Verba volant, scripta manent

domingo, 2 de febrero de 2020

La Operación Vegetarian

Bacillus anthracis

En marzo de 1916, poco después de que en plena Primera Guerra Mundial los alemanes emplearan por primera vez cloro gaseoso como arma, el gobierno británico creó cerca de la localidad de Porton (a unos 120 kilómetros al suroeste de Londres) el complejo de Porton Down: unas instalaciones científicas de alto secreto destinadas a la investigación con armas químicas. La investigación continuó después del final de la guerra, y en 1940, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, se creó una nueva sección, denominada Departamento de Biología de Porton (BDP), dedicada a la investigación con armas biológicas como el ántrax o la toxina botulínica, y dirigida por el microbiólogo Paul Fildes. Fue precisamente este departamento el que, poco después de su creación, recibió un encargo urgente y de alto secreto procedente del primer ministro Winston Churchill: desarrollar un método para emplear el ántrax como arma contra Alemania.


El Bacillus anthracis (del griego anthrakis, "carbón") es una bacteria Gram positiva responsable de la enfermedad del carbunco, caracterizada por la aparición de manchas negras en la piel. Dependiendo de la vía de infección, se habla de carbunco cutáneo (con una mortalidad del 20% si no es tratada), digestivo (60%) o pulmonar (95%). La viabilidad de emplear esta enfermedad como arma biológica era la idea que Churchill encargó al BDP.

Los científicos de Porton Down desarrollaron un plan al que se denominó Operación Vegetarian (Vegetariano): pretendían contaminar con ántrax una amplia zona de pastos en el norte de Alemania, donde se alimentaban los principales rebaños de ganado del país. Los efectos habrían sido devastadores: millones de animales habrían enfermado, provocando una grave crisis alimentaria en el país; además, según creían los británicos, muchos alemanes, temerosos de la enfermedad, habrían dejado de consumir carne (de ahí el nombre de "Operación Vegetariano"), agravando los efectos de la escasez. Un número indeterminado de personas, mayoritariamente civiles, también enfermarían al entrar en contacto con las esporas de ántrax o con los animales enfermos, causando cientos o miles de muertes. Además, dado que las esporas de ántrax pueden sobrevivir hasta un siglo en el suelo, las zonas contaminadas quedarían inhabitables durante décadas.

Como vía de dispersión de la enfermedad, los biólogos del BDP imaginaron un ingenioso sistema: inocular el ántrax en el interior de pequeños "pastelitos" hechos de semilla de lino, un complemento alimenticio habitual para el ganado. Una empresa londinense especializada en fabricar jaboncitos de tocador fue contratada para cortar el material en porciones individuales de unos dos centímetros de diámetro y poco más de veinte gramos de peso. Un grupo de mujeres, trabajadoras de una fábrica de jabón, fueron contratadas y llevadas a las instalaciones de Porton Down para inyectar las esporas en cada uno de los pastelitos. Dichas esporas fueron suministradas por el Ministerio de Agricultura, en uno de cuyos laboratorios fueron cultivadas.

Instalaciones de Porton Down
Pero antes de entrar en la fase definitiva de la operación era necesario probar la eficacia de las esporas de ántrax. Las pruebas se llevaron a cabo en la isla de Gruinard, una isla deshabitada de apenas dos kilómetros cuadrados, situada en la bahía del mismo nombre, en el noroeste de la costa escocesa. La isla fue incautada a sus propietarios por el gobierno británico y entre 1942 y 1943 se llevaron a cabo en ella varios experimentos sobre la dispersión y efectividad de las esporas. En uno de esos experimentos se llevó a la isla un rebaño de 60 ovejas para luego hacer explotar cerca de ellas una bomba cargada de ántrax. El experimento fue un éxito; el rebaño entero murió en apenas unos días, pero luego para deshacerse de los cadáveres los encargados del experimento se limitaron a arrojarlos al fondo de una hondonada y volar la ladera sobre ellos, creyendo que así quedarían enterradas. No obstante, uno de los cadáveres quedó a la intemperie y fue arrastrado al mar, llegando a la costa, donde un perro devoró parte de ella. El perro enfermó y murió, pero primero contagió la enfermedad a siete vacas, dos caballos, tres gatos y otras 50 ovejas, todos los cuales terminaron muriendo. El gobierno británico se dio prisa en compensar generosamente a los propietarios de los animales para acallar los rumores, pero sin aclarar la verdadera naturaleza de la enfermedad que había acabado con ellos, algo que no se sabría hasta la década de 1980.

