En 1670, dos cuáqueros llamados William Penn y William Mead fueron juzgados acusados de sedición por predicar en Londres. El jurado los declaró no culpables, en contra del criterio del juez. Éste, furioso, encerró a los componentes del jurado durante dos días sin comida, bebida, tabaco ni fuego, y les impuso una fuerte multa. Cuatro de ellos se negaron a pagar y pasaron varios meses en la cárcel, antes de ser liberados por orden de otro juez. A raíz de este caso, quedó establecida por ley la libertad de conciencia de los jurados, aunque contradigan la opinión del juez.
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En 1987, una mujer llamada Cyntia Payne fue juzgada por proxenetismo, acusada de organizar fiestas con prostitutas a las que acudían importantes cargos de la policía londinense, políticos y destacados miembros de la alta sociedad, algunos de muy avanzada edad. Las declaraciones de los testigos tuvieron que ser interrumpidas en varias ocasiones, debido a los ataques de risa de los miembros del jurado al oir cómo los policías describían las comprometidas situaciones en las que habían encontrado a algunos de estos provectos caballeros, y el juez tuvo que advertirles en varias ocasiones que aquello era un juicio penal y no un espectáculo. Al final, pese a las numerosas pruebas existentes, Payne fue absuelta.
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En 1993, un juicio celebrado en el Tribunal Penal Central de Inglaterra y Gales, conocido como Old Bailey, tuvo que ser suspendido después de que dos miembros del jurado se enfrentaran y casi llegaran a las manos. Todo comenzó cuando uno acusó al otro de fumar en una zona en la que no estaba permitido. Dos días después hubo un robo en casa del acusador, y éste culpó al otro jurado de haber sido el responsable. Ante el grave enfrentamiento, el juez decidió echar a ambos y reiniciar el juicio con un jurado nuevo.
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El juicio celebrado en 1996 contra un tal Ray Lee por el asesinato de un policía se convirtió en un auténtico despropósito debido al comportamiento inmaduro e irrespetuoso de los jurados, en su mayoría jóvenes. Éstos importunaban a los abogados, protestaban pidiendo que no se dejara fumar en el juzgado, hacían llegar al juez continuas notas quejándose unos de otros... Exigieron un cambio de hotel porque en el que les habían alojado no tenían gimnasio, y esa misma noche varios llegaron tarde porque habían salido de fiesta. Dos de los jurados aprovechaban los descansos para besarse apasionadamente en los pasillos del juzgado. Uno de los miembros se negaba a dirigirle la palabra a los demás. Al final, después de cuatro días de deliberación, al ver que era imposible que llegaran a un veredicto, el juez decidió disolver aquel jurado y celebrar un nuevo juicio. El coste para los contribuyentes británicos fue de 250000 libras y a aquel jurado se lo recuerda todavía con el apodo de "El Jurado del Infierno".
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En un juicio celebrado en Newcastle en julio de 1998, un miembro de un jurado que debatía sobre un caso de lesiones fue excluido de las deliberaciones después de solicitar al juez la fecha y la hora de nacimiento del acusado, con objeto de hacer su carta astrológica y decidir así si lo declaraba culpable o no.
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Un juicio celebrado en 1998 en Lewes tuvo que suspenderse momentáneamente cuando el portavoz del jurado, en plena deliberación, se esposó accidentalmente con unas esposas que eran parte de las pruebas contra los reos (cuatro hombres acusados de planear robar una joyería). Hubo que llamar a los bomberos para liberarlo; el problema era que estaba prohibido que durante la deliberación nadie entrase en la sala donde estaba el jurado y que sus miembros hablasen con otras personas. Finalmente, el juez y los abogados se pusieron de acuerdo y los bomberos liberaron al portavoz.
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El acusado en un juicio celebrado en Cardiff en 1999 estuvo a punto de pasar dos años en prisión porque un miembro del jurado se puso a toser en el momento más inoportuno. Cuando el portavoz del jurado anunciaba el veredicto de "No culpable" uno de sus compañeros tuvo un ataque de tos que hizo inaudible el "No". El juez, creyendo que el veredicto era "Culpable" decretó una condena de dos años, el fin del juicio y la disolución del jurado. Éstos, un tanto confundidos, creyeron que el acusado estaba siendo condenado por hechos distintos a los que ellos habían juzgado. Afortunadamente, uno de ellos preguntó a un ujier por qué el acusado no era liberado si ellos lo habían declarado "No culpable". El funcionario, dándose cuenta de la equivocación, avisó de inmediato al juez, que hizo volver a los abogados y al jurado para repetir la lectura del veredicto y decretar, esta vez si, la absolución del condenado.
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También en 1999, en un juicio en el sudeste de Londres, un juez tuvo que suspender hasta el día siguiente la deliberación de un jurado después de que una mujer que formaba parte de él se emborrachara con vodka que había introducido oculto en una botella de limonada. Los demás miembros avisaron al juez y éste, al ver el deplorable estado en el que se encontraba, decretó que todos se fueran a sus casas hasta el día siguiente. Irónicamente, se trataba de un juicio por comercio ilegal de alcohol.
Buena recopilación. me quedo con el ataque de risa del jurado escuchando como la policía había sorprendido a aquellos "padres de la patria" en situación comprometida con pimpollos veinteañeros.
ResponderEliminarDaria cualquier cosa por haber asistido a la vista.
Un abrazo.
Un abrazo, Rodericus
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