurado (sin ellos, la longitud del cuerno era de 52 centímetros). En 1641 el médico y anticuario Ole Worm había publicado De aureo cornu, un tratado sobre el cuerno con una prolija descripción que incluía la primera representación gráfica del mismo, un grabado obra de Simon de Pas.

El segundo cuerno era más corto, aunque pesaba casi lo mismo. No se saben sus dimensiones exactas, pero estaba formado por seis anillos, cinco de ellos decorados y uno en el que figuraba una inscripción rúnica en alfabeto futhark antiguo e idioma protonórdico: ᛖᚲᚺᛚᛖᚹᚨᚷᚨᛊᛏᛁᛉᚺᛟᛚᛏᛁᛃᚨᛉᚺᛟᚱᚾᚨᛏᚨᚹᛁᛞᛟ, que se puede traducir como "Yo Hlewagastiz Holtijaz hice el cuerno". De este cuerno también se conserva un pequeño tratado con su descripción, escrito por el archivero Joachim Richard Paulli el mismo año en el que fue descubierto.

El grabado del primer cuerno, publicado en la obra de Ole Worm

Ambos cuernos permanecieron en Christianborg hasta una aciaga noche de 1802. La madrugada del 4 de mayo de ese año un orfebre y relojero llamado Niels Heidenreich, con antecedentes por falsificación y numerosas deudas, se coló en el palacio usando una llave maestra y se llevó los cuernos a su casa, donde lamentablemente los fundió para apropiarse del oro del que estaban hechos. Cuando se descubrió el robo, se ofreció una recompensa de 1000 rigsdalers para quien pudiera descubrir al culpable.

Heidenreich usó el oro para fabricar joyas y también pagodas (un tipo de monedas indias de oro, muy apreciadas en la época) falsas, que trató de vender a algunos de sus colegas orfebres. Pero el gran maestre del gremio de orfebres, Andreas Holm, se dio cuenta en seguida de que las monedas no solo eran falsas, sino que estaban hechas de oro de baja calidad mezclado con latón. Sospechando que Heidenreich tenía algo que ver con el robo de los cuernos, Holm y los demás orfebres lo sometieron a una discreta vigilancia y por fin alguien lo vio arrojando al foso de la ciudad varias planchas para la impresión de monedas. Holm lo denunció a las autoridades y el 27 de abril de 1803 fue arrestado. No tardó en confesar el robo y la destrucción de los cuernos, lo que generó una oleada de indignación popular. El 10 de julio de ese año fue enviado a prisión, donde permaneció 37 años, hasta que fue puesto en libertad en 1840, cuatro años antes de su muerte.

Perdidos para siempre los cuernos originales, quedaba la opción de fabricar réplicas. A finales del siglo XVIII se habían hecho sendos moldes de yeso de ambos cuernos, encargadas por un cardenal romano aficionado a la arqueología, pero lamentablemente los moldes se habían perdido al naufragar en las costas de Córcega el barco que los transportaba. Hubo que recurrir por lo tanto a los grabados y descripciones que se habían hecho de ellos. En 1860 se fabricaron dos réplicas que fueron expuestas en el Museo Nacional, pero en torno a 1940 nuevos estudios concluyeron que estas réplicas no eran fieles a los originales y en 1945 se construyeron nuevas réplicas. De estas copias, una pareja pertenece a la Casa Real danesa, que las conserva en su palacio de verano en Gråsten, y otro par se encuentra en el Museo de Malmö.

En 1979 se hizo un nuevo par de réplicas en oro que se exhibe en la actualidad en el Museo Nacional de Copenhague. También hay réplicas en el Museo Moesgaard de Aarhus, en el Museo Kongernes Jelling de Jelling y en el Museo de Arte de Tønder. Irónicamente, las copias del Moesgaard fueron robadas en 1993, aunque fueron encontradas poco después abandonadas en un bosque; y las del Kongernes en 2007, aunque fueron recuperadas solo un par de días después. Seguramente tuvo que ver con su recuperación el hecho de que ninguna de ellas es de oro; las del Moesgaard son de latón dorado y las del Kongernes, de plata con un baño de oro.

El supuesto mensaje cifrado oculto en uno de los cuernos de Gallehus

Los investigadores todavía siguen estudiando las inscripciones de los cuernos, buscando nuevas interpretaciones. El investigador alemán Willy Hartner propuso en 1969 que las figuras de ambos cuernos representan constelaciones y hacen referencia a un eclipse lunar ocurrido en el 412 y a un eclipse de sol del 413. Además, propuso que las 22 figuras del anillo superior del cuerno más largo son en realidad una especie de conjuro cifrado en lenguaje rúnico cifrado que se leería como "Luba horns ens helpa hjoho", o lo que es lo mismo, "Que yo, la poción en este cuerno, sea de ayuda al clan".

El único vestigio que queda de los cuernos originales es un par de pendientes que Heidenreich hizo con su oro, y que una bisnieta suya donó al Museo de Ringen.