Verba volant, scripta manent

domingo, 14 de agosto de 2022

Testamentos extraños

Testamento ológrafo


Se denomina testamento ológrafo a aquel escrito de puño y letra por el testador y firmado por él. No todos los códigos civiles lo aceptan, y por lo general es necesario que el testamento sea validado tras la muerte del testador, mediante la intervención de testigos o pruebas caligráficas. De no ser así, carece de validez jurídica y se descartaría a la hora de disponer de los bienes del fallecido.

A veces estos testamentos no son del todo "convencionales", generalmente por alguna peculiaridad de su escritura (por ejemplo, el soporte sobre el que están escritos). Es entonces cuando los tribunales deben decidir sobre su validez legal. Estos son algunos de los casos más curiosos.

El caso Kell vs. Charmer (1856) sentó precedentes legales. El testador había escrito un testamento de su puño y letra pero en código; un código muy específico que se empleaba únicamente en la joyería en la que trabajaba. Uno de sus herederos, descontento con el reparto, trató de anular el testamento alegando que el documento era ininteligible. El tribunal concluyó que el testamento era válido aún necesitando de un traductor (en este caso, uno de los compañeros de trabajo del fallecido, que conocía el código).

En 1888 dos de los herederos de Abraham Warwick Jr. apelaron ante los tribunales de Virginia para que el testamento ológrafo de Abraham fuera anulado y él declarado muerto sin testar. El caso es que Warwick había escrito de su puño y letra el testamento pero no lo había firmado (aunque sí había firmado el sobre sellado en el que el testamento estaba guardado). El testamento, que había sido aceptado por un juzgado local, acabó siendo anulado por el Tribunal Supremo de Apelaciones porque la ley establecía claramente que ningún testamento sería válido sin la firma del testador o de una persona autorizada y en su presencia. Por el mismo motivo fue anulado el testamento ológrafo de Ann Miller (Miller vs. Shannon, Kentucky, 1957) .

Durante la Primera Guerra Mundial, un soldado británico escribió un testamento en el reverso de una fotografía de su novia, donde escribió "In event of my death I leave all my effects and money to this young lady" ("En caso de mi muerte dejo todas mis cosas y dinero a esta joven"). Tras su muerte en combate, la fotografía fue encontrada y admitida como prueba ante un tribunal.

George W. Hazeltine era un anciano residente en Los Ángeles que en 1925, cuando contaba 86 años, estaba gravemente enfermo e ingresado en un hospital, donde recibía los cuidados de dos enfermeras, Lillian Pelkey y Madeline Higgins. El señor Hazeltine, aparentemente muy satisfecho con ambas enfermeras, decidió hacer un nuevo testamento y dejar a ambas  la suma de 10000 $. Fuese porque no tenía un papel a mano, fuese por algún otro motivo que no vamos a juzgar aquí, lo cierto es que el anciano decidió escribir el testamento en un lugar poco corriente: la ropa interior de la señorita Pelkey. A los herederos (que incluían a una sobrina nieta, sus abogados y diversas organizaciones de caridad), comprensiblemente, no les sentó nada bien su decisión y el caso acabó en los tribunales. El fallo concluyó que, si bien un testamento escrito de tal manera era legal, las enfermeras no podían recibir el legado por ser a la vez testigos y beneficiarias del testamento.

En 1926 tuvo lugar el llamado caso Hodson vs. Barnes, Un capitán de barco inglés oriundo de Manchester llamado John Barnes había muerto en 1925. Días después de su fallecimiento, su esposa Mag había encontrado en su armario una cáscara de huevo en la que había escrito con tinta "17-1925. Mag. Everything I possess. – J. B." ("17-1925. Mag. Todo lo que yo poseo. J. B."). Por qué eligió este peculiar material nadie lo sabe con certeza, pero su esposa lo justificó diciendo que John estaba a dieta y siempre llevaba encima algún huevo cocido por si le entraba el apetito. El caso es que Barnes había hecho testamento en 1920, en el que establecía que su herencia se dividiese entre Mag y los hijos que había tenido de su primer matrimonio. Fue entonces cuando Mag acudió a los tribunales pidiendo que el huevo fuese reconocido como el testamento ológrafo de John Barnes y ella fuera declarada heredera universal de sus bienes. Al final, el tribunal decretó que, aunque la cáscara de un huevo era un soporte absolutamente válido para escribir un testamento, en aquel caso en concreto no había la total certeza de que el mensaje escrito fuera un testamento, así que falló en contra de Mag decretando que se aplicase el testamento de 1920.

