Verba volant, scripta manent

domingo, 19 de marzo de 2023

Un curioso desayuno

Richard Thomas Partridge

El 9 de abril de 1940 tropas del III Reich comenzaban la invasión de Noruega. El objetivo primordial de los alemanes era el control de la costa y sus puertos, lo que les proporcionaría un amplio dominio del Atlántico norte, además de asegurarse el suministro del mineral de hierro de las minas suecas, vital para la industria armamentística alemana y que se exportaba a través de los puertos noruegos. Aunque en un principio ingleses y franceses respondieron en ayuda de los noruegos, bombardeando las posiciones alemanas y enviando un pequeño contingente de tropas, el rápido avance de los alemanes y el comienzo de la invasión de Francia provocaron la retirada de las tropas aliadas, las últimas de las cuales abandonaron el territorio de Noruega el 9 de junio.

El 27 de abril de 1940 un escuadrón de cazas británicos Blackburn Skua biplaza procedentes del portaaviones HMS Ark Royal lanzó un ataque al norte de la capital, Oslo. Uno de los pilotos que tomaron parte en la misión fue el capitán Richard Thomas Partridge. Partridge se había alistado en la Marina en 1929, y tras servir en el portaaviones HMS Hermes había decidido hacerse piloto naval. Tras conseguir el título en 1934 había servido en distintos portaaviones, salvo una breve estancia en 1938 en los Royal Marines, hasta que había sido destinado a la campaña en Noruega siendo nombrado comandante del 800º Escuadrón, estacionado a bordo del Ark Royal, el 24 de abril, solo tres días antes del ataque. A bordo de su Skua le acompañaba el teniente R. S. Bostock como operador de radio y artillero.

Blackburn B-24 Skua

Durante su misión el escuadrón británico se encontró con una formación de bombarderos alemanes Heinkel He-111 que volaban sin escolta. La mayoría de los aviones alemanes huyó sin presentar batalla; solo uno de ellos se enfrentó a los británicos. Partridge y otros dos Skuas se enzarzaron en combate con el Heinkel y, tras unos minutos de intercambio de disparos, el avión alemán cayó derribado y se estrelló en una zona montañosa y deshabitada. Partridge y Bostock no tuvieron tiempo de celebrar su victoria; enseguida notaron como su Skua empezaba a perder potencia. El fuego del bombardero alemán había alcanzado el motor, que no tardó en parase por completo. Con fortuna y mucha habilidad, Partridge logró planear hasta posar su avión en la superficie de un lago helado, no muy lejos de donde se había estrellado el Heinkel. El Skua quedó destrozado, pero Partridge y Bostock salieron bien parados, sin más daños que algunas magulladuras y arañazos.

Aún sin heridas graves, su situación distaba de ser envidiable. Perdidos en mitad de una montaña desolada, cubierta de nieve y lejos de cualquier población, necesitaban encontrar refugio cuanto antes. Durante su descenso a Partridge le había parecido ver cerca de allí una especie de edificio, que tras una corta búsqueda, resultó ser una cabaña usada por los cazadores de renos durante la temporada de caza. Apenas habían tenido tiempo de sacudirse la nieve y encender un fuego para calentarse, cuando vieron aparecer a la tripulación del Heinkel.

Cuatro hombres habían formado la tripulación del bombardero: el teniente Horst Schopis, piloto; el sargento Karl-Heinz Strunk; el corporal Josef Auchtor, mecánico de a bordo; y el soldado Hans Hauk, artillero de cola. Habían salido bastante peor parados que los británicos de su derribo; Hauk había muerto al estrellarse el avión y los otros tres presentaban diversas heridas. Era comprensible que su estado de ánimo no fuera demasiado amistoso cuando se acercaron a la cabaña y descubrieron la presencia de los británicos. Entre las dos tripulaciones se cruzaron insultos y amenazas hasta que la complicada situación en la que se encontraban se hizo patente: solos y abandonados en mitad de la montaña nevada, cerca de ninguna parte, sin posibilidad de ser rescatados y sin apenas recursos ni víveres, tenían más posibilidades de salir con vida si colaboraban que si se enzarzaban en una nueva pelea de la que probablemente ninguno de ellos saldría bien librado.

