Verba volant, scripta manent

sábado, 4 de julio de 2015

El hundimiento del Royal Oak

HMS Royal Oak

La bahía de Scapa Flow es un impresionante fondeadero natural de más de veinte kilómetros de ancho situado en el corazón del archipiélago escocés de las Orcadas. Las naves vikingas ya lo habían utilizado en su época como refugio ante las tormentas del Atlántico Norte, pero alcanzó verdadera importancia militar cuando en la Primera Guerra Mundial fue elegida como base de la Grand Fleet, una de las principales flotas de la marina británica. Para protegerla de posibles incursiones alemanas, se tomaron medidas: se hundieron barcos en varios de los canales que llevaban al fondeadero para impedir la navegación por ellos, se instalaron redes antisubmarinos, barreras, minas, sistemas de detección... Aún así, los sumergibles alemanes intentaron infiltrarse en un par de ocasiones. En noviembre de 1914, el U-18 lo logró siguiendo la estela de un barco mercante, pero encontró la bahía vacía a causa de unas maniobras, y acabaría encallando. El UB-116 lo intentó en octubre de 1918, pero chocó con una mina y luego fue rematado con cargas de profundidad, hundiéndose con toda su tripulación.

Vista aérea de Scapa Flow
Tras el fin de la Primera Guerra Mundial Scapa Flow acogió a 74 buques de la marina imperial alemana, a la espera de que se decidiese su destino en las negociaciones de paz; pero, faltos de noticias y temerosos de que la guerra se reanudase, los alemanes decidieron echar a pique sus barcos el 21 de junio de 1919, lográndolo con 52 de ellos.
En el periodo de entreguerras la bahía dejó de utilizarse, pero a finales de los años 30, ante el resurgir militar alemán, volvió a considerarse su uso. En un informe de 1938 el almirante sir Charles Forbes recomendaba reforzar las defensas y aumentar la vigilancia, pero no le hicieron caso. En septiembre de 1939, tras el estallido de la guerra, Winston Churchill se convertía en Primer Lord del Almirantazgo y una de sus primeras decisiones fue convertir Scapa Flow de nuevo en base de la flota británica. Pero los alemanes tenían a la bahía en su punto de mira desde hacía mucho tiempo.

Günther Prien (1908-1941)
El 1 de octubre de 1939, el comodoro Karl Dönitz, Befehlshaber der Unterseeboote (comandante supremo de la flota submarina alemana), convocó a su presencia a Günther Prien, un joven (31 años) pero muy experto capitán de submarinos, con una impecable hoja de servicios, que en el mes escaso transcurrido de guerra había hundido ya tres buques británicos con su submarino, el U-47. La propuesta de Dönitz sorprendió a Prien: se trataba ni más ni menos de atacar Scapa Flow. No se trataba sólo de causar daños a la flota británica: si conseguían que los británicos creyesen que la base era insegura, trasladarían su flota a otros puertos, reduciendo la presión de su marina sobre el Mar del Norte. Además, sería un golpe propagandístico de primer orden: un ataque directo contra el mismísimo corazón de la flota británica y la venganza por la pérdida de los buques alemanes en 1919.
Prien al principio se mostró dubitativo acerca de las posibilidades de éxito del plan (conocido como Operación Baldur, el dios nórdico de la luz), pero Dönitz había reunido una gran cantidad de información sobre Scapa Flow y sus defensas: fotografías aéreas, informes de los servicios de inteligencia, incluso había enviado a un submarino a la zona para obtener datos sobre las mareas, las corrientes y los puestos de vigilancia. Conforme los estudiaba en detalle, Prien empezó a creer que el plan podía tener éxito y acabó por aceptar la misión en una segunda reunión con Dönitz celebrada el día 3.
Dönitz y sus colaboradores habían concluido que la mejor manera de penetrar en Scapa Flow era a través de Kirk Sound, un canal al este de la bahía. El canal estaba obstruido por varios barcos hundidos a modo de barrera (el SS Numidian, el RMS Thames, el Seriano y el Minich) dejando un estrecho canal navegable que en algunos puntos sólo tenía siete metros de profundidad. El plan concluía que la mejor manera de atravesar el canal era navegando en superficie, en una noche sin luna y con la marea alta; se eligió entonces la noche del 13 al 14 de octubre por reunir esas condiciones. Todo el plan se desarrolló en el más estricto secreto: sólo lo conocían Dönitz, sus colaboradores, su superior, el Großadmiral Erich Raeder (comandante en jefe de la Reichsmarine) y el propio Prien. Cuando el U-47 partió de Kiel el 8 de octubre rumbo al norte, nadie de la tripulación, ni siquiera el segundo al mando, el teniente Engelbert Endrass, conocía el verdadero objetivo de su misión; únicamente lo sabía Prien, quien lo revelaría a sus hombres la noche del 12 de octubre, ya frente a las Orcadas.
El submarino emergió la noche del día 13 para llevar a cabo el definitivo asalto a la base británica. Prien, con gran disgusto, descubrió que no sólo la luna nueva brillaba con notable claridad, sino que esa noche tenía lugar una aurora boreal especialmente intensa que lo iluminaba todo; pero aún así, siguió con el plan establecido.
El acceso final a Scapa Flow les llevó cuatro horas, navegando con extremo cuidado, en ocasiones acercándose tanto a la costa rocosa que incluso fueron iluminados por los faros de un taxi que pasaba camino del cercano pueblo de St. Mary. Pero no saltó la alarma; entre el trajín de buques que había en la base, probablemente los que lo vieron pensaron que se trataba de un buque británico. La navegación era dificultosa; las corrientes eran más fuertes de lo previsto y en un momento el sumergible llegó incluso a engancharse en un cable del pecio del Seriano. Al final, a las 00:27 horas del día 14, el U-47 entra por fin en el fondeadero.
Pero al observar la base británica, Prien se lleva una desagradable sorpresa: no hay barcos a la vista. Los informes de inteligencia decían que en la base habría al menos un portaaviones, cinco acorazados y diez cruceros, pero ninguno de ellos aparece. Prien no lo sabía, pero el grueso de la flota había abandonado Scapa Flow sólo unas horas antes, rumbo a unas maniobras cerca de la costa noruega. Durante más de media hora, Prien recorre la bahía sin ver ningún objetivo que valga la pena hundir, angustiado pensando que su audaz y peligrosa incursión puede haber sido en vano. En la oscuridad, pasa, sin verlos, junto a cuatro cruceros fondeados juntos, los HMS Belfast, Caledon, Columbo y Delhi. Finalmente, en el extremo noroeste de la bahía, divisa las siluetas de dos grandes buques allí fondeados y se dirige hacia ellos.
Prien se equivoca al identificar los buques. Uno de ellos es sin duda un gran acorazado y cree que se trata del HMS Repulse o el HMS Renown. Del otro, apenas visible al estar oculto tras el acorazado, cree que puede tratarse de un segundo acorazado o un gran crucero pesado. En realidad, se trataba del HMS Royal Oak, un viejo acorazado lento y obsoleto, de escaso protagonismo en la flota británica; y del HMS Pegasus, un portahidroaviones también desfasado y de escasa utilidad. Prien ya tenía el blanco que buscaba.


