Verba volant, scripta manent

domingo, 9 de noviembre de 2025

12 hallazgos arqueológicos únicos y extraordinarios

 El príncipe celta de Glauberg


El oppidum (fortaleza) de Glauberg estuvo habitado desde el Neolítico (aproximadamente 4500 años antes de Cristo) hasta que fue abandonado definitivamente en el siglo XIII de nuestra era, pero alcanzó su mayor esplendor durante su fase celta (siglos VI-I a. C.). En esa época Glauberg era un centro político y económico de primer orden que controlaba una amplia región y estaba habitado por varios miles de personas. En 1988 un grupo de historiadores aficionados reconocieron en una exploración aérea lo que parecía ser un gran túmulo funerario a unos 300 metros al sur del oppidum, que hasta entonces había pasado desapercibido debido a siglos de erosión y trabajos agrícolas. El túmulo fue excavado entre 1994 y 1997 y en su interior se hallaron dos enterramientos: una cámara de paredes de madera con los restos de un guerrero, que había sido enterrado con un extraordinario torque (un collar rígido formado por cuerdas de metal entrelazadas) de oro, una jarra de bronce que había contenido hidromiel y varias armas, incluyendo una espada corta típica de la cultura La Tène; y una urna con las cenizas de una cremación, también enterrada junto a varias armas. Sin embargo, el hallazgo más sorprendente tuvo lugar en 1996 cuando se desenterró una espectacular estatua de piedra arenisca que habría estado colocada delante de la entrada principal del túmulo. A esta estatua se la llamó Der Keltenfürst (El príncipe celta) y representa con extraordinario detalle a un guerrero celta de muy alto rango. La estatua, intacta a excepción de sus pies, mide 1'86 metros y pesa 230 kilos. El guerrero viste pantalones ceñidos, una armadura, una túnica corta, y lleva un escudo y una espada típicamente La Tène en su cadera derecha. Lleva varios brazaletes, un anillo en su mano derecha y un torque con tres colgantes idéntico al hallado en el cuerpo del túmulo. Lleva también una especie de tocado con forma de hojas de muérdago (una planta sagrada para los celtas) que indicaría que además de guerrero era también un druida; restos de un tocado similar se han hallado en la tumba del túmulo. Estas coincidencias hacen pensar que el príncipe celta es un retrato de la persona enterrada en el túmulo, con el objetivo de perpetuar su memoria; un indicativo de la extraordinaria importancia que debió tener en vida. En la actualidad el príncipe celta de Glauberg se exhibe junto a los demás hallazgos en un museo construido ex-profeso junto al yacimiento.

La espada de Goujian


Entre octubre de 1965 y enero de 1966 un grupo de arqueólogos chinos llevó a cabo una serie de prospecciones en la provincia de Hebei, en los alrededores de las ruinas de la ciudad de Ying, que había sido capital del Reino de Chu entre los siglos VII y III a. C., en los períodos conocidos como "De Primaveras y Otoños" y "De los Reinos Combatientes". Uno de sus hallazgos más significativos fue medio centenar de tumbas de personalidades de alto rango de Chu. En una de esas tumbas, a siete kilómetros de Ying, se encontró un sarcófago en cuyo interior había un esqueleto y junto a él un estuche de madera lacada, bellamente trabajado, en cuyo interior había una extraordinaria espada de bronce, que a pesar de tener dos mil quinientos años de antigüedad y haber sido hallada en una tumba inundada no mostraba signos de oxidación e incluso seguía estando afilada; tanto que el arqueólogo que la encontró se cortó con ella en un dedo al manipularla. La espada mide 55'6 centímetros de largo, de los que 8'4 corresponden a la empuñadura, revestida de seda; pesa 845 gramos y su hoja es ligeramente más ancha cerca de la empuñadura, y está decorada con incrustaciones de cristal azul y turquesas. Se sabe a quién pertenecía gracias a una inscripción en la hoja cerca de la empuñadura en la llamada "escritura de pájaro-gusano" y que dice "El rey Goujian de Yue hizo esta espada para su uso personal". Goujian fue rey del reino sureño de Yue, famoso por su poderío militar y por la calidad de las armas que fabricaba, entre el 496 y el 465 a. C. Se desconoce como fue a parar su espada a una tumba de Chu (obviamente no era la suya) pero es posible que fuera tomada como botín de guerra cuando una alianza de los reinos de Chu y Qi conquistó Yue en el 306 a. C. El motivo de su excelente estado de conservación se debe, por un lado, a que el estuche de madera que la contenía era prácticamente hermético, lo que la protegió de la humedad; y por otro su composición, que deja bien a las claras la habilidad y el conocimiento de los herreros de su época. La espada está fabricada con dos tipos de bronce: el cuerpo de la espada es de un bronce rico en cobre, lo que le da resistencia y flexibilidad; mientras que el filo es de un bronce con alto contenido en estaño, para darle mayor dureza. Además, presenta un alto contenido en azufre, lo que previene la oxidación. En la actualidad se halla en el Museo Provincial de Hubei.


El caldero de Gundestrup


En el año 1891 un grupo de trabajadores que extraía turba en una turbera cercana a la aldea danesa de Gundestrup halló enterrado un caldero de plata datado entre los siglos II y I a. C., lo que lo sitúa en el período La Tène tardío o bien en la temprana Edad de Hierro romana. El llamado Caldero de Gundestrup es el más grande conocido de la Edad de Hierro europea; mide 69 centímetros de diámetro y 42 de alto, para un peso total de casi nueve kilos, y probablemente tenía un uso ritual. Está fabricado en plata de elevada pureza (97%) con incrustaciones de oro y vidrio y soldaduras de estaño. Cuando se halló estaba desmontado; consta de un fondo redondeado sobre el que se montan siete placas exteriores y cinco interiores, todas profusamente decoradas con figuras animales, vegetales y antropomórficas, creadas con la técnica del repujado. Sin embargo, no está completo: falta como mínimo una octava placa exterior, y tenía un reborde redondeado que solo dos de las placas conservan. Aunque se halló en el norte de Dinamarca, es casi seguro que se fabricó lejos de allí, y su creación supone una curiosa e intrigante mezcla de estilos, influencias y materiales. Así, la técnica metalúrgica es muy probablemente tracia, mientras que las figuras que lo decoran mezclan influencias galas, tracias, grecorromanas e incluso de Oriente Medio. La plata (un material no muy habitual en la metalurgia celta) procede de numerosos yacimientos diferentes de Francia septentrional y Alemania occidental, y se sabe que al menos una parte de ella no procedía directamente de la mina, sino que se obtuvo fundiendo plata ya trabajada en forma de lingotes u otros objetos. El oro, según su contenido en plata y cobre, procede al menos de dos fuentes diferentes, mientras que el estaño de las soldaduras procede de minas de Cornualles. Y, finalmente, las incrustaciones de vidrio (fundamentalmente en los ojos de las figuras), de acuerdo a su composición, tienen su origen en el Mediterráneo oriental. El caldero fue comprado por el gobierno danés poco después de su descubrimiento; en la actualidad se halla en el Museo Nacional de Dinamarca (Copenhague).