Partridge y Bostock decidieron que no era el momento para ser completamente sinceros con los alemanes. En lugar de admitir que eran quienes les habían derribado, los convencieron de que eran tripulantes de un bombardero como ellos, un Vickers Wellington británico derribado por un caza de la Luftwaffe. Ambas tripulaciones acordaron una tregua momentánea y los británicos invitaron a los alemanes a utilizar la cabaña mientras ellos buscaban otro refugio. No tardaron en encontrarlo; cerca de allí se encontraba el Grotli Hotel, un pequeño alojamiento de vacaciones cerrado durante el invierno. Aquella noche los alemanes la pasaron en la cabaña, mientras los británicos durmieron en el hotel.

Al amanecer del día 28 los alemanes llegaron al hotel. Afortunadamente, la despensa estaba bastante bien surtida, y es entonces cuando tiene lugar uno de esos curiosos acontecimientos que a veces se producen en medio de una guerra: británicos y alemanes, teóricamente enemigos, sentados a la misma mesa, compartiendo un opíparo desayuno y discutiendo sus opciones para salir de allí. Sabían que no podían esperar un rescate por parte de ninguno de los dos bandos, pues nadie les estaría buscando; que era muy improbable que nadie se acercara hasta allí en bastante tiempo; y que no tardarían en quedarse sin comida. Su única salida parecía ser buscar ayuda por su cuenta. Decidieron entonces que Partridge y Strunk saliesen a explorar la zona, y buscasen cualquier indicio de civilización o de la presencia de otras personas.

Horst Schopis y Thomas Partridge, reunidos en 1977

No llegaron muy lejos. Apenas unos minutos después de haber salido del hotel ambos se dieron de bruces con una patrulla del ejército noruego, quienes, al verlos, hicieron un disparo de advertencia. Partridge se puso a cubierto, mientras Strunk tuvo la desafortunada idea de echar mano a su revólver, lo que hizo que los noruegos abrieran fuego contra él, matándolo. Al oir los disparos, Bostock salió corriendo del hotel, temiendo que Strunk hubiese disparado contra Partridge, solo para caer en manos de los noruegos. Schopis y Auchtor se entregarían poco después, sin presentar resistencia. Ambos serían entregados a los británicos y pasarían el resto de la guerra como prisioneros en un campo en Canadá.

En cuanto a Partridge y Bostock, les costó lo suyo convencer a los noruegos de que eran británicos y no alemanes. Una vez hubieron aclarado su identidad, fueron evacuados a Gran Bretaña. El 13 de junio de ese año quince Skuas del Ark Royal lanzaron un fallido ataque contra el acorazado alemán Scharnhorst, que estaba siendo reparado en el puerto noruego de Trondheim tras resultar dañado en un combate contra buques británicos. Ocho de ellos fueron derribados por los cazas alemanes; Bostock murió y Partridge fue capturado, pasando el resto de la guerra en un campo de prisioneros alemán. Tras la guerra siguió siendo piloto naval (fue el primer piloto naval británico que obtuvo las calificaciones necesarias para pilotar aviones a reacción) y se retiró de manera voluntaria en enero de 1951, con el rango de mayor.

Partridge y Schopis se reencontrarían décadas después del final de la guerra. Su historia sería llevada al cine en 2012 en una coproducción noruego-sueca titulada Perdidos en la nieve (Into the White), aunque ninguno de sus protagonistas llegó a verla: Partridge había muerto en 1990 y Schopis, aunque participó como asesor en el rodaje, murió en 2011, a los 99 años de edad, meses antes de su estreno.

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