Verba volant, scripta manent

viernes, 12 de febrero de 2016

El asesinato de Bobby Greenlease

Bobby Greenlease y su padre, Robert Greenlease Sr

Robert Cosgrove Greenlease construyó su fortuna vendiendo coches. Fue uno de los primeros en vender vehículos de la General Motors en los estados del centro y el sur de EEUU, a principios de la década de los veinte, y treinta años después era millonario y propietario de una red de concesionarios que se extendía por varios estados.
Greenlease se casó en dos ocasiones. Con su primera esposa, Betty Rush, no tuvo hijos biológicos, pero si adoptó a un niño, Paul. nacido en 1917. Tras divorciarse de Betty, se casó de nuevo con Virginia Pollock, casi treinta años más joven que él, con la que tuvo a Virginia (1941) y a Robert Cosgrove Greenlease Jr (1947), conocido por todos como Bobby. Bobby era un niño alegre y confiado, adorado por todos los que lo conocían, y el ojito derecho de su padre (quien contaba 65 años cuando el niño nació).
La mañana del 28 de septiembre de 1953, una mujer, aparentemente turbada e inquieta, llamó a la puerta del Instituto Francés Notre Dame de Sion, un exclusivo colegio católico de Kansas City en el que estudiaba el pequeño Bobby. Diciendo ser la tía del pequeño, logró convencer a las monjas que dirigían el colegio de que debía llevarse a Bobby porque su madre había sufrido un ataque al corazón y estaba ingresada en el hospital. La hermana Morand, quien atendió a la mujer, la vio irse llevando a Bobby de la mano y cómo ambos se subían a un taxi. Poco después, preocupada por el estado de la señora Greenlease, llamó a su casa para interesarse por su situación. La propia Virginia Greenlease respondió a su llamada, descubriendo así que toda la historia que le había contado aquella mujer era falsa. De inmediato, la señora Greenlease llamó a su marido, el cual, muy alarmado, avisó de inmediato a la Policía y al FBI. No tardaron en localizar al taxista que había llevado a la secuestradora hasta el colegio, pero éste no pudo aportar dato alguno de interés.
Esa misma tarde, la familia Greenlease recibía la primera nota de rescate. En ella, los secuestradores exigían el pago de 600000 $ en billetes de 10 y de 20, que debían ser depositados en un determinado lugar dentro de una bolsa de lona. A cambio, prometían liberar al niño en las 24 horas siguientes a la entrega, una vez hubiesen comprobado que estaba todo el dinero. La carta iba firmada por "M". Al día siguiente, recibieron una nueva carta, con una medalla que Bobby llevaba puesta cuando desapareció, en la que decían que el niño estaba sano y salvo, pero añoraba su hogar. En los días siguientes, la familia Greenlease recibió otras seis cartas y hasta 15 llamadas de parte de los secuestradores. Robert Sr, angustiado por la suerte de su hijo, decidió pagar el rescate y, tras dos entregas frustradas, dejó los 600000 $ (el mayor rescate jamás pagado en los EEUU hasta entonces) donde le habían indicado, la tarde del día 4 de octubre. Unas horas después, a la 1:00 de la mañana del día 5 de octubre de 1953, recibían la última llamada de los secuestradores, anunciando que tenían el rescate y que pronto tendrían noticias del pequeño Bobby. Pero la tan ansiada liberación no llegaría a producirse.

Puente sobre el Little Blue River donde Robert Greenlease dejó la bolsa con el rescate
El día 6 de octubre, un taxista de St. Louis (Missouri) llamado John Hager denunció a la policía el extraño comportamiento de un hombre que lo había contratado, un hombre que se mostraba nervioso y paranoico y estaba en posesión de gran cantidad de dinero. Sospechando que se tratase de algún asunto turbio, la policía arrestó a aquel hombre, que se hacía llamar John James Byrne, y lo llevó a la comisaría para interrogarlo. No tardó en derrumbarse y confesar que su verdadero nombre era Carl Austin Hall y que era el responsable del secuestro de Bobby Greenlease, en compañía de su novia, Bonnie Emily Brown Heady, quien sería arrestada poco después en un motel de la ciudad. La mañana del día siguiente, agentes del FBI registraban la casa en la que vivía la pareja en St. Joseph (a unos 74 kilómetros de Kansas City) y hallaban el cuerpo de Bobby Greenlease enterrado en el jardín, envuelto en plástico y cubierto de cal viva. Se encontraron restos de sangre en la casa y en el coche de la pareja, así como una bala que se comprobó que había sido disparada con el revolver Smith & Wesson del calibre 38 que Hall llevaba en el momento de su detención.

Automóvil modelo Plymouth, utilizado por Hall y Heady en el secuestro
Carl Austin Hall había nacido en el seno de una familia acomodada, pero desde muy joven se había metido en problemas. De hecho, dos décadas atrás había coincidido con Paul Greenlease, el hermano mayor de Bobby, en la Academia Militar Kemper. Ya por aquel entonces, como confesaría a la policía, al saber de la envidiable situación económica de la familia Greenlease, había planeado obtener dinero de ellos de alguna manera. Un plan que tuvo que dejar aparcado pero que nunca olvidó y que retomaría años más tarde. Al morir su padre, Hall heredó una apreciable suma de dinero que no tardó en dilapidar en alcohol, fiestas y malos negocios, para luego acabar convertido en un delincuente de poca monta que incluso había pasado algún tiempo en prisión. Además, por aquel entonces ya era un alcohólico consumado y adicto a los narcóticos, al igual que Bonnie.