El Khatt Shebib


En el desierto del sur de Jordania se encuentra uno de los restos arqueológicos más sorprendentes y misteriosos de la región: el Khatt Shebib, un muro de piedra que se extiende a lo largo de nada menos que 150 kilómetros, desde Wadi Al-Hasa hasta Ras An-Naqab. Descrito por primera vez en 1948 por el diplomático y militar británico sir Alec Kirkbride, los beduinos de la región lo llaman Khatt Shebib ("La línea/El muro de Shebib") porque atribuyen su construcción a un príncipe árabe llamado Amir Shebib Al-Mahdawi, aunque se sabe que el muro es mucho más antiguo. Algunos arqueólogos lo datan en el período del reino Nabateo (siglos III-II a. C.), pero estudios recientes indican que puede ser varios siglos más antiguo y datar de finales de la Edad de Hierro, en torno al siglo VI a. C. Su función tampoco está clara; Kirkbride creía que era una estructura defensiva, pero su escasa altura (apenas metro y medio en sus partes más altas) parece descartarlo. Se ha propuesto que servía para proteger las zonas agrícolas al oeste del muro de las incursiones de rebaños de animales salvajes, como cabras o camellos; o bien que marcaba la frontera entre las zonas agrícolas y los pastos utilizados por los pastores beduinos seminómadas.


La daga de Alaca Höyük


En el yacimiento hatita de Alaca Höyük (Turquía) se halló esta curiosa daga de hoja de hierro y empuñadura de oro datada en torno al 2500 a. C. Esta daga no solo supone el objeto de hierro más antiguo hallado en Asia Menor, sino que se fabricó más de un milenio antes del inicio de la Edad del Hierro. Un estudio llevado a cabo por científicos japoneses en 2008 concluyó que el hierro con el que se fabricó la daga procede, casi con total seguridad, de un meteorito. En la actualidad se halla en el Museo de Civilizaciones Anatolias de Ankara.


La Estela de los Buitres


En torno al siglo XXVI a. C. las ciudades-estado sumerias de Lagash y Umma se enzarzaron en una guerra por el control de Gu-Edin, una fértil planicie situada entre ambas. La guerra se prolongó durante 150 años, con victorias alternativas de uno y otro bando, y es considerada como la primera guerra entre estados bien documentada de la historia. Sobre el año 2460 a. C. el rey Eannatum de Lagash derrotó en una batalla al ejército de Ush, rey de Umma, que había invadido su territorio. Como consecuencia, Ush perdió a 3600 de sus hombres y a su regreso a Umma murió asesinado durante una revuelta. Para conmemorar la victoria, Eannatum ordenó la construcción de la llamada Estela de los Buitres: una losa de piedra caliza, de unos 180 centímetros de altura, cubierta de escritura cuneiforme y figuras por ambas caras. En una de sus caras, de temática mitológica, están representados el dios Ningirsu y la diosa Ninhursag. En la otra cara se representa a Eannatum al frente de sus soldados, caminando sobre los cadáveres de sus enemigos, en los que hacen presa los buitres que dan nombre a la estela. De la estela solo se conserva una pequeña parte, fragmentada en varios pedazos que fueron hallados en la ciudad de Tello (en el sur del actual Iraq), donde antaño se encontraba la ciudad sumeria de Girsu, a lo largo de la década de 1880. Casi todos los fragmentos pertenecen al Museo del Louvre desde su descubrimiento, salvo uno que fue propiedad del Museo Británico hasta que en 1932 fue donado también al Louvre para que todos los pedazos permanecieran juntos.


La dama del ojo dorado


Shahr-i Sokhta (en persa, La ciudad quemada) es un yacimiento arqueológico situado en la provincia iraní de Sistán, cerca de la frontera con Pakistán. Se fundó a mediados del cuarto milenio antes de Cristo y quedó abandonado unos mil doscientos años más tarde, después de haber llegado a ser uno de los asentamientos urbanos más grandes de la Edad del Cobre. Entre sus restos se encuentra un enorme cementerio en el que se calcula que hay entre 25 y 40000 enterramientos. En ese cementerio, en la campaña de 2007-2008 un grupo de arqueólogos iraníes e italianos realizó un sorprendente descubrimiento en una de las tumbas, catalogada con el número 6705. La tumba contenía el esqueleto de una mujer de alto rango muerta en torno al 2900-2800 a. C. cuando contaba unos 30 años de edad. Aunque algunos la llaman "la sacerdotisa" es más probable que formara parte de la familia real, de la alta aristocracia o al menos de una familia rica. Se cree que no era oriunda de la región y que podía proceder de Arabia. Era extraordinariamente alta para la época (en torno a 1'82 metros de altura) y fue enterrada envuelta en un sudario y acompañada de un suntuoso ajuar que incluía una veintena de recipientes de cerámica, un espejo de cobre, varias cuentas hechas de turquesa y lapislázuli, y una bolsa de cuero y una cesta de mimbre de las que solo quedaban algunos restos. Pero lo más inusual estaba en el cráneo: en su órbita izquierda había un ojo artificial, considerado la prótesis ocular más antigua que se conoce. El ojo, semiesférico y de unos 3 centímetros de diámetro, está hecho de brea mezclada con algún tipo de grasa animal, lo que lo hace muy ligero, y presenta diminutas hebras de oro, de menos de medio milímetro de grosor, formando una decoración radial. A ambos lados presenta sendos agujeros, probablemente para atar en ellos un hilo que mantuviera el ojo en su sitio, igual que un parche. Restos de pigmento blanco hacen pensar que el ojo estaba pintado imitando el color de un ojo real. Además, se sabe que el ojo no era un objeto ceremonial, ni fabricado para ser enterrado con ella; el desgaste del ojo e indicios de una infección en el borde de la órbita (debido al continuo roce) hacen pensar con bastante fundamento que la mujer llevaba el ojo habitualmente. Algunos estudiosos opinan que el peculiar diseño del ojo indicaría que a la mujer se le atribuían poderes proféticos o de clarividencia.


El busto de Julio César


Durante unas prospecciones arqueológicas llevadas a cabo entre septiembre y octubre de 2007 un grupo de buzos expertos en arqueología subacuática extrajo numerosas piezas de distintas épocas del fondo del río Ródano, cerca de la ciudad francesa de Arles. Entre las piezas halladas destacaba un magnífico busto de mármol con la efigie de Julio César. Lo verdaderamente interesante de este busto es que ha sido datado en torno al año 46 a. C.; es decir, dos años antes del asesinato de César. De todos los retratos que nos han llegado de él, este es el único que fue hecho en vida de César, y por lo tanto el que más posibilidades tiene de ser fiel a su apariencia real. Con la cara redonda, el ceño fruncido, la calvicie incipiente y los ojos vivos, el busto se asemeja bastante a la descripción de Julio César dada por el historiador Suetonio. El arqueólogo que dirigió las prospecciones sospecha que el busto fue arrojado al Ródano de manera intencionada poco después del asesinato de César, ya que su dueño tendría miedo a sufrir represalias si era señalado como seguidor suyo.


La vasija de los agujeros


En 2011 alguien encontró entre los fondos del Museo Arqueológico de Ontario (Canada) los restos fragmentados de una vasija de cerámica de origen incierto, probablemente romana, y decidió reconstruirla. La sorpresa vino cuando, una vez estuvo completa, se vio que estaba cubierta de agujeros por toda su superficie. Ningún experto en cerámica romana conocía algo de ese estilo (aunque no hay registros, se cree que la vasija fue hallada en Londres en la década de 1950 y llegó al Museo como parte de los objetos donados por aquella época por el arqueólogo británico William Francis Grimes). Las especulaciones se sucedieron. ¿Era una lámpara? ¿Se usaba para transportar animales vivos, como serpientes? ¿O quizá era un glirarium, una vasija en la que los romanos criaban y engordaban lirones, unos animalillos que para ellos eran una delicatessen? La respuesta estaba a miles de kilómetros de allí, en el norte de África. El Museo Arqueológico de Susa (Túnez) conserva una de las mejores colecciones de mosaicos romanos del mundo, entre ellos varios de temática marina. En uno de ellos aparecen dos pescadores que están pescando pulpos utilizando unas vasijas con agujeros virtualmente idénticas a la conservada en Ontario.