A las 00:58 horas, Prien da orden de disparar los cuatro torpedos de proa contra el acorazado; sólo tres son efectivamente disparados (falló el sistema de disparo del cuarto tubo). Tras varios minutos de espera, a la 01:04 escuchan una única explosión: dos de los torpedos han fallado, pero el tercero ha impactado en la proa del Royal Oak. No obstante, pese a que la explosión despertó a la mayor parte de la tripulación, que a esas horas estaba durmiendo, nadie pareció alarmarse en exceso. Descartado que se tratase de un ataque aéreo, se consideró que la explosión se debía a causas internas, quizá a los gases emanados del carbón de los depósitos; tal era la confianza en la inexpugnabilidad de Scapa Flow, que a nadie se le ocurrió que pudiera tratarse de un ataque submarino, y el capitán del buque, William Benn, no tomó medida alguna, ni dio la alarma, con lo que la mayor parte de la tripulación volvió a sus coyes a seguir durmiendo.
A todo esto, el U-47 había dado media vuelta nada más disparar sus torpedos, para emprender la huida, llegando incluso a disparar un cuarto torpedo con el tubo de popa (que también erró el blanco); no obstante, Prien, que observaba todo a través del periscopio, vio sorprendido cómo el buque no mostraba indicios de daños graves, ni se daba la alarma. Así que dio media vuelta y volvió a acercarse hasta los 1500 metros para una nueva andanada. Esta vez la precisión fue mayor: los tres torpedos lanzados impactaron casi simultáneamente contra el costado del Royal Oak a la 1:16, provocando graves daños en el casco y desatando una serie de explosiones e incendios en el interior del barco, que se escoró 15º casi instantáneamente, inclinación que fue aumentando hasta alcanzar los 45º. A la 1:29, apenas trece minutos después del segundo ataque, el Royal Oak se hundía completamente, llevándose consigo a 833 de sus 1234 tripulantes; entre ellos, el contraalmirante H. E. C. Blagrove, comandante del 2º Escuadrón de Combate, y un centenar de reclutas de entre 15 y 17 años, enrolados como aprendices. Sorprendidos en pleno sueño, sin tiempo para arriar los botes salvavidas, muchos de los náufragos fueron a para a las frías aguas escocesas sin haber podido ponerse los chalecos o tan siquiera vestirse. 386 supervivientes, entre ellos el capitán Benn, fueron rescatados por la Daisy II, una pequeña embarcación dedicada al transporte de correo que había estado fondeada junto al Royal Oak y cuyo patrón, John Gatt, recibió la Medalla de Servicios Distinguidos por esta acción.

