Verba volant, scripta manent

sábado, 29 de mayo de 2010

La historia de Irena Sendler


El 12 de mayo de 2008 fallecía en una residencia de ancianos de Varsovia (Polonia) una anciana de 98 años llamada Irena Sendler, que había pasado sus últimos años postrada en una silla de ruedas. No era demasiado conocida, aunque sí era muy popular en su Polonia natal y en Israel, donde había recibido numerosos reconocimientos. ¿El motivo? Haber salvado del gueto de Varsovia a más de 2500 niños judíos.
Su historia comienza con el terrible Gueto de Varsovia. Tras la invasión de Polonia por las tropas nazis, estos recurren a recluir a la población judía en guetos en distintas ciudades, para mantenerlos controlados y aislados. El más conocido fué el de Varsovia, donde casi 400000 personas fueron hacinadas en varias manzanas de casas que posteriormente serían rodeadas por un muro permanentemente vigilado.
En esos días, Irena Sendler trabajaba como enfermera para el Departamento de Bienestar Social de Varsovia. Por ello, era una de los pocos civiles que tenían permiso para entrar en el gueto. Cuando Irena vió las condiciones de reclusión de los judíos, supo enseguida que nada bueno les tenían preparado los nazis. No se equivocaba: la mayoría de los allí recluídos acabaría sus días en el campo de concentración de Treblinka. Fué entonces cuando decidió que trataría de sacar del gueto a tantos niños como fuera posible.
Al principio los empezó a sacar como si fueran enfermos infecciosos (los nazis tenían auténtico pánico a que se desatara una epidemia que pudiera afectar a sus tropas, especialmente de tifus). Pero enseguida se volvió más audaz y a utilizar otros métodos, y así muchos niños fueron sacados del gueto escondidos en cajas de herramientas, entre cubos de basura o incluso en el interior de ataudes. Una vez en el exterior, los colaboradores de Irena conseguían para ellos documentos falsos y los entregaban a familias que los acogían a pesar del riesgo (los alemanes castigaban con la pena de muerte a quien ayudase a los judíos). Pero además, para que estos niños pudieran posteriormente recuperar su identidad, Irena se encargaba de apuntar cuidadosamente la identidad de los niños y su nuevo nombre y destino. Estos archivos eran guardados en frascos de vidrio y la propia Irena los enterraba posteriormente en el jardín de su vecino, a apenas unos metros de un cuartel alemán.
La frenética actividad de Irena acabó por llamar la atención de los nazis, y así , en octubre de 1943, cuando el gueto ya hacía meses que había sido desmantelado, Irena fué detenida por la Gestapo y torturada para que revelara el parradero de aquellos niños y el nombre de sus contactos. Pese a los brutales interrogatorios (le rompieron los pies y las piernas, y las secuelas de estas torturas fueron las que posteriormente la llevaron a una silla de ruedas) ella se negó a hablar. Irena, católica, había recibido desde niña por parte de su padre una idea fundamental, que debía ayudar a sus semejantes fuesen cuales fuesen sus creencias y religión. Por eso se arriesgó a sacar a aquellos niños y por ello guardó silencio pese al tormento. La Gestapo al final tiró la toalla y la condenó a muerte. Pero afortunadamente entró en escena la Zegota, un grupo de resistencia antinazi y ayuda a los judíos, quienes lograron su huída sobornando a sus carceleros. No podían dejar que Irena fuera ejecutada tras lo que había hecho. También lograron sacarla del país, aunque posteriormente volvió y siguió trabajando para la resistencia con una identidad falsa hasta el final de la guerra. Sus cuidadosos archivos sirvieron para que los niños escondidos recuperaran su identidad, aunque la mayor parte había perdido a sus familias en campos de concentración. Algunos se quedaron con sus familias adoptivas, pero la mayoría acabaron emigrando a Palestina.
Tras la guerra, Irena siguió viviendo modestamente, sin llamar la atención. Además, el nuevo regimen comunista no la veía con buenos ojos, debido a su catolicismo. Sin embargo, a raiz de una distinción por sus actividades durante la guerra, su rostro apareció en un periódico. Varios de aquellos niños vieron la foto y pudieron poner nombre a la persona que les había salvado la vida, a la que sólo conocían por su nombre en clave, Jolanta. La voz se corrió, y muchos de aquellos niños se pusieron en contacto con ella para darle las gracias. En 1965 fué nombrada "Justa entre las naciones" por la asociación judía Vad Yashen, y también ciudadana honoraria de Israel. En 2003 recibió la Orden del Águila Blanca, la distinción civil más alta de Polonia. En 2007 fué candidata al Nobel de la Paz, con el apoyo de los gobiernos polaco e israelí; al final el premio fué para el "fotogénico" Al Gore.
Se han cumplido hace poco dos años de su muerte. Nuestro emocionado recuerdo para una mujer excepcional.

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