La inscripción de Behistún


En la provincia iraní de Kermanshah, tallada en un acantilado a más de 100 metros de altura, al borde de un antiguo camino que comunicaba las ciudades de Babilonia y Ecbatana, se encuentra esta monumental inscripción, hecha por orden del rey persa Darío I en algún momento indeterminado de su reinado (522-486 a. C.). Mide unos 15 metros de alto por 25 de ancho, y está compuesta de un retrato en relieve que muestra al propio Darío, con su pie sobre el cuerpo del usurpador Gaumata (al que Darío derrotó para alcanzar el trono de Persia), acompañado de dos sirvientes y nueve figuras con el cuello y las muñecas encadenadas, representando a los pueblos a los que había sometido. Rodeando el retrato hay varios paneles profusamente cubiertos de escritura cuneiforme. En realidad no es una única inscripción, sino tres versiones de la misma, en tres idiomas diferentes (persa antiguo, elamita y babilónico), y consiste en una alabanza hacia Darío y una descripción minuciosa de sus hazañas y victorias, antes y después de acceder al trono. Aunque ya es mencionada por autores clásicos como Ctesias de Cnido, Tácito y Diodoro de Sicilia, el primer europeo moderno que la menciona es el británico Robert Shirley en 1598. Curiosamente, Shirley y varios occidentales que la visitaron después de él creyeron que se trataba de una inscripción cristiana y que la figura del relieve era Jesús con sus discípulos. Aparte de su monumentalidad, su verdadera importancia viene dada porque fue vital para el descifrado de ese tipo de escritura, hasta el punto que se la llama "la piedra Rosetta de la escritura cuneiforme". En 1835 el militar británico sir Henry Rawlinson logró copiar la inscripción en persa antiguo y consiguió descifrarla tras tres años de trabajo, gracias a las investigaciones previas del alemán Georg Friedrich Grotefend, quien había identificado algunos caracteres y algunas de las normas de la gramática persa. En 1843 Rawlinson consiguió copiar las otras dos inscripciones, que también pudieron ser descifradas. El conocimiento de tres de los principales idiomas mesopotámicos y las normas de la escritura cuneiforme se considera el punto de partida de la asiriología como disciplina. En 2006 fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.


El águila de Silchester


Calleva Atrebatum fue un oppidum (colina fortificada) cercano a donde hoy se encuentra el pueblo inglés de Silchester. Fue originalmente la capital de la tribu de los atrebates y tras la conquista romana pasó a ser una ciudad romana. Las primeras excavaciones de sus restos fueron llevadas a cabo en la segunda mitad del siglo XIX bajo la supervisión de James G. Joyce, un sacerdote anglicano entusiasta de la arqueología. Fue allí donde el 9 de octubre de 1866 se encontró, excavando en la basílica (un edificio público que se hallaba en el foro y se dedicaba a diversos usos), la llamada Águila de Silchester, enterrada en una capa de madera carbonizada. El águila está hecha de bronce y mide unos 15 centímetros de altura. Le faltan las alas y una pequeña tapa cuadrada en la espalda, que tapaba el acceso al interior hueco de la estatua. Durante un tiempo se creyó que podía tratarse de un aquila, el estandarte de una legión romana, y que había sido escondido para protegerlo. Estudios más recientes indican que formaba parte de un conjunto escultórico mayor, y que probablemente era chatarra e iba a ser fundida para reutilizar el metal. La curvatura de sus pies sugieren que el águila estaba sobre un objeto redondo, probablemente un orbe sostenido en su mano por una escultura mayor, quizá del dios Júpiter. Se encuentra en la actualidad en el Museo de Reading, y su hallazgo ha inspirado novelas como El águila de la novena legión, de Rosemary Sutcliff.


El Monolito de Coyolxauhqui


El 21 de febrero de 1978 un grupo de trabajadores de una compañía eléctrica que excavaban en las inmediaciones del Gran Templo de México (Ciudad de México) para instalar el cableado subterráneo toparon con una enorme roca cubierta de figuras talladas que representaban uno de los mitos fundacionales de la religión mexica: la derrota y descuartizamiento de Coyolxauhqui, la diosa de la Luna, a manos de su hermano Huitzilopochtli, dios del Sol, en el cerro Coatepec. El monolito, de forma irregular y entre 3'25 y 3'04 metros de diámetro, está labrado en andesita de lamprobolita, una roca volcánica de color rosado ampliamente utilizada por los mexicas. Aunque actualmente desprovista de pigmentos, se sabe que en su día estuvo profusamente teñida de color rojo, azul y amarillo. Originalmente se encontraba al pie de la escalera del templo dedicado a Huitzilopochtli, y se cree que los sacrificios humanos al dios del Sol reproducían el mito de Coyolxauhqui: los prisioneros eran sacrificados en un altar en lo alto del templo, tras lo cual sus cuerpos eran arrojados escaleras abajo para ser luego decapitados y descuartizados sobre el Monolito. En la actualidad se encuentra en el Museo del Templo Mayor, no muy lejos del lugar de su hallazgo.

domingo, 2 de noviembre de 2025

Por qué Crispin Glover no estuvo en las secuelas de Regreso al futuro



Recientemente se han cumplido 40 años del estreno en cines de la película Regreso al futuro. Fue un proyecto que tuvo no pocos problemas para llegar a la gran pantalla tal y como lo conocemos. Columbia Pictures, la primera productora que aceptó el proyecto, presentado por el director Robert Zemeckis y el productor Bob Gale allá por 1980, acabó por rechazarlo porque le parecía "demasiado ingenuo" para ser una comedia adolescente. La película fue ofrecida entonces a Disney, que también la rechazó... por el motivo contrario: porque les parecía que una madre que se sentía atraída por su hijo era demasiado escandaloso para una película familiar Disney. Tras algún que otro rechazo más finalmente la compró Steven Spielberg a través de su productora Amblin Entertainment, que sería la que, en colaboración con Universal Pictures, la llevó a término.

No se quedaron ahí los problemas del filme. El guión sufrió numerosos cambios a lo largo de los años e incluso fue reescrito en un par de ocasiones. Y en cuanto al reparto, Michael J. Fox fue la primera elección como protagonista, pero por aquel entonces el rodaje de la serie de televisión Family ties apenas le dejaba tiempo libre, así que contrataron a Eric Stoltz, que había impresionado a Zemeckis y Gale con su trabajo en Mask, donde interpretaba a un joven con una deformidad facial. Sin embargo, con buena parte del rodaje ya realizado, Zemeckis decidió que Stoltz no era el adecuado para el papel; su interpretación era demasiado intensa y dramática para el tono de comedia de la película. Así que Stoltz fue despedido y, esta vez si, Fox consiguió compatibilizar ambos rodajes y pudo incorporarse a la película, incluyendo volver a rodar todas las escenas que ya había rodado Stoltz.