En 1948 un granjero canadiense llamado Cecil George Harris sufrió un accidente y quedó atrapado bajo su tractor. Sus vecinos tardaron horas en encontrarle y, pese a que fue llevado de inmediato a un hospital, murió poco después a causa de sus heridas. No fue hasta un par de días más tarde que un oficial que investigaba el accidente descubrió que Harris había grabado con su navaja un último mensaje en el guardabarros de su tractor: "In case I die in this mess, I leave all to the wife. CECIL GEORGE HARRIS" ("En el caso de que muera por este lío, se lo dejo todo a mi esposa. CECIL GEORGE HARRIS"). El guardabarros del tractor fue presentado en el juzgado de la ciudad de Kerrobert y admitido como testamento y último deseo del difunto. En la actualidad, el guardabarros y la navaja se exhiben en la biblioteca de la Facultad de Derecho de Saskatchewan.

El 30 de agosto de 1951, Beth A. Baer se sentó ante su escritorio y escribió de su puño y letra su testamento. Tras la muerte de Beth apenas dos meses después, sus familiares lo encontraron guardado en un cajón, pero descubrieron que aparte de un par de frases, la hoja estaba completamente en blanco. La pluma que la mujer había utilizado se había quedado sin tinta y Beth, que estaba casi por completo ciega, no se había dado cuenta. El caso acabó en los tribunales porque ese nuevo testamento desheredaba casi por completo al entonces marido de la señora Baer (que recibía solo 1$) y legaba todo su dinero a la hija que ella había tenido en su primer matrimonio. A pesar de los intentos del marido por anular el testamento, los abogados de la joven lograron, iluminando el documento desde distintos ángulos y fotografiando las sombras de los arañazos de la pluma en el papel, una imagen más que legible de lo escrito, que fue aceptada por el tribunal. Al final, el caso se cerró mediante un acuerdo extrajudicial entre el viudo y la hija.

Edward Frank Muder murió en Arizona el 15 de marzo de 1984. Su esposa Retha presentó ante los tribunales un testamento fechado el 26 de enero de ese mismo año donde se la declaraba heredera universal. Pero las hijas del primer matrimonio de Edward apelaron contra la validez del testamento. ¿El motivo? Muder había utilizado una plantilla preimpresa con la fórmula del testamento, limitándose a escribir su nombre, el de su esposa y a enumerar las posesiones que le legaba a ella. Las hijas reclamaban que, al no estar el testamento enteramente escrito a mano por Muder, no podía ser considerado un testamento ológrafo y por lo tanto debía ser anulado. Tras años de litigios y numerosas apelaciones, en 1988 el Tribunal Supremo de Arizona concluyó que el testamento era válido.

En 1988 el señor Slavinskyji, un inmigrante de origen ucraniano que vivía en Australia, invitó a sus vecinos, un hombre de origen ucraniano como él y su esposa, de origen polaco. En su presencia, el señor Slavinskyji escribió en una de las paredes de su casa un testamento legando todos sus bienes a sus sobrinos, que por entonces vivían en la Unión Soviética, y luego pidió a su vecino que lo firmara como testigo (no así su esposa, incapaz de leer el idioma ucraniano). Tras la muerte de Slavinskyji un tribunal concluyó que aquel peculiar testamento, aún sin estar escrito sobre papel, cumplía los requisitos necesarios para ser declarado un documento legal válido.

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