En la primavera de 1944 los científicos de Porton Down tenían ya preparadas cinco millones de unidades de los pastelitos contaminados. Todo estaba dispuesto para cuando se diera la luz verde para la operación. Habían previsto utilizar una docena de bombarderos de la RAF especialmente preparados para la misión, cada uno de los cuales lanzaría unos 4000 pasteles en rondas de 400 unidades cada dos minutos, en unos 20 minutos que duraría cada bombardeo. Con esto suponían que sería más que suficiente para contaminar la mayor parte de los pastos del norte de Alemania, y aún tendrían en reserva material más que suficiente para posteriores ataques a otras zonas ganaderas.

Churchill era plenamente consciente de las gravísimas consecuencias que tendría un ataque de este tipo. Por eso marcó una línea roja muy clara: la Operación Vegetarian no se llevaría a término a menos que los alemanes atacaran primero a los ingleses con armas químicas o biológicas. Finalmente, esta operación nunca se acabó de culminar. Por un lado, porque el ataque previo de los alemanes nunca se produjo. Por otro, porque para cuando todos los preparativos de la operación estuvieron listos, el curso de la guerra ya había cambiado. La derrota alemana en el frente oriental y la entrada de los Estados Unidos en la guerra hicieron que la derrota de Alemania fuera solo una cuestión de tiempo y alejaron la necesidad de tomar una medida tan drástica. Los cinco millones de pasteles envenenados fueron incinerados en Porton Down poco después del final de la guerra.

Quedaba pendiente, sin embargo, el asunto de la isla de Gruinard, todavía contaminada con ántrax. La intención del gobierno británico era descontaminarla para luego devolverla a sus antiguos propietarios, pero resultó bastante más complicado de lo que esperaban. Los intentos de limpieza fracasaron, y los británicos acabaron por decidir que la descontaminación completa de la isla sería demasiada cara y compleja de acometer, así que se limitaron a expropiar la isla, con el compromiso de devolverla a sus dueños o a sus herederos cuando volviera a ser "apta para ser habitada por personas y animales", y declararon el lugar en cuarentena, prohibiendo el acceso a quien no estuviera autorizado. Durante más de treinta años, salvo los científicos de Porton Down, que acudían cada cierto tiempo a tomar muestras de suelo que confirmaban que la contaminación por ántrax continuaba, nadie pudo visitar la isla de Gruinard.


Así hasta que a principios de la década de 1980 hizo su aparición un grupo que se hacía llamar Dark Harvest Commando of the Scottish Citizen Army (algo así como "Comando Cosecha Oscura del Ejército Ciudadano Escocés"). Este grupo, cuyos miembros no llegaron a ser identificados, comenzó una activa campaña para que el gobierno británico eliminara de una vez el ántrax de la isla. La campaña empezó con una serie de comunicados enviados a distintos medios de comunicación, pero, en vista del escaso éxito, el grupo decidió tomar medidas más contundentes, y anunció que varios de sus miembros habían accedido a la isla con la ayuda de habitantes de la zona, y habían retirado varias decenas de kilos de tierra contaminada. Un contenedor con parte de esta tierra fue hallado poco después cerca de las instalaciones de Porton Down, y otro contenedor similar apareció abandonado en la ciudad de Blackpool, donde el Partido Conservador, entonces en el poder, celebraba una convención. Ante el revuelo que se formó, el gobierno finalmente decidió solventar el problema de una vez por todas; en 1986 se retiraron varias toneladas de tierra de las zonas más contaminadas y posteriormente 280 toneladas de formaldehído diluído en agua marina fueron esparcidas por la isla. Después de que un rebaño de ovejas llevado a la isla no mostrara signos de enfermedad tras varios meses, y de que los nuevos análisis no hallaran rastro de las esporas, la isla fue declarada oficialmente segura en 1990, y posteriormente retornó a manos de sus antiguos propietarios por un precio simbólico de 500 libras. De todas formas, el Ministerio de Defensa británico aún dispone de un fondo de emergencia para compensar económicamente a posibles víctimas de ántrax que pudieran contagiarse en la isla.

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