Después de tantos problemas, la película tuvo un éxito rotundo. Recaudó cerca de 400 millones de dólares en todo el mundo y se convirtió en la película más taquillera de 1985. Este éxito propició que de inmediato comenzara la planificación de una secuela, a pesar de que, como el propio Zemeckis admitiría más tarde, nunca había tenido esa intención. Al final serían dos secuelas, y no una, que se rodaron simultáneamente durante buena parte de 1989, y se estrenaron con seis meses de diferencia, en noviembre de 1989 y mayo de 1990.

La intención de los productores era contar en las dos secuelas con el mismo reparto de la original. Y lo consiguieron con la mayor parte: Fox (Marty McFly), Christopher Lloyd (Doc Brown), Thomas F. Wilson (Biff Tannen y su antepasado Buford Tannen), Lea Thompson (Lorraine McFly) o James Tolkan (el director Strickland y su antepasado, el Marshall Strickland) aceptaron regresar. Pero no todos repitieron. Así, Claudia Wells, que interpretaba a Jennifer, la novia de Marty, tenía intención de retomar su papel, pero después de que su madre fuera diagnosticada de cáncer decidió dejar a un lado su carrera como actriz para cuidarla (tardaría más de veinte años en volver a actuar) y fue sustituida por Elisabeth Shue, que rodó las dos secuelas, incluyendo una repetición escena por escena del final de Regreso al futuro para el inicio de la segunda parte. Marc McClure y Wendy Jo Sperber, que daban vida a los hermanos de Marty, Dave y Linda, no aparecieron en la secuela porque Wendy estaba embarazada y no podía actuar; y a los productores les pareció incoherente que apareciera solo uno de los dos hermanos, así que también dejaron a Marc fuera de la segunda parte; aunque ambos si estarían, brevemente, en la tercera. Y tampoco repitió Crispin Glover, que daba vida a George McFly, el padre de Marty (a pesar de ser tres años más joven que Fox). Aunque esto no fue una sorpresa para casi nadie.

Pese a su juventud, Glover tenía cierta fama de actor "difícil", y su comportamiento durante el rodaje lo confirmó. Principalmente, Glover tenía ideas propias sobre como debía interpretar a George McFly y estaba dispuesto a actuar conforme a ellas, aunque ello supusiera desobedecer las indicaciones de Zemeckis. Una de las cosas que hacía y que ponía de los nervios al equipo técnico era ignorar las indicaciones que le hacían acerca de dónde debía colocarse en cada toma. Si le decían que se colocara en un lugar determinado, Glover hacía caso omiso y se colocaba donde le parecía, o incluso se movía durante la toma. La situación llegó a tal punto que en un par de ocasiones los técnicos "encerraron" a Glover en una especie de corral hecho con sacos de arena y maderos para que no se moviera.

Pero lo que más enfadó a Zemeckis es que Glover cuestionara directamente su guión. Al actor no le gustaba el final de la película, en el que Marty McFly regresaba a su época para encontrar a su familia feliz, exitosa y rica. Según Glover le dijo directamente al director, ese final enviaba un mensaje equivocado a los espectadores: les sugería que el dinero daba la felicidad, que para ser feliz hacía falta tener dinero y comprar cosas. Para Glover, habría sido mucho mejor que Marty regresara a la casa humilde en la que se había criado, pero encontrando a sus padres enamorados y felices. Y a Zemeckis no le gustó que un actor cuestionase su historia.

Por eso, cuando llegó la hora de rodar las secuelas, los productores trataron de contar con Crispin Glover, pero sin ponerle demasiado empeño. Hubo algunas negociaciones y una oferta que el actor consideró insuficiente. Según contaría años después en una entrevista, la oferta más alta que le hicieron fue de apenas 125000 $, muy inferior según él a lo que cobraban otros compañeros. Bob Gale diría más tarde que “Crispin tuvo la oportunidad de participar en la secuelas, pero la rechazó por dinero”.

¿Y qué hicieron entonces los productores? En lugar de sencillamente eliminar el personaje contrataron a otro actor, Jeffrey Weissman, para hacer de George, sometiéndolo a intensas sesiones de maquillaje e incluso aplicándole unas prótesis faciales en nariz, barbilla y mejillas para aumentar su parecido a Crispin Glover. Unas prótesis que, según se supo más tarde, se habían fabricado a partir de un molde del rostro de Glover que se había realizado durante el rodaje de la primera parte, para ayudar a los maquilladores a preparar el maquillaje del actor cuando interpretaba al George adulto. Además también reutilizaron algunas imágenes rodadas para la película original, y recurrieron a "trucos" como colocar a Weissman en un segundo plano o ponerle gafas de sol para que no se notara tanto que era otro actor.

Jeffrey Weissman y Lea Thompson en Regreso al futuro II

Obviamente cuando Glover se enteró no le hizo ninguna gracia y en 1990 presentó una demanda contra los productores Bob Gale y Neil Canton por usar su imagen sin su permiso y por no pagarle por volver a usar el material de la primera película. El caso no llegó a los tribunales, porque los productores prefirieron llegar a un acuerdo extrajudicial y pagarle 760000 $ para que retirara la demanda, lo que tampoco calmó los ánimos de Glover (en varias entrevistas se ha referido a Gale llamándole "ladrón"). Todo el proceso sentó un precedente; a partir de ahí el Screen Actors Guild (el sindicato de los actores de Hollywood) empezó a incluir en los contratos cláusulas específicas que regulaban los derechos de los actores sobre su propia imagen, impidiendo que los productores la utilizaran de manera unilateral (un tema especialmente relevante en estos tiempos debido al auge de la AI).

Glover ha seguido siendo un verso suelto en la escena actoral de Hollywood, alternando grandes producciones como Los ángeles de Charlie (2000) o Jacuzzi al pasado (2010) con otros proyectos mucho más minoritarios como Corazón salvaje (1990), El escándalo de Larry Flint (1996) o Willard (2003). También ha probado suerte como director, y ha hecho incursiones en la literatura y en la música.

lunes, 27 de octubre de 2025

Cuadros robados (III)

 

Retrato de joven (Rafael, 1515)

Este cuadro de Rafael, probablemente un autorretrato, es una de las obras de arte más famosas robadas por los nazis. Hans Frank, nombrado por Hitler gobernador general de la Polonia ocupada, se lo llevó del Museo Czartoryski de Cracovia, junto a La dama del armiño de Leonardo da Vinci y otro cuadro de Rembrandt y lo mantuvo durante años colgado en su cuartel general. Después de la guerra las tropas aliadas encontraron los cuadros de da Vinci y Rembrandt en la mansión de Frank en Baviera, pero nada se ha sabido del cuadro de Rafael desde 1945.


Venus con espejo (Giacomo Palma il Giovane)

Tradicionalmente se ha atribuido esta pintura al pintor veneciano Giacomo Palma el Joven, inspirada por otra obra similar y de igual título de Tiziano. Algunos expertos en cambio consideran que puede ser obra del propio Tiziano. Fue robada de un domicilio particular en Budapest el 11 de febrero de 2010 por ladrones armados y se desconoce su paradero. Su valor se estima en más de un millón de dólares.


