Tradicionalmente, los miembros de la cancillería de la Santa Sede han tenido una relación un tanto complicada con la prensa. No les agrada aparecer en las noticias, ni acostumbran a conceder entrevistas. Rara vez se explayan con los periodistas, y tienen tendencia al secretismo y a la discreción máxima.
Se cuenta que, durante el pontificado de Pío XII (1939-1958), un periodista que intentaba obtener una confirmación oficial para una noticia pasó toda una mañana yendo de una oficina a otra de la Secretaría de Estado vaticana, sin obtener mas que rodeos, evasivas y ser remitido de un funcionario a otro continuamente. Finalmente, viendo que no iba a conseguir nada, decidió volver a la redacción de su periódico. Cuando estaba a punto de salir, se cruzó con un prelado que justamente venía de la calle, al que le preguntó:
- ¿Ha dejado de llover, monseñor?
Y el eclesiástico, instintivamente, le respondió:
- Lo siento, para cualquier pregunta diríjase usted a mis superiores.
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