Verba volant, scripta manent

domingo, 12 de noviembre de 2023

El Zero de Akutan

El Zero de Akutan

Cuando el 7 de diciembre de 1941 la Marina japonesa atacó la base naval de Pearl Harbor, los norteamericanos no sabían casi nada acerca del ejército japonés y de las armas con las que contaban. Y tampoco sobre sus aviones. Por aquel entonces norteamericanos y británicos creían todavía que los japoneses poseían únicamente vetustos aviones de alas de lona y tren fijo, copias inferiores de modelos occidentales. Fue por ello por lo que la sorpresa inicial dio paso al desconcierto y al pánico cuando sus pilotos empezaron a vérselas sobre los cielos del Pacífico con los Zeros.

Mitsubishi A6M "Zero"

El Mitsubishi A6M, apodado "Zero" porque entró en servicio en 1940, año 2600 en el calendario imperial japonés, era una auténtica obra maestra de la aeronáutica, concebido y diseñado por el brillante Jirō Horikoshi, ingeniero jefe de la Mitsubishi, y su equipo. Había sido una petición expresa de la Armada Imperial japonesa, que quería sustituir al que hasta entonces era el caza embarcado estándar, el Mitsubishi A5M "Claude". El Claude había sido utilizado durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945) para escoltar bombarderos, pero su limitada autonomía suponía un handicap para su uso en misiones de escolta. La Marina quería un caza de largo alcance, que pudiera tanto estar en tierra como embarcado en un portaaviones, y que pudiera llevar a cabo misiones de ataque o de escolta de bombarderos.

Jirō Horikoshi (1903-1982)

El Zero era un avión formidable, con una velocidad endiablada, una extraordinaria maniobrabilidad y una autonomía asombrosa (1900 kilómetros, que podían llegar a 3000 con depósitos de combustible suplementarios). Voló por primera vez en 1939 y entró en combate en China al año siguiente, con un efecto devastador: barrió del cielo a los aviones del ejército chino. Los Fiat CR.32 italianos, los Polykarpov I-153 y I-16 soviéticos, los Boeing P-26 y los Curtiss P-36 norteamericanos... no eran rival en ningún aspecto para los Zeros. Pero ningún servicio de inteligencia occidental, ningún analista militar, se dio por enterado de la aplastante superioridad de los aviones japoneses. Es mas, el teniente general norteamericano Claire Chennault, comandante en jefe de los Tigres Voladores (un grupo de pilotos mercenarios norteamericanos al servicio de los chinos) envió un detallado informe al Departamento de Defensa de EEUU sobre el Zero y sus cualidades... un informe que fue calificado de "tontería" e ignorado porque los analistas del Departamento consideraron que era imposible que existiera un avión así.

Brewster F2A Buffalo

Por ello, en los primeros tiempos de la guerra, la superioridad aérea de los japoneses sorprendió desagradablemente a los estadounidenses, que vieron como sus aviones eran derribados por docenas en sus primeros encuentros con los japoneses. Los Curtiss P-36 y los Bell P-39 Airacobra del ejército, los Brewster F2A Buffalo de la Armada, incluso los flamantes Hawker Hurricane británicos, se mostraron ineficaces contra los Zeros. El Curtiss P-40 les podía plantar cara si el piloto aprovechaba su mejor cualidad, la velocidad en picado, pero combatiendo con las mismas tácticas que los japoneses el Zero volvía a dejar clara su superioridad. Tan solo los Grumman F4F Wildcat de la Marina podían enfrentarse a ellos con ciertas garantías, siempre y cuando contaran con un piloto experto.

De inmediato, la colosal maquinaria industrial y militar estadounidense se puso manos a la obra para enfrentar aquella desventaja. Nuevos modelos de aviones, más rápidos y resistentes, fueron diseñados y fabricados. Nuevas tácticas de combate aéreo fueron concebidas para combatir específicamente a los Zeros. Pero hacía falta más. Hacía falta conocer a fondo las cualidades de los aviones enemigos. Se conocía ya bastante sobre su diseño y mecánica gracias a los restos de Zeros derribados: nueve habían sido abatidos durante el ataque a Pearl Harbor, otro durante al ataque japonés al puerto australiano de Darwin en febrero de 1942, uno más se estrelló en Nueva Guinea... Así averiguaron, por ejemplo, que buena parte de su velocidad y autonomía se debía a su ligereza: los Zeros estaban fabricados con una aleación especial de aluminio y apenas tenían blindaje, ni depósitos de combustible autosellantes; pesaba, dependiendo del modelo, en torno a 2400 kilos. Eso lo hacía muy vulnerable a los impactos... siempre y cuando los pilotos americanos lograran alcanzarlo.