Pintor camino de Tarascon (Vincent van Gogh, 1888)

Este cuadro de Van Gogh, una de sus primeras obras en ser expuesta en un museo, era propiedad del Kaiser-Friedrich Museum de Magdeburgo. A finales de la Segunda Guerra Mundial parte de los fondos del Museo fueron trasladados a una mina de sal cerca de Strassfurt como protección. Cuando las tropas aliadas llegaron allí encontraron la mina en llamas. Los Monuments Men, el grupo especial del ejército aliado encargado de recuperar obras de arte expoliadas, consideró que todo el contenido de la mina había quedado reducido a cenizas, incluida esta obra. Sin embargo, parte de aquellas obras que se suponían destruidas fueron halladas después de la guerra, por lo que se cree que el incendio pudo ser en realidad una estratagema para encubrir el saqueo de las obras de arte.


En Canot (Jean Metzinger, 1913)

Este cuadro de Jean Metzinger era propiedad de una galería de arte berlinesa y se hallaba expuesta en la Galería Nacional de Berlín cuando el régimen nazi la incautó en 1936 y la incluyó en su muestra de "arte degenerado" (que incluía prácticamente a todo el arte moderno) que fue exhibiendo en distintas ciudades alemanas a lo largo de los años 1937 y 1938. Desde entonces no se ha vuelto a saber de ella, aunque hay rumores de que pudo ser trasladada a la ciudad de Güstrow junto con otras obras de la exposición.



Campbell's Soup I (Andy Warhol, 1968)

En 1968 el artista Andy Warhol produjo una serie de 250 copias serigrafiadas de su célebre serie Campbell's Soup Cans (produciría una serie similar al año siguiente, a la que llamó Campbell's Soup II). El 7 de abril de 2016 siete de estas serigrafías, pertenecientes a la serie 31 de la edición, fueron robadas de una exposición sobre arte pop en el Museo de Arte de Springfield (Missouri). Aparentemente, los ladrones habían entrado en el patio trasero del museo saltando la verja, entraron en el museo a través de una puerta de cristal cuya cerradura había sido bloqueada con un trozo de madera (presumiblemente, los ladrones lo habían hecho el día anterior para asegurarse de que la puerta estaba abierta, aunque pareciera cerrada) y robaron los cuadros. No se sabe por qué se llevaron solo siete de las diez serigrafías. El sistema de seguridad del museo falló estrepitosamente: la grabación de las cámaras de seguridad estaba demasiado oscura para distinguir incluso cuantos ladrones eran, y pese a que la alarma saltó, no se avisó a la policía ya que la compañía de seguridad había ordenado a sus guardias que no se les avisara si no había un problema confirmado (cosa de un año antes las alarmas habían saltado accidentalmente varias veces). La serie completa estaba asegurada en 750000 $; el FBI ofrece una recompensa de 25000 a cualquiera que aporte información sobre su paradero.

 
Mujer delante de una ventana abierta (Paul Gauguin, 1888) y Puente de Waterloo (Claude Monet, 1901)

La madrugada del 16 de octubre de 2012 tres ladrones entraron en el Museo Kunsthal de Rotterdam y se llevaron siete cuadros de gran valor: Puente de Waterloo y Puente de Charing Cross, de Monet; Cabeza de arlequín, de Picasso; Mujer delante de una ventana abierta, de Paul Gauguin; La Liseuse en Blanc et Jaune, de Matisse; Autorretrato, de Meijer de Haan; y Mujer con los ojos cerrados, de Lucian Freud. La dirección del museo fue muy criticada por la aparente falta de medidas de seguridad; en aquel momento no había guardias en el museo y el sistema de seguridad, totalmente automatizado, se controlaba desde una central externa. Cuando la policía llegó al museo, los ladrones ya se habían ido con los cuadros. Los tres autores fueron arrestados en Bucarest en enero de 2013; eran tres jóvenes rumanos, sin experiencia en esa clase de robos, llamados Radu Dogaru, Mihai Bitu y Eugen Darie. La madre del primero, Olga Dogaru, confesaría meses después que, tras el arresto de su hijo, había quemado los cuadros creyendo que de esa manera no podrían condenarlo, aunque luego en el tribunal se desdijo de su confesión. La policía encontró entre las cenizas de su estufa restos de pintura al óleo coincidente con la de los cuadros y grapas y clavijas de cobre y acero que podían proceder de sus bastidores. Aunque no se pudo demostrar a ciencia cierta que procediera de los cuadros o que todas las obras hubieran sido quemadas, muchos dan validez a su declaración y dan las obras por irremediablemente perdidas. Los ladrones serían luego condenados a penas de entre 5 y 6 años de cárcel.


Infanta con perro (Diego Velázquez, 1622)

Este cuadro de Velázquez fue robado en Marsella el 15 de marzo de 1970, durante un robo a mano armada en un domicilio particular donde no se informó de otras obras desaparecidas. Aún tratándose de una obra menor y de juventud de Velázquez, hoy en día, dado el prestigio del pintor sevillano y las pocas obras suyas que salen a la venta, su valor podría ser de varios millones de dólares.


Retrato de una dama (Giuseppe Ghislandi "Fra Galgario", c. 1700)

Este retrato, de discutida autoría (los expertos lo atribuyen a Fra Galgario o a Giacomo Ceruti), pertenecía al tratante de arte holandés Jacques Goudstikker, poseedor de una extensa colección de más de un millar de pinturas, la mayoría de maestros europeos anteriores al siglo XIX. Cuando Goudstikker, judío, huyó de la ocupación alemana (moriría en un desafortunado accidente antes de poder llegar a Gran Bretaña) su colección fue vendida a la fuerza a los nazis por un precio irrisorio. La mayor parte de la colección fue comprada por Herman Göring, comandante en jefe de la Luftwaffe, y su socio Alois Miedl, un banquero y tratante de arte de origen alemán que solía hacer negocios con los nazis. Parte de esos cuadros sería recuperada después de la guerra y entregada al gobierno holandés (no sería devuelta al último heredero de Goudstikker, su nuera Marei von Saher, hasta 2006), y se sabe que otra parte se la llevó Miedl cuando huyó a España, vendiendo cierto número de cuadros hasta su muerte en 1970. Entre las obras recuperadas no estaba el Retrato, que estuvo en paradero desconocido durante décadas. En 2020 una investigación de las autoridades holandesas concluyó que la obra, junto a un bodegón de Abraham Mignon, había sido vendida por Miedl en 1944 a un oficial de las SS llamado Friedrich Kadgien, que después de la guerra había huído a Argentina, donde había muerto en 1978. Un reportero del periódico holandés Algemeen Dagblad que investigaba el caso descubrió que una de las dos hijas de Kadgien había puesto a la venta una casa en Mar del Plata y que en las fotografías exhibidas por la agencia inmobiliaria aparecía el Retrato de una dama colgado en una de sus paredes. A la vez, investigadores del gobierno holandés descubrieron que en una fotografía en las redes sociales de la otra hija de Kadgien aparecía el bodegón de Mignon. Informadas las autoridades argentinas, el 27 de agosto de 2025 la policía registró un total de cuatro inmuebles de la familia Kadgien, sin encontrar el Retrato pero si varios cuadros y grabados cuyo origen se sigue investigando. Una de las hijas de Kadgien, Patricia, y su marido fueron puestos en arresto domiciliario, y el 3 de septiembre su abogado entregaba a la policía el Retrato de una dama, que ellos afirmaban que su padre había comprado legalmente. En la actualidad, los herederos de Gudstikker ya han reclamado oficialmente la devolución del cuadro, mientras que las autoridades siguen investigando el origen de numerosas obras de arte (incluidos 22 cuadros atribuidos a Henri Matisse) hallados en posesión del matrimonio, que ha sido acusado formalmente de posesión de obras de arte robadas.

domingo, 26 de octubre de 2025

Cuadros robados (II)

 

Madeleine apoyada en el codo con flores en el pelo (Pierre-Auguste Renoir, 1918)

Pintado por Renoir el año antes de su muerte y valorado en un millón de dólares, este cuadro fue robado de una residencia particular en Houston (Texas) el 8 de septiembre de 2011 por un asaltante armado y enmascarado. El FBI ofrece una recompensa de 50000 $ por ella pero los expertos creen que probablemente ya ha sido sacada de los Estados Unidos y vendida en el extranjero.