Los restos del Royal Oak, declarados en su día cementerio de guerra (muchos de los cuerpos jamás se recuperaron)
En los primeros momentos reinó la confusión sobre lo ocurrido, si había sido un bombardeo o un sabotaje. Sólo más tarde a alguien se le ocurrió que podía ser obra de un submarino. Pero para entonces, el U-47 ya había salido de la bahía por la misma ruta por la que había entrado, ganando una considerable ventaja. Un destructor británico lo detectó y lo siguió hasta mar abierto; pero, de forma sorprendente, el navío cesó su persecución y dio media vuelta. A la mañana del día siguiente, los buzos que examinaban el acorazado hundido descubrieron señales inequívocas del impacto de torpedos; pero para entonces, el U-47 ya cruzaba el mar del Norte, rumbo a Alemania.

El U-47 y su tripulación, recibidos con vítores a su retorno a Alemania
El U-47 arribó al puerto de Wilhelmshaven el 17 de octubre. Por aquel entonces, el hábil aparato propagandístico del gobierno nazi ya había hecho pública la hazaña del submarino y su tripulación fue recibida a su vuelta como auténticos héroes, los valerosos hombres que habían vengado el honor de la marina alemana. Hitler envió su avión personal para trasladar a la tripulación al completo a Berlin, donde recibieron homenajes y fueron condecorados. Prien recibió de manos del Führer la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro (fue el primer marino en recibirla) y el resto de sus hombres recibieron la Cruz de Hierro de Segunda Clase. Por su parte Dönitz fue ascendido a contraalmirante.

Adolf Hitler recibe a la tripulación de U-47 en la Cancillería del Reich
Prien (apodado a partir de entonces "El toro de Scapa Flow") seguiría al mando del U-47, convirtiéndose en uno de los capitanes de submarinos más efectivos de la flota alemana, hundiendo 31 barcos aliados y dañando otros 9, hasta que el 7 de marzo del 41 el U-47 desapareció sin dejar rastro con toda su tripulación. Sobre su destino, se cree que pudo ser hundido en combate por el destructor británico HMS Wolverine al este de Irlanda, o bien sufrir el impacto accidental de uno de sus propios torpedos. El mismo destino corrió su segundo, el teniente Endrass, ascendido a capitán y puesto al frente de su propio submarino, el U-567, hundido el 21 de diciembre de 1941 al noroeste de las Azores en un combate con el dragaminas HMS Deptford y la corbeta HMS Samphire.
En el bando británico, el hundimiento del Royal Oak supuso un shock y una tragedia nacional, a pesar de que la pérdida del acorazado no supuso un gran quebranto para la Royal Navy. Se vieron obligados a desestimar el uso de Scapa Flow como base mientras no se llevaban a cabo una serie de mejoras en las defensas. Churchill anunció que el ataque había sido posible gracias a una red de espías y colaboradores en tierra, desatando así los temores a la presencia de espías y quintacolumnistas; no obstante, los informes tanto de la Marina como de los servicios de inteligencia culpaban únicamente a una serie de deficiencias y errores graves en las defensas de la base, lo que le acabaría costando al almirante sir William French, comandante general de las Orcadas y las Shetland, el paso forzoso al retiro. Tres días después del hundimiento, cuatro bombarderos Ju-88 atacaron Scapa Flow, dañando un viejo acorazado, el HMS Iron Duke. En vista de lo sucedido, se procedió a reforzar las defensas: se construyeron nuevas barreras, se hundieron más barcos, se colocaron más minas, se aumentó la presencia de artillería antiaérea e incluso se construyó en las cercanías una base de la RAF, la de Grimsetter. Además se cegaron completamente los canales orientales que daban acceso a la bahía mediante la construcción de barreras de tierra y cemento (llamadas "barreras de Churchill") que conectaban las islas entre las que discurrían los canales. Igualmente, se revisó la política de la marina respecto a los reclutas menores de edad; a partir de entonces ya no se les permitió permanecer a bordo de los navíos durante su periodo de entrenamiento.

Si os interesa saber más, hay una excelente página dedicada al U-47: http://www.u47.org/

2 comentarios:

  1. Una victoria pírrica convertida convertida en una gesta por la propaganda alemana. Quizás si la casualidad no hubiese sacado a las unidades operativas de la base. . .

    En fin, a veces la suerte tambien juega su papél.

    Saludos.

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    1. A su modo, la misión de Prien fue un gran éxito. Pese a que los daños materiales no fueron demasiado relevantes para el potencial de la flota inglesa, si se cumplieron varios de los objetivos de Dönitz: obligó a los ingleses a desperdigar su flota por varios puertos (limitando sus acciones en el mar del Norte), les privó de una de sus principales bases navales (la base tardaría varios años en volver a ser operativa), y, por supuesto, fue un golpe propagandístico enorme.
      Un abrazo, Rodericus.

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