Pero la información que se podía obtener de aviones derribados tenía un límite. Su comportamiento en vuelo, su respuesta a las maniobras, solo podían conocerlas disponiendo de un Zero intacto y capaz de volar. Y los norteamericanos no lo tenían. No era una casualidad; el alto mando japonés, consciente de que para conservar su superioridad debían mantener a sus enemigos ignorantes en cuanto a los atributos de sus aviones, había ordenado que ningún Zero con capacidad de volar fuese dejado atrás. Si era preciso, sus propios compañeros debían asegurarse de que los aviones abatidos quedaban destruidos, de modo que poco o nada se pudiera recuperar de ellos. Los estadounidenses necesitaban un golpe de suerte para conseguir un Zero. Y ese golpe de suerte les llegó desde una remota y desolada isla del Pacífico Norte.

Las islas Aleutianas son un archipiélago de islas volcánicas que se extiende desde la costa de Alaska hasta la península rusa de Kamchatka, a lo largo de 1900 kilómetros por todo el norte del Océano Pacífico. La mayor parte de ellas están bajo soberanía estadounidense. En junio de 1942 una fuerza especial de la Armada japonesa, al mando del contraalmirante Kakuji Kakuta, atacó las Aleutianas, bombardeando Dutch Harbor, el principal puerto del archipiélago, y ocupando dos de las islas más occidentales, Attu y Kiska, ambas deshabitadas. En realidad, se trataba de una maniobra de distracción; la operación en si era un señuelo para desviar la atención de los norteamericanos del verdadero objetivo de los japoneses, la isla de Midway, donde se habría de librar una de las batallas decisivas de la guerra en el Pacífico. 

Suboficial Tadayoshi Koga (1922-1942)

El 4 de junio de 1942 un grupo de ataque formado por tres Zeros despegó del portaaviones ligero Ryūjō con el objetivo de atacar Dutch Harbor. Los tres aviones iban pilotados por el contramaestre Tsuguo Shikada, el suboficial Makoto Endo y el suboficial Tadayoshi Koga, un piloto novato de solo 19 años. El grupo atacó las instalaciones de Dutch Harbor y derribó un hidroavión PBY Catalina (luego, en una acción execrable, ametrallaron a su tripulación cuando estaba en el agua). Pero durante el ataque el avión de Koga había resultado alcanzado por numerosos impactos de armas de pequeño calibre. Un disparo afortunado había alcanzado el motor de su Zero, que empezó a perder aceite en gran cantidad. Koga redujo la velocidad de su avión para minimizar la fuga, pero muy pronto se dio cuenta de que no iba a poder regresar al Ryūjō, así que siguió el protocolo que les habían señalado para estos casos: buscar un lugar para un aterrizaje de emergencia y esperar a ser evacuado por uno de los submarinos que formaba parte de la armada japonesa.

El lugar elegido fue Akutan, una isla a apenas 25 millas de Dutch Harbor. Tras reconocer el terreno, los pilotos japoneses localizaron un lugar aparentemente perfecto para el aterrizaje: una planicie cubierta de hierba, aparentemente firme y sin obstáculos. Pero en su última pasada, Shikada vio un brillo de agua y se dio cuenta de que el suelo estaba encharcado. En esas condiciones Koga tendría que haber tomado tierra sin desplegar el tren de aterrizaje... pero el joven piloto ya había comenzado la maniobra y era demasiado tarde para avisarle. El tren de aterrizaje se clavó en el suelo húmedo, frenando de golpe al avión, que capotó y quedó volcado boca abajo. El Zero no sufrió apenas desperfectos, pero Koga murió en el acto, probablemente al romperse el cuello. Ahora bien, sus compañeros debían haber destruido el avión para que no cayera en manos enemigas, pero no sabían si Koga estaba muerto, herido de gravedad o solo inconsciente. Sin poder decidirse a ametrallar el avión, decidieron retornar al Ryūjō y avisar de la situación para que el submarino pudiera encontrar a Koga y destruir el avión. Sin embargo, el sumergible japonés se vio obligado a retirarse sin concluir su misión ante la aparición de un destructor estadounidense, el USS Williamson.