Soldado a caballo (Anthony van Dyck, 1616) y Chico bebiendo (Annibale Caracci, c. 1580)

La noche del 14 de marzo de 2020 personas desconocidas se colaron en la Galería de Arte del Christ Church (uno de los colleges que forman parte de la Universidad de Oxford) y se llevaron tres cuadros del periodo barroco: Soldado a caballo, del pintor flamenco Anthony van Eyck; Chico bebiendo, del italiano Annibale Caracci; y Costa rocosa con soldados estudiando un plan, del también italiano Salvator Rosa, valorados en diez millones de libras. De los tres, solo el cuadro de Rosa ha sido recuperado, a principios de 2024 en Rumanía. 


Autorretrato (Arbit Blatas)

A principios de 1995 el pintor lituano Arbit Blatas y su esposa, la cantante de ópera Regina Resnik, descubrieron que alguien había entrado en el trastero de Nueva York que tenían alquilado desde 1975 y en el que guardaban parte de su colección de arte. Entre las obras robadas había cerca de 200 obras del propio Blatas, así como dibujos de Pisarro, Toulouse-Lautrec o Boudin. La policía descubrió que algunas de aquellas obras ya habían sido subastadas, lo que les permitió seguir su pista hasta el ladrón; resultó ser un hombre que había alquilado un trastero en el mismo almacén. Sin embargo, solo se recuperó un puñado de las obras desaparecidas; de las otras, como el Autorretrato, no se ha vuelto a saber.


Rosas en un jarrón (Pierre-Auguste Renoir, 1905)

La noche del 12 de noviembre de 1972 se produjo un robo en el Museo Albert André de la localidad francesa de Bagnols-sur-Cèze, un museo que pese a su modesto tamaño posee una importante colección de arte de finales del siglo XIX y principios del XX. Esa noche personas desconocidas se colaron en el ático del ayuntamiento (el Museo ocupa varias habitaciones de uno de los pisos del edificio) y se llevaron quince cuadros y una litografía de artistas tan destacados como Renoir, Cézanne, Matisse, Monet, Pisarro o Boudin. Como en muchos otros casos, nunca se descubrió la identidad de los ladrones ni el paradero de las obras.


Paisaje con cabañas (Rembrandt, 1654) y Leona y león en su guarida (Eugène Delacroix, 1856)

Otro robo masivo de arte sucedido en 1972 tuvo lugar en el Montreal Museum of Fine Arts de la ciudad canadiense de Montreal. La noche del 4 de septiembre de ese año tres hombres armados se colaron en el museo a través de una claraboya y, tras atar y amordazar a los tres guardias, se llevaron 18 cuadros de pequeño tamaño y 38 objetos, fundamentalmente joyas (incluido un reloj de oro del siglo XVIII) y estatuillas. Entre los cuadros había obras de Rembrandt, Delacroix, Rubens, Jan Brueghel el Viejo y Millet. De todo el botín solo se recuperó una de las obras de Brueghel, devuelta por los ladrones mientras negociaban el pago de un rescate que nunca llegó a producirse.


Dos chicos riendo con una jarra de cerveza (Frans Hals, 1626) 

Curiosa la historia de este cuadro del pintor flamenco Frans Hals, que ha sido robado no una ni dos sino tres veces del mismo museo, el Museo Hofje van Mevrouw van Aerden de la localidad holandesa de Leerdam. La primera, en 1988; se recuperó tres años después, tras el pago de un rescate a los ladrones. La segunda, en abril de 2011; se recuperó en octubre de ese mismo año. La tercera tuvo lugar en 2020, con el museo cerrado debido a las restricciones causadas por la epidemia del COVID-19. La madrugada del 26 de agosto de ese año dos hombres forzaron la puerta trasera del museo y se dieron a la fuga con el cuadro en una moto antes de que llegara la policía. En abril de 2021 se arrestó a un sospechoso, cuyo ADN coincidía con el hallado en la escena del crimen, y también con el hallado en el lugar del robo de una pintura de Vincent van Gogh robado en Laren unos meses antes. Pese a que el sospechoso negó toda relación con los robos, fue declarado culpable y condenado a ocho años de cárcel. El cuadro de Van Gogh se recuperó en 2023; no así el de Hals (al que se le atribuye un valor de unos 15 millones de euros), que permanece en paradero desconocido.


Caballero (Autorretrato) (Frans van Mieris el Viejo, 1657)

Este autorretrato de pequeño tamaño (20 x 16 centímetros) obra de uno de los más reputados retratistas de la Edad de Oro de la pintura holandesa y valorado en un millón de dólares fue sustraído de la Galería de Arte de Nueva Gales del Sur (Sydney, Australia) el 10 de junio de 2007. Todo indica que fue un robo cuidadosamente planeado: la pintura fue robada de una sala secundaria en la que no había cámaras, guardias ni alarmas, y estaba montada en la pared con tornillos especiales de seguridad. El autor del robo no solo necesitó preparación y herramientas especiales para hacerse con el cuadro, sino que tuvo que esperar a que la sala estuviera vacía y trabajar rápido para evitar ser sorprendido por alguno de los miles de visitantes que cada día visitan la Galería.


Hombre con pipa (Retrato de un fumador americano) (Jean Metzinger, 1911-12)

Este cuadro del pintor cubista francés Jean Metzinger pertenecía a la Universidad de Lawrence (Apleton, Wisconsin), quien lo había prestado para diversas exposiciones. Fue durante uno de esos préstamos que desapareció el cuadro, en un momento indeterminado entre el 27 de julio y el 2 de agosto de 1998, mientras era transportado a su destino.



Seine in Paris (Pont de Grenelle) (Paul Signac, 1903)

Adalbert Parlagi era un acaudalado empresario que había nacido en Budapest pero vivía desde muy joven en Viena. Parlagi y su esposa Hilda, de origen judío pero convertidos al protestantismo, vieron como tras la anexión de Austria las leyes raciales nazis les seguían considerando judíos, así que en marzo de 1938 huyeron de Austria en automóvil con sus hijos Hedwig y Franz, para instalarse finalmente en Londres. Habían dejado atrás muchas de sus posesiones más valiosas, incluidas alfombras, porcelanas y una importante colección de arte, guardadas en una empresa de almacenaje y transporte, con instrucciones para que les fueran enviadas en cuanto fuera posible, o fueran guardadas hasta que la familia regresara a Viena. En 1946 Parlagi escribió a la compañía para interesarse por sus pertenencias, y le contestaron que no quedaba nada: todo había sido incautado por la Gestapo en 1941 y subastado públicamente en el Dorotheum, una de las casas de subastas más antiguas de Europa. Los dueños de la compañía ignoraban quién había comprado sus obras de arte. Sin embargo, era vox populi que dos de las obras más significativas, Seine in Paris (Pont de Grenelle) y una obra de Claude Monet llamada Bord de mer, habían sido adquiridas por el tratante de arte alemán Adolf Weinmüller, un entusiasta nazi que había jugado un importante papel en la incautación de obras de arte de tratantes y galeristas de origen judío, obteniendo grandes beneficios al comprar a bajo precio algunas de aquellas obras incautadas. La obra de Monet no fue recuperada hasta 2023, cuando el FBI la localizó en una galería de arte de Houston, y fue entregada a los herederos de los Parlagi. En cuanto a la obra de Signac no se ha vuelto a saber nada, pero algunos especulan con que pueda estar en alguna galería o colección privada con un nombre distinto y por ello haya podido pasar inadvertida.



