Verba volant, scripta manent

viernes, 28 de julio de 2017

El Mercedes-Renntransporter



Corría el año 1954 y la escudería Mercedes-Benz hacía su debut en la Fórmula Uno con los legendarios W196, las míticas "Flechas de Plata", con las que el gran Juan Manuel Fangio sería campeón en 1954 y 55. Por aquel entonces, los mecánicos de la escudería no tenían las facilidades que tienen hoy en día los de la Fórmula Uno actual. Si durante los entrenamientos previos a alguna de las carreras el automóvil sufría alguna avería o contratiempo serio, no tenían los medios para repararlo in situ, sino que debía ser enviado a la fábrica central de la marca en la ciudad alemana de Stuttgart, donde era reparado y luego tenía que ser llevado de vuelta al circuito donde se celebraba la prueba; lo que casi siempre suponía no disputarla por la imposibilidad de regresar a tiempo con el vehículo arreglado.

Mercedes W196
Por este motivo, la Mercedes decidió crear un transporte de vehículos lo suficientemente rápido para llevar un bólido averiado desde cualquier circuito europeo hasta Stuttgart y devolverlo al circuito a tiempo para tomar parte en la carrera. Los ingenieros de la marca se pusieron manos a la obra y de esta manera nació el sorprendente Mercedes-Renntransporter. Este singular vehículo se fabricó de manera artesanal utilizando piezas de otros modelos de la marca. Así, el chasis era el de un Mercedes 300 Sedán, reforzado y alargado; la cabina era la de un Mercedes 180 familiar; y el motor y la característica parrilla delantera procedían nada menos que del mítico Mercedes 300 SL "Alas de gaviota", uno de los deportivos más potentes de Mercedes. La única pieza diseñada y construida ex-profeso para este modelo era la peculiar luna trasera curvada, que tenía esa forma para dejar sitio para los automóviles que transportaba. El Renntransporter tenía 6'5 metros de largo, 2 de ancho y sólo 1'75 de altura (para dotarlo de mayor estabilidad); pesaba apenas 2100 kilos y su poderoso motor de seis cilindros en línea con inyección directa desarrollaba una potencia de 192 CV que le permitía alcanzar hasta 170 km/h, cuando la mayoría de los demás transportes no llegaban a los 100 km/h. Su depósito de combustible con 150 litros de capacidad le garantizaba una autonomía de unos 500 kilómetros.


Muy pronto el llamado Der Blaues Wunder (El Milagro Azul) se hizo popular en el mundo de las carreras de coches. Además de su innegable utilidad práctica, el diseño original y vanguardista del camión lo convirtió en un reclamo publicitario de primer orden, casi tanto como los W196, reforzando la imagen de Mercedes como una marca innovadora y moderna. Sin embargo, la vida del Milagro Azul fue relativamente corta. El 11 de junio de 1955, durante la disputa de las 24 Horas de Le Mans, el Mercedes 300 SL pilotado por el francés Pierre Levegh se estrelló contra una de las gradas a más de 200 km/h, muriendo el propio Levegh y 82 espectadores. A raíz de la tragedia, Mercedes-Benz decidió retirarse de las competiciones automovilísticas (no regresaría a ellas hasta 1989), con lo que el Renntransporter se quedó sin cometido. Durante algún tiempo siguió siendo empleado como reclamo publicitario (llegó a ser exhibido en EEUU) hasta que en 1957 regresó a la fábrica de Stuttgart, donde quedó olvidado en un garaje durante años. En 1967 un directivo llamado Rudolf Uhlenhaut ordenó que fuera desguazado, perdiéndose así un vehículo singular y excepcional.


En 1993 la compañía decidió enmendar aquel error histórico y construyó una réplica exacta (a base de fotografías, ya que los planos originales también se habían perdido). En la actualidad, esta réplica se exhibe en el Mercedes Museum de Stuttgart con un Mercedes 300 SL sobre él, como en sus tiempos de gloria. Existe además otra réplica de este camión, propiedad del presentador norteamericano Jay Leno, un reconocido coleccionista de coches clásicos.

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