El Zero de Akutan durante su rescate

Akutan quedaba lejos de las rutas aéreas y el avión no era visible desde el mar. Por eso tardó más de un mes en ser descubierto. El 10 de julio un Catalina pilotado por el teniente William Thies, que se había perdido mientras patrullaba, acertó a sobrevolar Akutan y el comandante Albert Knack, al mando de la misión, avistó el Zero. Tras regresar a su base e informar a su comandante, Thies obtuvo permiso para acudir a Akutan con un grupo de rescate al día siguiente. El grupo recuperó el cadáver de Koga y lo enterró en una tumba poco profunda junto al avión, y regresó para informar que el Zero estaba en buen estado y era recuperable. El día 12 se envió un nuevo equipo, que enterró el cuerpo de Koga en una colina cercana y trató de liberar el Zero, pero no pudo al carecer de maquinaria pesada. Un tercer equipo, ya con la maquinaria adecuada, logró liberar el avión el día 15 y lo subió en una barcaza que lo llevó a Dutch Harbor.

Tras ser sometido a una limpieza superficial, el Zero fue embarcado en un buque de transporte, el USS St. Mihiel, que lo llevó a Seattle, desde donde fue enviado a la Estación Aeronaval de North Island, cerca de San Diego, donde fue sometido a diversas reparaciones, entre ellas enderezar el estabilizador vertical, los alerones, las puntas de las alas y el timón, reparar el tren de aterrizaje y la hélice, y sustituir el Hinomaru (el emblema rojo que representa a Japón) por una escarapela estadounidense. El Zero de Akutan volvía a estar en condiciones de volar el 20 de septiembre, y durante todo ese tiempo estuvo las 24 horas del día custodiado por la policía militar, para evitar sabotajes o que alguien se llevara alguna pieza como "souvenir".

El Zero de Akutan, volando ya con las insignias norteamericanas

De inmediato comenzaron las pruebas de vuelo, que llevaron a cabo varios pilotos de pruebas de la Marina, tanto en North Island como en la Estación Aeronaval de Anacostia (Washington D. C.). También fue sometido a exhaustivos estudios aerodinámicos en el túnel de viento que la NACA (National Advisory Committee for Aeronautics, Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica) tenía en Langley (Virginia). Lo que se encontraron fue un avión con unas condiciones excelentes, pero en modo alguno perfecto. Buena parte de sus cualidades se debían, como ya he dicho, a su escaso peso. Su motor tenía apenas la mitad de la potencia de los cazas norteamericanos más modernos. A altas velocidades era muy difícil controlar los alerones, y a partir de unos 200 nudos (370 km/h) era prácticamente imposible, lo que dificultaba enormemente los giros, sobre todo a la derecha. Si los aviones norteamericanos eran capaces de mantener una alta velocidad durante un combate aéreo, era prácticamente imposible que los Zeros los siguieran en los giros. Además, debido al tipo de carburador flotante que montaban, los Zeros tendían a calarse cuando eran sometidos a aceleraciones negativas intensas; por ejemplo, descendiendo en picado.

Grumman F6F Hellcat

Todos estos datos sirvieron para desarrollar tácticas más efectivas para enfrentarse a los aviones japoneses. A ello se unió la entrada en servicio de una nueva generación de cazas norteamericanos: el F4U Corsair, el caza pesado Lockheed P-38 Lightning, los P-47 Thunderbolt y P-51 Mustang del ejército, y sobre todo, el Grumman F6F Hellcat, que se convirtió en la peor pesadilla de los Zeros: su velocidad y maniobrabilidad eran similares, pero el Hellcat montaba un brutal motor de más de 2000 CV, seis ametralladoras pesadas (el Zero tenía solamente dos ametralladoras y dos cañones) y además un sólido blindaje (pesaba en vacío más del doble que el avión japonés). A partir de 1943, los japoneses habían perdido el dominio del cielo y estaban a merced de los aviones norteamericanos. Las sucesivas nuevas versiones del Zero (A6M3, 5, 6 y 7) apenas aportaron algunas mejoras y los nuevos modelos (los Mitsubishi A7M Reppu y J2M Raiden) resultaron de poca utilidad. La última variante del Zero, el A6M8 modelo 64, tenía un motor mucho más potente y, por primera vez, un blindaje consistente, sin perder velocidad ni maniobrabilidad. Habría sido un más que digno rival para los Hellcats... pero no estuvo listo hasta abril de 1945, cuando Japón ya no tenía recursos para fabricarlo ni pilotos para manejarlo, y solo se llegaron a fabricar dos prototipos.

