Verba volant, scripta manent

jueves, 10 de abril de 2014

Los monos de Gibraltar, objetivo de guerra


Uno de los elementos más distintivos de la colonia británica de Gibraltar es su población de monos. Estos simios, de la especie Macaca sylvanus, son la única población de monos autóctona de Europa. Hoy en día su número es de unos 2000 ejemplares, 300 en Gibraltar y el resto, en los montes Atlas en el norte de África. Una de sus principales características es la carencia de cola.
La vía por lo que llegaron al peñón no está totalmente clara. Miles de años atrás sus antepasados se distribuían por toda Europa, llegando incluso a Alemania, pero la llegada de las glaciaciones los empujó hacia el Sur. Es poco probable que la población gibraltareña sea un vestigio directo de aquella, por lo que la mayoría de los zoólogos supone que tras desaparecer de la Península fue reintroducido ya en época histórica, seguramente por los árabes a partir del siglo VIII, como mascota que luego se asilvestró.
Una leyenda local dice que mientras haya monos en Gibraltar el peñón permanecerá en manos británicas. Por eso el gobierno local se encarga de cuidarlos y alimentarlos (también porque son uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad). Mucha gente cree firmemente en la leyenda de los monos gibraltareños, y para muestra, dos ejemplos sucedidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Primero, durante el conflicto, el primer ministro Winston Churchill, conocedor de la historia, tras saber que el número de monos era considerablemente bajo (por causas naturales), hizo trasladar desde el norte de África a unas cuantas docenas de ejemplares para asegurarse la supervivencia de la especie (por lo que pudiera pasar...)
El segundo ejemplo procede del otro lado de la frontera. Durante la Segunda Guerra Mundial Gibraltar se convirtió en uno de los puntos estratégicos de la guerra en el Mediterráneo y el norte de África. Por ello, Hitler pidió al general Franco que conquistara el peñón y se organizó un plan de ataque denominado Operación Félix. Sin embargo, Franco no acabó de decidirse (entre otros motivos, temía la reacción británica, sospechaba que la operación fuese una argucia de los alemanes para ocupar España y dentro de su propio gobierno había dos corrientes, una favorable y otra reacia a llevar a cabo el ataque) y la operación se suspendió. Sin embargo, al parecer, mientras el proyecto estaba en fase de estudio, uno de los hombres de confianza de Franco, que también estaba al tanto de la leyenda, hizo al general una sorprendente proposición: ¡enviar a Gibraltar un comando de legionarios para exterminar la población de simios y así asegurarse el éxito del ataque! La idea se desechó de inmediato. Aunque cabe preguntarse si fue meramente por sentido común o por el miedo a ser objeto del escarnio internacional en caso de que el comando fuera interceptado...

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