Verba volant, scripta manent

domingo, 27 de agosto de 2023

El caso XYZ

Charles Cotesworth Pinckney (1746-1825); John Marshall (1755-1835); y Elbridge Gerry (1744-1814)

Desde el inicio de la Guerra de Independencia que llevaría a las trece colonias británicas de Norteamérica a convertirse en los Estados Unidos, Francia fue el principal aliado de los rebeldes. Resentidos por la victoria británica en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), los franceses vieron una buena oportunidad para vengarse y por eso apoyaron desde un principio a los independentistas norteamericanos; no solo fueron el primer país en reconocer formalmente a los Estados Unidos como un país independiente (en febrero de 1778) sino que contribuyeron de manera importante al ejército rebelde con tropas, barcos y una generosa aportación económica.

No obstante, aunque tras la guerra todo parecía indicar que EEUU y Francia iban a convertirse en estrechos aliados políticos y comerciales, nada de eso se cumplió. El tratado comercial del que se había hablado no llegó a materializarse, y las posiciones políticas de ambos países se fueron distanciando. La situación fue a peor después de la Revolución francesa (que, irónicamente, tenía a la Constitución de los EEUU como una de sus inspiraciones), ya que las actuaciones del nuevo régimen recibieron muy duras críticas por parte de los norteamericanos, e incluso John Adams, vicepresidente con George Washington, y el Partido Federalista del que formaba parte, habían lanzado acusaciones muy duras contra la Revolución, acusándola de tiránica y sanguinaria. Este enfriamiento de las relaciones llevó a que cuando en 1793, en el marco de las Guerras de Coalición, que enfrentaron a Francia con varias potencias europeas, el Reino Unido y Francia entran en conflicto, los norteamericanos renuncian a apoyar a sus antiguos aliados y se declaran neutrales.

La gota que colma el vaso del enfrentamiento entre Francia y EEUU es la firma, en noviembre de 1794, del llamado Tratado de Jay, que buscaba normalizar las relaciones entre EEUU y el Reino Unido, vinculados todavía por relaciones políticas, sociales, económicas y comerciales. Los británicos accedían a entregar a los norteamericanos diversos fuertes que todavía controlaban en territorio estadounidense, y a indemnizar a los comerciantes que habían visto sus barcos capturados por los británicos en los años anteriores, además de conceder a los norteamericanos un derecho parcial de comercio con las Antillas británicas. A cambio, los norteamericanos daban a los británicos el estatus de socio comercial preferente y accedían a colaborar con sus políticas marítimas anti-francesas.

A los franceses, por supuesto, no les gustó nada este acuerdo, del que no habían sido informados. En aquel momento, lo interpretaron como una alianza de los norteamericanos con sus enemigos. Su respuesta fue considerar a los buques norteamericanos que comerciaban con Gran Bretaña como una presa legítima de guerra. En los siguientes dos años, la marina francesa capturó a decenas de mercantes norteamericanos en el Atlántico, el Mediterráneo e incluso en el Caribe. Como respuesta, Adams, recién elegido presidente, convocó una sesión extraordinaria del Congreso en mayo de 1797 para decidir la respuesta a las acciones francesas. 

Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord (1754-1838)

Ahora bien, dentro del propio gobierno norteamericano había dos corrientes enfrentadas sobre la situación con Francia. Por un lado, el presidente Adams y sus federalistas eran partidarios de una respuesta contundente a los franceses en defensa de sus intereses, sin descartar una declaración de guerra, aunque no era su primera opción (pese a que destacados federalistas como Alexander Hamilton eran abiertamente partidarios de ella). Por otra parte, el vicepresidente Thomas Jefferson y sus compañeros del Partido Demócrata-Republicano mostraban su solidaridad con los revolucionarios franceses y abogaban por una salida exclusivamente diplomática, llegando a descalificar a los federalistas acusándolos de belicistas e incluso de traidores a los ideales americanos por sus lazos con los británicos.