Le chemin de Sèvres. Vue sur Paris (Jean-Baptiste Camille Corot, c. 1850)

Este cuadro, valorado en la actualidad en dos millones y medio de dólares, fue robado del Museo del Louvre el 3 de mayo de 1998. Alguien sin identificar lo sacó de su marco retirando cuidadosamente las clavijas que lo sostenían. En cuanto se lo echó en falta se cerró el Museo y se llevó a cabo una exhaustiva búsqueda. La policía registró a cientos de visitantes que en aquel momento se encontraban en el interior del museo, y buscó huellas dactilares en el marco y en el cristal de la pintura, sin éxito. Desde entonces no se sabe nada del cuadro. Hasta el robo del domingo pasado, era el último objeto que había sido robado del Louvre.

sábado, 25 de octubre de 2025

Cuadros robados (I)

Natividad con San Francisco y San Lorenzo (Caravaggio, 1609)

Pintado por Caravaggio un año antes de su muerte, este cuadro estuvo en el Oratorio de San Lorenzo en Palermo hasta que desapareció la noche del 17 al 18 de octubre de 1969. Nunca más se ha vuelto a saber nada de esta pintura, y la mayoría de los rumores señalan a la Mafia siciliana como autora del robo, atribuyendo a capos famosos como Toto Riina, Rosario Riccobono o Gaetano Badalamenti la posesión del cuadro. También se dijo que el cuadro había sido vendido y llevado al extranjero, o incluso que había sido destruido, pero las autoridades italianas creen que el cuadro nunca salió de Sicilia y permanece escondido en Palermo o sus alrededores.
 

El concierto (Johannes Vermeer, c. 1665)

La madrugada del 18 de marzo de 1990 tuvo lugar uno de los más notorios robos de arte de la historia. Dos ladrones disfrazados de policías entraron en el Museo Isabella Stewart Gardner de Boston y, tras atar y amordazar a los dos únicos vigilantes, se llevaron trece obras de arte valoradas en torno a 500 millones de dólares, incluyendo obras de Rembrandt, Degas y este cuadro del pintor holandés Johannes Vermeer, considerado el cuadro más valioso jamás robado, y cuyo precio actual se calcula en unos 200 millones de dólares.


Tempestad en el mar de Galilea (Rembrandt, 1633)

Otro de los cuadros desaparecidos en el robo del Museo Gardner estaba esta obra de juventud de Rembrandt, destacada por ser el único paisaje marino pintado por el autor. Como del resto de obras robadas del Museo, nunca volvió a saberse de ella, a pesar de la intensa búsqueda por parte de la policía y de que se llegó a ofrecer una recompensa de diez millones de dólares a quien ayudara a resolver el robo y recuperar el botín. Las sospechas apuntan a la mafia de Boston o bien a la mafia irlandesa, y se cree que las obras pudieron haber sido vendidas a coleccionistas y tratantes de arte poco después del robo.


El pato blanco (Jean-Baptiste Oudry, 1753)

Este cuadro, obra del pintor del Barroco francés Jean-Baptiste Oudry, fue robado en 1990 de las paredes de Houghton Hall, una mansión campestre en el condado inglés de Norfolk, residencia de los condes de Cholmondeley. El robo hizo que los Cholmondeley, dueños de una amplia colección de arte, tuvieran que realizar una seria reforma de la seguridad del palacio. Del cuadro no se sabe nada desde entonces.


Vista de Auvers-sur-Oise (Paul Cézanne, 1879-1890)

La noche del 31 de diciembre de 1999, aprovechando como distracción los fuegos artificiales lanzados para celebrar la llegada del año 2000, un ladrón se subió al tejado del Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford tras trepar por unos andamios utilizados en la reforma de la biblioteca del Museo y rompió una claraboya para acceder al interior. Acto seguido lanzó una bomba de humo y se descolgó utilizando una escala de cuerdas. En cuestión de minutos cortó de su marco el cuadro Vista de Auvers-sur-Oise, obra del pintor posimpresionista francés Paul Cézanne, y se lo llevó, mezclándose luego con la multitud que celebraba el fin de año en las calles de la ciudad. Dado la limpieza y rapidez del robo, y que en la misma sala había otras obras de Renoir o Toulouse-Lautrec, la policía cree que el autor era un ladrón experto que buscaba ese cuadro en concreto.


Le pigeon aux petits pois (Pablo Picasso, 1911) y La Femme à l'éventail (Amedeo Modigliani, 1919)

Otro de los robos de arte más espectaculares de la historia tuvo lugar la madrugada del 20 de mayo de 2010 cuando un ladrón se coló en el Museo de Arte Moderno de Paris retirando el cristal de una ventana y se llevó cinco cuadros de Picasso, Modigliani, Matisse, George Braque y Fernand Léger, valorados en un total de cien millones de dólares. El autor fue arrestado un año después; se trataba de Vjeran Tomic, un ladrón francés de origen bosnio con una larga lista de antecedentes. También se arrestó a un cómplice, Yonathan Birn, que admitió haber escondido los cuadros pero que después de un tiempo, temeroso de ser descubierto, los había arrojado a la basura; una versión que la policía pone en duda.


Flores de amapola (Vincent van Gogh, 1887)

Este cuadro propiedad del Museo Mohammed Mahmoud Khalil de El Cairo ha sido robado en dos ocasiones. La primera, en junio de 1977; se recuperó diez años después en Kuwait. La segunda, en agosto de 2010; desde entonces permanece en paradero desconocido. Tras este último robo once funcionarios del Ministerio egipcio de Cultura, incluido el viceministro Mohsen Shaalan, fueron condenados a penas de entre uno y tres años de cárcel por negligencia. El multimillonario egipcio Naguib Sawiris ha ofrecido una recompensa de 175000 $ a quien ayude a recuperar el cuadro.


Los murales Whitney/Parrish (William Parrish, 1914-1918)

El 28 de julio de 2002 personas desconocidas accedieron al interior de la Galería de Arte Edenhurst (Los Angeles, California) a través de un agujero en el tejado y, tras desconectar la alarma, procedieron a llevarse dos murales de gran tamaño (2'5 x 1'5 m.) obra del pintor e ilustrador William Parrish (1862-1949). Los cuadros formaban parte de una colección de nueve obras encargadas a Parrish por la millonaria y mecenas Gertrude Vanderbilt Whitney, y se encontraban en la Galería Edenhurst porque su entonces propietario, un banquero texano llamado J. P. Bryan, había decidido ponerlas a la venta. Los cuadros nunca fueron hallados, pero Bryan cree que, dado el aprecio que las obras de Parrish tienen entre los coleccionistas asiáticos, es probable que hayan ido a parar a alguna colección particular en China o Japón.