Carl Austin Hall (1919-1953) y Bonnie Emily Brown Heady (1912-1953)
Carl y Bonnie pasaban por estrecheces económicas y, sin demasiadas perspectivas, a Carl se le ocurrió recuperar aquel viejo plan suyo y dar un gran golpe a costa de la familia Greenlease, un golpe que les resolviera la vida definitivamente y los sacara de la miseria. Bonnie y él se desplazaron en varias ocasiones hasta Kansas City para recabar información sobre la familia y conocer sus horarios y movimientos. En un primer momento planearon llevarse a Virginia, la hija de 11 años del matrimonio, pero luego pensaron que Bobby sería una presa más fácil.
La mañana del secuestro, ambos habían viajado en coche hasta la ciudad, donde Bonnie se llevó al niño mientras Carl la esperaba. El plan salió a la perfección y se dirigieron hacia St. Joseph con el pequeño. En su primera confesión, Carl Hall afirmó que el responsable de asesinar a Bobby había sido un cómplice llamado Tom Marsh. Pero, ante la imposibilidad de dar con el tal Marsh, días más tarde Hall admitió que era una invención suya, y confesó que él había matado a Bobby de un disparo, tras golpearlo y tratar de estrangularlo, en un paraje solitario a unos kilómetros de Kansas City. Bobby Greenlease había muerto menos de una hora después de haber sido secuestrado, antes incluso de que fuera enviada la nota de rescate. Luego, sus captores continuaron viaje hasta su casa, donde enterraron el cadáver.
Una vez hubo conseguido el rescate, Hall demostró ser un paranoico y un criminal bastante torpe. Sin saber muy bien cómo esconder el dinero y temiendo que la policía siguiese su rastro hasta St. Jospeh, él y Bonnie condujeron casi quinientos kilómetros hasta St. Louis y alquilaron una habitación de un motel. Pero cuando Bonnie, ebria, se quedó dormida, Carl la abandonó llevándose el dinero (Bonnie seguía en el motel cuando, al día siguiente, la policía fue a buscarla tras la confesión de su socio). A continuación, Carl se alojó en otro hotel y planeó enterrar el dinero, llegando a comprar una pala y dos cubos de basura; pero fue incapaz de encontrar un lugar adecuado. Así que volvió a cambiar de idea: se mudó de hotel una vez mas y contrató los servicios de Hager y de una prostituta llamada Sandra O'Day, intentando pasar desapercibido. Todos estos movimientos provocaron justo el efecto contrario al deseado, llamando la atención de la policía y provocando su arresto.


Un aspecto que nunca se llegó a aclarar del todo fue el destino de la mitad del rescate. Hall juró y perjuró que cuando había sido arrestado conservaba casi la totalidad del dinero pagado por la familia Greenlease, pero las maletas que la policía incautó sólo contenían la mitad, unos 300000 $. Los dos agentes que lo habían detenido, el teniente Louis Shoulders y el agente Elmer Dolan serían posteriormente juzgados y condenados por perjurio al haber mentido acerca de los hechos de aquel día; ellos afirmaron haber llevado el dinero a la comisaría junto con el arrestado, pero nadie los vio entrar con las maletas en las que estaba, ni llevarlas a la sala de pruebas posteriormente, así que se sospechó que habían escondido la mitad del dinero y luego habían llevado el resto a la comisaría en secreto. No obstante, el dinero nunca se recuperó, y los rumores sobre su paradero se multiplicaron: se decía que se lo había quedado la mafia de St. Louis o que Hall lo había escondido en el hotel en el que se alojaba.

El Coral Court Motel, uno de los lugares donde se alojó Hall en St. Louis y donde algunos rumores situaban el escondite de parte del rescate
Carl Hall y Bonnie Heady fueron llevados ante un tribunal federal en Kansas City, presidido por el veterano juez Albert L. Reeves, el 30 de octubre. Dado que ambos habían confesado y que las pruebas contra ellos eran abrumadoras, el juicio, pese al alboroto mediático que se había creado (la noticia del secuestro y el asesinato de Bobby Greenlease se había convertido en una de las noticias del año, ocupando los titulares de los periódicos de todo el país) fue rápido. El 19 de noviembre, tras sólo una hora y ocho minutos de deliberación, el jurado los declaró culpables y el juez Reeves les impuso la pena capital, añadiendo que "Creo que el veredicto se ajusta a la evidencia. Este es el crimen más frío y brutal que jamás he juzgado".
Carl Hall y Bonnie Heady fueron ejecutados en la cámara de gas en la Penitenciaría Estatal de Jefferson City (Missouri) el 18 de diciembre de 1953, apenas 81 días después del secuestro del pequeño Bobby Greenlease. Heady ha sido la única mujer ejecutada en la cámara de gas, y una de las dos únicas mujeres ejecutadas por las autoridades federales desde 1865 (la otra fue la espía Ethel Rosenberg).

2 comentarios:

  1. Pobre criaturita, teniendo tan prominente futuro y morir de una manera tan cruel. Ningún niño merece algo así.

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    1. Totalmente de acuerdo contigo. Espero que Carl y Bonnie se estén quemando en el infierno por lo que le hicieron a ese niño inocente y el dolor que causó en una familia.

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