No cabe duda de que la captura del Zero de Akutan fue un momento importante en el desarrollo de la guerra en el Pacífico, aunque su verdadera trascendencia aún provoca desacuerdos. Para algunos, fue un momento crucial de la guerra, el punto a partir del cual Japón comenzó a perder el dominio de los cielos. El historiador japonés Matasake Okumiya llegó a comparar la importancia de su captura con la de la victoria norteamericana en Midway. Otros en cambio no están de acuerdo con estas valoraciones y rebajan su importancia. Hay que recordar que la mayoría de los aviones que devolvieron a EEUU la iniciativa aérea ya estaban en desarrollo cuando el Zero de Akutan fue capturado, e incluso algunos como el P-38 ya habían entrado en servicio. Asimismo, algunas de las tácticas de combate que luego serían básicas para enfrentarse a los aviones japoneses, como la célebre Thach Weave, ya habían sido ideadas antes de esa fecha. La captura del Zero de Akutan fue una gran ayuda para que los pilotos norteamericanos conocieran los puntos débiles de sus enemigos y pudieran exprimir al máximo las cualidades de sus aviones, pero la victoria final tuvo más que ver con la aplastante superioridad industrial estadounidense y la poca capacidad de reacción de los japoneses para responder a las mejoras en los aviones americanos.

Mitsubishi A6M2 Zero pilotado por el suboficial Taka-aki Shimohigashi estrellado en noviembre de 1941 en una playa de la península china de Leichou. Fue uno de los dos que utilizó Gerhard Neumann para reconstruir un Zero en condiciones de volar, pero que por las dificultades para sacarlo de China no llegó a los EEUU hasta 1943.

El Zero de Akutan resultó destruido en un accidente sucedido en la base de North Island en febrero de 1945. El avión se encontraba preparado para despegar en un vuelo de entrenamiento cuando un bombardero Curtiss SB2C Helldiver perdió el control y chocó contra él, provocando que su hélice lo hiciera pedazos. Algunas de sus piezas fueron recuperadas y hoy en día se exhiben en museos como el Museo Nacional de la Armada de los EEUU (Washington D. C.), el Museo Nacional del Aire y el Espacio (Wahington D. C.) y el Museo del Patrimonio Nativo de Alaska (Anchorage). Para entonces los norteamericanos ya disponían de otros dos Zeros completos: uno capturado durante la liberación de la isla de Guam y otro que había sido reconstruido por el ingeniero Gerhard Neumann a partir de los restos de dos Zeros que habían tenido que hacer un aterrizaje forzoso en una playa china en noviembre de 1941 y que luego habían sido capturados por el ejército chino.

En 1988, el escritor y biólogo Jim Rearden y el empresario Minowu Kawamoto quisieron localizar el cuerpo de Tadayoshi Koga y repatriarlo a Japón. Pero su tumba en Akutan estaba vacía. Revisando los archivos oficiales descubrieron que el cadáver de Koga había sido exhumado en 1947 por el Servicio de Registro de Tumbas, una sección del ejército encargada de la recuperación e identificación de soldados caídos, tanto americanos como extranjeros, y vuelto a enterrar en la isla Adak, donde había un cementerio en el que habían sido enterrados docenas de soldados japoneses caídos durante los combates en la isla de Attu. En 1953 los 236 cuerpos del cementerio fueron exhumados y devueltos a Japón; solo trece (Koga no estaba entre ellos) estaban identificados, y fueron devueltos a sus familias. El resto, entre ellos con toda probabilidad el de Koga, fueron enterrados en el Cementerio Nacional de Chidorigafuchi, donde descansan numerosos soldados japoneses caídos durante la Segunda Guerra Mundial.


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