Retrato de Trude Steiner (Gustav Klimt, 1900)

En el año 1900 la millonaria y coleccionista de arte vienesa Jenny Steiner encargó al pintor Gustav Klimt un retrato de su hija mayor Trude, que acababa de morir de meningitis. Cuando en 1938 los nazis tomaron el control de Austria, Jenny, de familia judía, se vio obligada a huir, instalándose en EEUU tras pasar por Paris, Portugal y Brasil. Los nazis se incautaron de sus propiedades, incluida su colección de arte. Lo último que se supo de este cuadro es que fue vendido en subasta a un comprador desconocido en abril de 1941; desde entonces nada se ha sabido de él.


Marina (Claude Monet, 1880-1890); Los dos balcones (Salvador Dalí, 1929)

Otro de los grandes robos de arte de la historia reciente tuvo lugar el 24 de febrero de 2006 en Rio de Janeiro. Ese día, aprovechando el bullicio de las celebraciones del Carnaval, cuatro hombres armados entraron en el Museo Chácara do Ceu, en el barrio de Santa Teresa, y se llevaron cuatro obras de grandes maestros: Marina (Claude Monet), Los dos balcones (Salvador Dalí), Baile (Picasso) y Jardín de Luxemburgo (Henri Matisse). Nunca se encontró a los responsables, ni los cuadros. Solo se sabe que días más tarde el cuadro de Matisse apareció brevemente a la venta en un portal de subastas online con sede en Bielorrusia, y que en marzo se hallaron en la favela Morro dos Prazeres los marcos quemados de las obras de Dalí y Picasso.

domingo, 19 de octubre de 2025

Anécdotas de cine

 

Al actor John Wayne siempre le pesó el hecho de no haberse alistado en el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial, a diferencia de otras estrellas de Hollywood como James Stewart (que fue piloto de bombarderos), Henry Fonda (que sirvió tres años en la Marina) o Clark Gable (tripulante de un bombardero durante varias misiones sobre suelo alemán). A pesar de encarnar a uno de los héroes de Estados Unidos, nunca llegó a entrar en el ejército, primero porque cuando estalló la guerra Wayne ya tenía cuatro hijos y los padres de familia numerosa estaban exentos del reclutamiento; y segundo, porque su productora Republic Pictures usó toda su influencia sobre él y sobre las autoridades para que no fuera llamado a filas y así pudiera seguir rodando películas.



El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) utiliza una grabación de una película protagonizada por Adam Driver y Scarlett Johansson para ahuyentar a los lobos. En la película Historia de un matrimonio (2019) ambos actores interpretan a un matrimonio que pasa por un doloroso proceso de divorcio. En una de las escenas sus personajes mantienen una acalorada e intensa discusión. Una grabación de esa pelea, reproducida con drones dotados de altavoces, es utilizada por la USDA en la cuenca de Klamath (entre Oregón y California) para ahuyentar a las manadas de lobos grises que pululan por la región y que atacan regularmente a los rebaños de vacas y ovejas de los granjeros de la zona. La estrategia ha tenido un éxito rotundo, ya que los ataques a animales domésticos han descendido un 80% en apenas un par de meses.


La famosa frase "Va a necesitar un barco más grande" de la película Tiburón (1975) no estaba en el guión; fue una improvisación del actor Roy Scheider. Para la misma película, el primer director que se contrató fue Dick Richards (Adiós, muñeca), pero fue despedido tras enfadar a los productores y a Peter Benchley (autor de la novela en la que se basa) por referirse continuamente al tiburón como "ballena blanca". Solo entonces le encargaron el proyecto a Steven Spielberg.


La actriz y modelo Tammy Lynn Leppert (n. 1965) es recordada por un pequeño papel en la película Scarface (1983). Tras terminar el rodaje de la película, y después de haber mostrado durante varias semanas un comportamiento errático y paranoico, desapareció sin dejar rastro el 6 de julio de 1983. Jamás se encontró su cuerpo ni ningún indicio de su paradero.


El actor Henry Fonda y el director John Ford fueron grandes amigos durante años. Entre 1939 y 1955 rodaron juntos seis películas, y solían verse a menudo para pescar o jugar a las cartas. Sin embargo, su amistad terminó durante el rodaje de su última película juntos, Escala en Hawaii (Mister Roberts, 1955). La película se basaba en una novela de Thomas Heggen que ya había sido adaptada al teatro en una obra que Henry Fonda había interpretado en Broadway durante dos años. Aunque la Warner Bros. quería a otro actor como protagonista, Ford insistió en que tenía que ser Fonda. Sin embargo, durante el rodaje las distintas formas de entender al personaje principal acabaron por enfrentarlos. Fonda quería interpretar a Roberts de la misma manera que lo había hecho en el teatro: como un oficial recto y riguroso, mientras que Ford quería darle un tono más humorístico, a lo que Fonda se negaba. Ford (conocido por ser a menudo rudo e incluso hiriente con sus actores) empezó a burlarse de Fonda reiteradamente. Finalmente, después de terminar una secuencia, Fonda acudió al despacho de Ford a quejarse una vez mas y el director, visiblemente borracho, le propinó un puñetazo en la cara. Aunque posteriormente Ford se disculparía, desde ese momento su amistad quedó irremediablemente rota. Después de terminar el rodaje nunca volvieron a trabajar juntos, y aunque siguieron alabando el talento del otro, jamás se reconciliaron.


El director japonés de animación Hayao Miyazaki no acostumbra a asistir a los estrenos de sus películas fuera de Japón. Pero en 2004 hizo una excepción y asistió a un pase de su película El castillo ambulante en el MoMA de Nueva York. ¿El motivo? Poder conocer a la actriz Lauren Bacall, quien puso la voz de la Bruja del Páramo en el doblaje al inglés de la película, y de la que Miyazaki era un rendido admirador.


La actriz Megan Fox fue despedida de la saga Transformers después de que durante la promoción de Transformers 2: la venganza de los caídos comparara al director Michael Bay con Hitler, una comparación que ofendió especialmente a Steven Spielberg, productor de la saga.


El equipo de rodaje de la película Titanic se trasladó en agosto de 1996 a la ciudad canadiense de Halifax (Nueva Escocia) para rodar algunas escenas ambientadas en el presente. La noche del 9 de agosto un elevado número de miembros del equipo, incluido el director James Cameron, empezaron a sentirse enfermos y a comportarse de manera extraña. En torno a 80 de ellos tuvieron que ser trasladados al Hospital General de Darthmouth, incluido el actor Bill Paxton (ni Leonardo DiCaprio ni Kate Winslet se vieron afectados, ya que no estaban presentes en esa fase del rodaje). Sorprendentemente, los análisis mostraron que los afectados habían sido intoxicados con fenciclidina, una droga alucinógena conocida comúnmente como PCP o "polvo de ángel", que alguien había añadido a la sopa de almejas que se había servido como parte de la cena del equipo. Nunca se averiguó quién había sido o por qué lo había hecho.


La mayoría de las escenas en exteriores de la película Rocky (1976) fueron rodadas improvisadamente, sin preparar escenarios ni cortar calles, en lo que se conoce como "modo guerrilla": rodajes con luz y sonido natural, en localizaciones fuera de estudio, sin actores profesionales ni decorados. Un buen ejemplo es esta escena, en la que Rocky se ejercita por las calles de Philadelphia: las personas que vemos no son actores, sino ciudadanos corrientes que no tenían ni idea de que se estaba rodando una película. Incluso el hombre que le lanza una naranja a Sylvester Stallone era un auténtico vendedor callejero que no tenía ni idea de que Stallone era un actor.