Verba volant, scripta manent

domingo, 31 de marzo de 2013

El Trinche Carlovich

                                       Tomás Felipe "Trinche" Carlovich

A lo largo de la historia del fútbol ha habido jugadores especiales, mágicos, tocados por un aura de genialidad arrebatadora. Algunos supieron aprovechar esas cualidades y acabaron siendo mitos mundialmente famosos: Pelé, Di Stefano, Yashin, Cruyff, Luís Suárez. Otros no llegaron tan lejos: las lesiones, la mala suerte o su propia incapacidad para aprovechar su talento coartaron su carrera. Pocos simbolizan tan bien lo que pudo ser y no fue como el Trinche Carlovich.
Tomás Felipe Carlovich nació en el barrio de Belgrano, en la ciudad argentina de Rosario, el 20 de abril de 1949. Era el menor de los siete hijos de un humilde matrimonio de inmigrantes yugoslavos y, como tantos otros niños, aprendió a jugar al fútbol en la calle, en campos de tierra y guijarros, dándole patadas a casi cualquier cosa de forma más o menos esférica, desarrollando esa habilidad casi eléctrica que tienen los que se habituaron a jugar en esas condiciones desde pequeños. Pero el Trinche (nadie, ni él mismo, sabe decir de dónde viene su apodo) iba mucho más allá que sus compañeros. Vivía por y para el fútbol, y pronto demostró sus cualidades.
Con apenas quince años entró en las categorías inferiores del Rosario Central, pero enseguida le llamaron la atención por su tendencia a escaparse de los entrenamientos y del trabajo físico. Y con 16 se marchó cedido al Sporting de Bigand, un modesto club con el que fue campeón de la Liga del Sur, un campeonato regional. Volvió a Rosario en 1969, pero apenas jugó un partido con el primer equipo. Sus cualidades técnicas eran excepcionales, pero el entrenador Miguel Ignomiriello prefería otro tipo de jugador, más físico y trabajador. Además, la indisciplina e irresponsabilidad de las que hacía gala el Trinche, que serían otra constante en su carrera, tampoco jugaron a su favor. Así que Carlovich hizo las maletas y se fue, primero al Flandria de Luján, donde estuvo apenas cuatro meses, y luego volvió a Rosario para jugar en el Central Córdoba, un club modesto que sería el club de su vida. Con él logró el ascenso a Primera B en 1973.
Fue en el Central donde comenzó la leyenda del Trinche. Su talento desbordante, su imprevisible creatividad, sus jugadas increíbles, no tardaron en convertirle en un auténtico ídolo de la afición. Tanto es así, que se hizo habitual que los hinchas preguntaban al ir a comprar su entrada ¿Hoy juega el Trinche?... y si no jugaba, se iban. Uno de sus momentos más increíbles fue durante un partido contra el Talleres de Remedios de Escalada, donde, a petición de un hincha fervoroso, inventó una de sus jugadas míticas: un doble caño o "caño de ida y vuelta", como él lo llamó.
Estaba en el Central cuando llegó el momento culminante de su carrera. La selección argentina que iba a disputar el Mundial de Alemania '74 estaba concentrada y como parte de su preparación, se organizó un partido contra una selección de Rosario, el 17 de abril de 1974. En el once rosarino (donde había jugadores que llegarían lejos, como Mario Alberto Kempes o Carlos Aimar) formaron cinco jugadores del Rosario Central, cinco del otro gran club de Rosario, el Newell's Old Boys... y el Trinche. Se suponía que iba a ser un encuentro sencillo para la selección. No contaban con el Trinche. Porque para delirio del público local la selección rosarina, llevada en volandas por el genio arrollador de Carlovich, dio un repaso absoluto a la selección argentina, a la que ganaba en el descanso por 3 a 0. Vladislao Cap, seleccionador nacional, pidió a Timoteo Griguol y Juan Carlos Montes, encargados del combinado local, que dejaran al Trinche en el banquillo en la segunda parte, temeroso de que el partido acabase con  un resultado escandaloso. El Trinche se retiró en el minuto 60, en medio de una atronadora ovación. Aún así, la victoria final se quedó en casa: 3-1.
A principios de 1975 el Trinche fichó por el Independiente Rivadavia de Mendoza, también en Primera B. Año y medio irregular, pero con momentos deslumbrantes. Pero también protagonizó alguna de sus anécdotas más famosas. Apenas llevaba 17 días en la ciudad, cuando el Trinche desapareció sin dejar rastro. Finalmente lo encontraron en Rosario y lo convencieron para que volviese. Aún tuvo otra escapada más, a principios de 1976, mientras negociaba su renovación. En otra ocasión, se hizo expulsar de un partido para llegar a tiempo a coger un autobús que le llevaba a pasar unos días en Rosario. Y su despedida del club fue similar: tras ser expulsado en un partido contra el Gimnasia y Esgrima de Mendoza por pelearse con un rival, desapareció y no volvió más. Aún así, en Independiente guardan un gran recuerdo de él.
Su siguiente equipo fué el Colón de Santa Fe, ya en la máxima categoría. Pero tampoco tuvo suerte: varias lesiones y su propia dejadez hicieron que sólo jugase dos partidos de Liga, antes de ser despedido.
En 1978 volvió a Mendoza para fichar por el Deportivo Maipú, donde estuvo dos años. Para muchos, los dos mejores años de su carrera. Y es allí cuando tuvo lugar otra de sus anécdotas míticas (y también muy ilustrativas de su carácter). Cercano el Mundial que ese año se disputaba en Argentina, el seleccionador César Luís Menotti, rosarino y admirador de su talento, le convocó para una concentración de la selección, de la que saldría el equipo que jugaría el mundial. Pero el Trinche no acudió. Dicen que prefirió irse a pescar, perdiendo así una oportunidad irrepetible.
En 1980 volvió al Central Córdoba, donde jugó hasta 1983, logrando en 1982 un nuevo ascenso a Primera B. Tras un par de años inactivo, volvió brevemente a la actividad en 1986, también en el Central, y se retiró definitivamente.
Carlovich es una figura mítica dentro del fútbol argentino. Apenas hay grabaciones de él (sólo un breve fragmento de unos segundos), pero los que lo vieron jugar nunca lo olvidarán. Los elogios que aún hoy recibe son enormes. El mismísimo Maradona llegó a decir de él que había sido el mejor del mundo, y el ex-seleccionador José Pekerman dijo que era el mejor jugador que había visto nunca. En su época llegó a tener ofertas importantísimas de equipos como el Milan o el Cosmos (donde jugaba Pelé) pero nunca le interesó. En el fondo, Carlovich fue siempre el chico de barrio que sólo aspiraba a divertirse jugando, ya fuese con sus amigos en la calle o en un estadio. En una entrevista dijo: La verdad es que yo no tuve otra ambición más que la de jugar al fútbol y la cumplí, a mi modo llegué. El Mesías de la redonda, el Maradona invisible, fueron algunos de los apodos que ha recibido. Un jugador del que Carlos Aimar dijo No jugó en Primera porque no quiso.
Después de su retirada, ha seguido vinculado al mundo del fútbol, de una u otra manera. Fue manager del Central, fundó una escuela de fútbol y entrenó al Wanders, un equipo modesto de Rosario.


Trayectoria
1964-65 Rosario Central
1966-68 Sporting de Bigand
1969-70 Rosario Central
1970 Flandria
1971-75 Central Córdoba
1975-76 Independiente Rivadavia
1977 Colón de Santa Fe
1978-80 Deportivo Maipú
1980-83 Central Córdoba
1986 Central Córdoba


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