Finalmente, Adams decidió enviar una delegación diplomática a Francia para negociar un tratado de paz. La formaban tres estadistas de alto nivel, los tres Padres Fundadores de los EEUU y con amplia experiencia: Charles Cotesworth Pinckney, John Marshall y Elbridge Gerry. La elección de Gerry provocó ciertas controversias entre el gabinete de Adams por considerarlo no muy apegado a los ideales federalistas; pero el propio Adams lo defendió calificándolo como "uno de los dos hombres más imparciales de América" (el otro era el propio Adams, se sobreentiende). 

Los negociadores norteamericanos llegaron a París en octubre de 1797. No era un momento especialmente afortunado; en septiembre un golpe de estado del Directorio (el órgano máximo del poder ejecutivo de la República) contra el Consejo de los Quinientos y el Consejo de Ancianos (las dos cámaras del poder legislativo) había provocado la exclusión de estos órganos de numerosos miembros monárquicos y moderados, que eran mayoría, en favor de los republicanos más radicales, la mayoría de los cuales eran anti-americanos. Como ministro de Asuntos Exteriores había sido nombrado Charles Maurice de Talleyrand, una de las figuras políticas más influyentes de Francia durante décadas, cuya proverbial habilidad le permitió desempeñar cargos importantes durante el reinado de Luis XVI, la República, el gobierno de Napoleón y la restauración monárquica.

La comisión norteamericana tiene un primer encuentro con Talleyrand al poco de llegar. Es un encuentro breve y protocolario, en el que el ministro se limita a aceptar, de manera provisional, sus credenciales diplomáticas, y les emplaza para una nueva reunión más adelante. Más tarde, los americanos se enteran por medios indirectos que Talleyrand desea explicaciones oficiales por un discurso de Adams el mayo anterior, en el que atacaba duramente la política del Directorio; pero los tres deciden que no están obligados a dar ninguna explicación.

John Adams (1735-1826)

El 17 de octubre, tras varios encuentros no oficiales entre la delegación americana y miembros del gabinete de Talleyrand, Nicolas Hubbard, empleado británico de un banco holandés cuyos servicios utilizan los americanos, solicita a Pinckney una reunión con un tal barón Jean-Conrad Hottinguer, a quien describe como "un hombre de honor" sin mencionar cargo ni título alguno. Hottinguer expone a Pinckney las condiciones de Talleyrand para negociar: una disculpa oficial de Adams por sus palabras contra el gobierno francés, un enorme préstamo del gobierno americano para ayudar a sanear las arcas francesas, exhaustas después de años de conflictos internos y externos, y un soborno de 50000 libras para el propio Talleyrand. Los americanos, atónitos, rechazan de plano tales exigencias. Más tarde, el propio Hottinguer se presenta de nuevo ante ellos acompañado de Pierre Bellamy, estrecho colaborador del ministro, reiterando sus peticiones. Los americanos proponen enviar a uno de sus negociadores de vuelta a EEUU en busca de instrucciones del propio Adams, si los franceses se comprometen a una tregua en los ataques contra barcos americanos; pero esta petición es rechazada. Poco después otro de los colaboradores de Talleyrand, Lucien Hauteval, se encuentra con Gerry, al que había conocido en Boston años atrás, y le reitera las demandas francesas, asegurándole la sinceridad del ministro en la búsqueda de una solución pacífica.

Días más tarde, Hottinguer y Bellamy vuelven a reunirse con la delegación norteamericana. Esta vez su actitud es más amenazante; solo unos días antes se había firmado el Tratado de Campo Formio, que ponía fin a las hostilidades entre Francia y Austria. Ahora que Francia solo estaba en guerra con el Reino Unido, la posibilidad de un conflicto con EEUU no era tan descabellada. Una vez más, los norteamericanos rechazan las exigencias francesas (célebre es la respuesta de Pinckney a las demandas: "No, no, not a sixpence!" "¡No, no, ni un centavo!").

En los siguientes meses, se suceden los contactos informales entre ambas partes, ante la negativa de Talleyrand a abrir negociaciones oficiales. Finalmente, hartos de no llegar a ninguna parte, Pinckney y Marshall deciden no seguir con las negociaciones por canales no oficiales, mientras que Gerry aboga por continuar. Sabedor de ello, Talleyrand empieza a negociar exclusivamente con Gerry, excluyendo a los otros dos diplomáticos, quienes acaban por abandonar Francia en abril y regresar a EEUU. Gerry, por su parte, decide quedarse únicamente porque Talleyrand le amenaza con que, si él también se va, el Directorio declarará la guerra a EEUU. De cualquier modo, Gerry rechaza cualquier negociación con los franceses y, finalmente, abandona Francia en octubre de 1798, mientras Talleyrand envía representantes a La Haya para continuar las negociaciones a través de William Vans Murray, embajador norteamericano en los Países Bajos.

