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sábado, 5 de marzo de 2016

La reina Tamar de Georgia

La reina Tamar de Georgia (1160-1213)

Fue una de las mujeres más fascinante de la Edad Media. Una soberana sagaz e inteligente, que supo sobreponerse a los prejuicios que su condición femenina levantaba, que gobernó su país con autoridad, sin dejar que nadie interfiriera en sus decisiones, y que llevó a su reino a su mayor esplendor político, territorial y cultural: la reina Tamar de Georgia.
Tamar nació en torno al año 1160 y era hija del rey Giorgi III de Georgia y su esposa, la princesa alana Burdukhan. Recibió ese nombre (que en hebreo significa "palmera") porque su familia, los Bagrationi (una de cuyas ramas está en la actualidad asentada en España) afirmaban ser descendientes del rey David. Giorgi III fue un gran rey, fuerte e inteligente, que amplió las fronteras del reino y metió en cintura a los revoltosos nobles georgianos. Y dado que el rey no tuvo hijos varones (tuvo otra hija, Rusudan, que se casaría con Manuel Komnenos, hijo del emperador bizantino Andronikos I), decidió que sería Tamar su heredera, y a tal fin la tuvo a su lado desde muy joven, enseñándole los entresijos del gobierno, pese a las reticencias de los nobles.
En 1177 estalló una rebelión, dirigida por el noble Ivan Orbeli, antiguo aliado de Giorgi, que intentaba derrocar al rey y elevar al trono a su sobrino Demna. Al soberano no le tembló la mano a la hora de sofocar la rebelión y ejecutar a los responsables, incluido su propio sobrino. Para dejar clara su autoridad, al año siguiente el rey coronó a Tamar como su co-regente, y en los años que siguieron hasta su muerte, en 1184, fue cediéndole cada vez más responsabilidades.
Tras la muerte de Giorgi III, para reforzar su legitimidad Tamar se hizo coronar de nuevo en el monasterio de Gelati, uno de los centros culturales del reino y lugar de enterramiento de los reyes georgianos. Lo hizo además asumiendo el título de "rey" (mep'e) y no de reina, que consideraba que transmitía una imagen más débil.
Tamar había heredado un reino próspero, fuerte y respetado, pero también convulso. Los nobles distaban de estar apaciguados, y muchos de ellos se oponían a su reinado. Unos, por dudar de su legitimidad sucesoria; otros, por considerar que como mujer era demasiado débil para ceñir la corona y sus responsabilidades. Tamar necesitó ayuda para imponerse a los enredantes nobles; buscó el apoyo del patriarca de la iglesia ortodoxa georgiana, Michael IV Mirianisdze, e hizo algunas concesiones a los nobles, entre ellas, la de buscar marido, ya que la aristocracia georgiana prefería a un  hombre al frente del ejército. El elegido fue Yuri Bogolyubsky, hijo del asesinado príncipe de Novgorod Andrey Bogolyubsky, que vivía exiliado entre las tribus kipchak del Cáucaso. Yuri era un buen general, que guió al ejército georgiano en varias exitosas campañas, pero tenía un carácter problemático: acusado de borracho y sodomita, y con tendencia a inmiscuirse en los asuntos del gobierno, que Tamar no estaba dispuesta a compartir. Por fin, la reina se hartó de Yuri y en 1188 se divorció de él y lo mandó al exilio en Constantinopla. Yuri no aceptó de buena gana su destierro; en 1191 volvería a Georgia para encabezar una revuelta de nobles contra Tamar. La rebelión fue sofocada y Yuri, capturado, fue perdonado por la reina y de nuevo exiliado. Pero no aprendió la lección, ya que varios años después volvería a encabezar una nueva rebelión, que igualmente fue derrotada. Yuri, otra vez perdonado y expulsado de Georgia, acabaría sus días pacíficamente en Constantinopla.
Poco a poco, hábil y discretamente, Tamar fue colocando a sus fieles en puestos claves de la corte, hasta asegurarse de estar rodeada sólo de aliados leales. También introdujo reformas sociales que acercaron al reino al modelo de una monarquía feudal, aunque siempre dejando clara la hegemonía de la corona. Además, volvió a casarse, esta vez con David Soslan, un príncipe alano, gran jefe militar y que se convirtió en el principal colaborador de su esposa. Juntos tendrían dos hijos: Giorgi-Lasha y Rusudan, quienes con el tiempo también ocuparían el trono de su madre.
Una vez hubo pacificado el país y se hubo asegurado de tener una corte leal a su alrededor, Tamar retomó la política expansionista que había protagonizado su padre. Sus ejércitos, guidados por Soslan, extendieron sus dominios sobre todo hacia el sur, a costa de los reinos musulmanes surgidos del desmembramiento del imperio selyúcida. Estados como Armenia o Azerbaiyán acabaron siendo vasallos de Georgia. Las tropas georgianas también colaboraron en el establecimiento del llamado Imperio de Trebisonda, en las costas del Mar Negro, creado por Alexios y David Komnenos (los sobrinos de Tamar), y que se convirtió en una especie de "estado tutelado".


La influencia de la reina Tamar se extendió también a través de la diplomacia. Sagaz política y astuta negociadora, Tamar asumió el papel de protectora de las comunidades cristianas de Oriente Medio, financiando iglesias y monasterios cristianos por toda la región. Además, cuando el sultán Saladino conquistó Jerusalén en 1187, la reina envió embajadores que consiguieron que el sultán no sólo respetara las posesiones de la iglesia georgiana en la Ciudad Santa, sino que a los peregrinos georgianos les fuera permitido el libre acceso a los Santos Lugares.
Al crecimiento territorial se unió un esplendor económico general. Las nuevas conquistas habían dado a Georgia el control de numerosas rutas comerciales y prósperas ciudades, proporcionándoles suculentos beneficios en forma de impuestos, tributos y botines de guerra. Esta prosperidad se tradujo en un florecimiento de las artes, se construyeron catedrales y palacios, decorados con grandes frescos de estilo bizantino, se escribieron grandes obras literarias.
La reina Tamar murió repentinamente a principios de 1213, y fue sepultada en el monasterio de Gelati, como los demás reyes de su dinastía (aunque en Tierra Santa corrió el rumor, recogido por los cruzados, de que el cadáver de Tamar había sido llevado a Palestina por su hijo y enterrado cerca del Santo Sepulcro). A su muerte, subió al trono su hijo Giorgi-Lasha, quien ya ejercía como co-regente, y a la muerte de Giorgi en 1223, fue sucedido por su hermana Rusudan. El esplendor de Georgia sobreviviría poco tiempo sin Tamar; las invasiones mongolas que comenzaron apenas dos décadas después de su muerte acabarían por dividir al reino y privarlo de su poder.
La figura de Tamar sería engrandecida e idealizada en los siglos posteriores, hasta convertirse en uno de los grandes mitos del nacionalismo georgiano. La que fue llamada "rey de reyes y reina de reinas" sigue hoy en día despertando la fascinación de escritores e historiadores, convertida en un personaje legendario.

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