Verba volant, scripta manent

miércoles, 19 de octubre de 2011

Los soldados japoneses que no se rindieron (II): Hiroo Onoda

  Teniente Hiroo Onoda


Os he hablado de Teruo Nakamura, considerado oficialmente el último soldado japonés de la Segunda Guerra Mundial en dejar de combatir, y del triste trato que recibió de vuelta a Japón. Hoy os hablaré del penúltimo, Hiroo Onoda, cuya suerte fué radicalmente distinta.
Onoda era un joven teniente de inteligencia que a finales de 1944 fué enviado a la isla filipina de Lubang, ante la llegada inminente de las tropas americanas, con órdenes de organizar una guerra de guerrillas una vez hubiese sido ocupada la isla. Tras el desembarco, en febrero del 45, sólo Onoda y tres compañeros (Yukio Akatsu, Shoichi Shimada y Kinshichi Kozuka) se libraron de morir o ser capturados y se internaron en la selva de Lubang, para seguir combatiendo. En octubre de 1945 encontraron un panfleto que anunciaba el final de la guerra, pero creyeron que se trataba de un ardid de los americanos. Ya en marzo de 1950, Akatsu se entregó al ejército filipino en el pueblo de Looc, revelando la existencia de sus tres compañeros. Desde ese momento, empezó una campaña para intentar que se entregaran, con panfletos, periódicos japoneses, incluso cartas de sus familias y amigos. Pero Onoda y los suyos seguían creyendo que se trataba de argucias para capturarlos y no quisieron rendirse. A todo esto, seguían con su misión guerrillera, atacando patrullas de la policía y ejército filipinos, saboteando comunicaciones y quemando suministros.
Shimada murió en mayo de 1954 abatido por la policía y sus compañeros fueron declarados muertos en 1959, pero seguían con vida y Kozuka murió en octubre de 1972 durante un enfrentamiento con la policía. Onoda, que se había convertido en un personaje muy popular en Japón, seguía sin creerse que la guerra había terminado. Es aquí cuando hace su aparición un curioso personaje: un joven japonés llamado Norio Suzuki, quien había decidido recorrer el mundo hasta encontrar, en sus propias palabras, "al teniente Onoda, a un oso panda y al Abominable Hombre de las Nieves". Ignoro cómo le fué con el panda y el Yeti, pero tuvo éxito con Onoda y tras adentrarse en la selva de Lubang dió con él en febrero de 1974. Tras intentar convencerlo, sin éxito, de que volviera a casa, Onoda le dijo que sólo volvería si así se lo ordenaban sus superiores. Tras informar a las autoridades japonesas, éstas corrieron a buscar al que era el superior directo de Onoda, el mayor Taniguchi, que ahora era un tranquilo y respetable librero. Taniguchi viajó con Suzuki a Lubang y el 5 de marzo logró dar con Onoda. Sólo entonces Onoda aceptó salir de la selva (en sus memorias, Onoda sigue defendiendo que él nunca se rindió, sino que fué relevado de su misión). Lo hizo con su uniforme, su espada, su fusil de reglamento Arisaka Tipo 99 en perfecto estado, abundante munición y varias granadas de mano. Estaba en perfecto estado de salud y ni siquiera tenía caries. Sólo siete meses después sería capturado Teruo Nakamura en Morotai.
Aunque Onoda y sus hombres habían abatido desde el fin de la guerra a al menos treinta personas y causado importantes daños, el gobierno filipino decidió, por las especiales circunstancias del caso, no juzgar a Onoda y el propio presidente Ferdinand Marcos le concedió un indulto especial.
Onoda volvió a Japón convertido en un héroe nacional, recibiendo numerosos homenajes y una generosa compensación económica del Gobierno. Pero, incómodo por toda la atención que despertaba (llegaron a pedirle que se presentara como candidato a la presidencia), decidió emigrar en 1975 a Brasil, donde ya vivía su hermano mayor, Tadao, y se dedicó a la ganadería. Se casó en 1976 con una mujer japonesa y volvió a Japón en 1984 para fundar el Onoda Shizen Juku, una organización dedicada a educar a los niños y adolescentes japoneses en los valores tradicionales y el respeto a la naturaleza. En 1996 volvió a Lubang. Visitó los lugares donde había permanecido esos treinta años, incluído su refugio, y dono 10000 $ a una escuela local. Hoy en día, con 89 años, vive entre Japón y Brasil.
Hiroo Onoda publicó su autobiografía con el título No Surrender: My thirty year war. En él hay un párrafo muy revelador sobre su determinación: Cada minuto de cada día, durante treinta años, serví a mi país. Nunca consideré siquiera si ello era bueno o malo para mí como individuo.
Norio Suzuki e Hiroo Onoda, en la selva de Lubang en 1974


Hiroo Onoda, inmediatamente después de deponer las armas (marzo de 1974)

3 comentarios:

  1. Me resulta incompresible que no se haya hecho ninguna pelicula sobre las vidas de estos soldados, soldados que eran autenticos heroes y sirvieron a su pais hasta el final.

    Felicidades por tu blog. Los contenidos son muy muy interesantes.

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    1. De haber sido norteamericanos, o al menos haber combatido en el bando aliado, ten por seguro que se habrían hecho no una sino varias películas sobre su historia. Pero como estaban en el bando de los "malos"... Me imagino que los japoneses habrán hecho algo sobre el tema, aunque sea en formato documental, pero mis conocimientos del cine japonés no llegan a tanto. Y como de lo que se hace fuera de Hollywood apenas tenemos referencias...

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  2. Acabo de enterarme de que Hiroo Onoda falleció el pasado jueves, día 16, a causa de un problema cardíaco. En apenas dos meses hubiera cumplido 92 años. Descanse en paz, viejo soldado.

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