Mientras, en EEUU la situación había escalado notoriamente. Los informes de las negociaciones habían llegado en marzo a manos de Adams, el cual, dándose cuenta del efecto que tendrían, los mantuvo en secreto y se limitó a anunciar al Parlamento el fracaso de la delegación. Esto no dejó satisfechos a numerosos parlamentarios; los demócrata-republicanos acusaron a los federalistas de sabotear a propósito la misión diplomática y exigieron que se hicieran públicos los informes de las negociaciones; y lo mismo exigieron los federalistas más exaltados, deseosos de declarar la guerra. Finalmente, Adams hace públicos los informes el 20 de marzo, aunque sustituyendo los nombres de Hubbard, Hottinguer, Bellamy y Hauteval por las letras W, X, Y y Z; de ahí que el asunto acabara siendo conocido como "el caso XYZ".

La publicación de los despachos tiene el efecto que Adams había previsto. Una oleada de indignación y de sentimiento antifrancés se extiende por Norteamérica. Los federalistas claman por una declaración de guerra, mientras que los demócrata-republicanos, cogidos de improviso, no tienen ya argumentos para oponerse. Sin embargo, Adams rechaza pedir al Parlamento una declaración formal de guerra, pero si toma medidas tales como la adquisición de doce fragatas y el reclutamiento de un nuevo ejército de 20000 soldados. El 7 de julio de 1798 el Congreso norteamericano vota a favor de anular el Tratado de Alianza firmado con los franceses en 1778, y solo dos días después, se autoriza a la Armada norteamericana a atacar a los buques de guerra franceses. Mientras, en Francia, la noticia de la publicación de los informes diplomáticos norteamericanos provoca a su vez una reacción de ira. Talleyrand es llamado a presencia del Directorio para explicar su actuación, pero él niega tener nada que ver con las negociaciones informales (aunque luego admitiría a Gerry en privado que los negociadores eran, en efecto, agentes suyos).

Dio así comienzo la llamada Cuasi-Guerra, una guerra sin declaración formal que enfrentó a las Armadas norteamericana y francesa durante dos años, entre 1798 y 1800. Al final, las hostilidades terminarían con la firma del Tratado de Mortefontaine (1800), que sería firmado ya por Napoleón Bonaparte, nombrado Primer Cónsul de la República, tras haber depuesto al Directorio en un golpe de estado el 9 de noviembre de 1799. En él, ambos países acordaban respetar el comercio del otro, prohibían las confiscaciones de bienes de sus respectivos buques y se concedían mutuamente el estatus de socio comercial preferente. Quedaba pospuesto el tema de la indemnización de 20 millones de dólares que los norteamericanos reclamaban para compensar las pérdidas de sus comerciantes, que nunca se llegó a concretar; al final, fue el propio gobierno norteamericano el que los compensó.

Tras regresar a EEUU, Pinckney y Marshall fueron recibidos con alabanzas por su actuación: Pinckney fue ascendido a general, nombrado comandante del Departamento del Sur del ejército, y fue candidato federalista a vicepresidente en las elecciones de 1800; mientras que Marshall sería Secretario de Estado y juez en la Corte Suprema. No así, Gerry, quien, acusado en un principio de contemporizar con los franceses, tuvo que sufrir numerosas críticas e insultos, e incluso ver como un grupo de manifestantes quemaban una efigie suya en frente de su casa. Al final, después de ver su figura parcialmente rehabilitada tras la publicación de su correspondencia con Talleyrand, abandonó el Partido Federalista, descontento con los numerosos ataques de los que había sido objeto, y se unió a los demócrata-republicanos, con los que fue gobernador de Massachusetts (1810-1812) y vicepresidente del gobierno (1813-14).

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