Verba volant, scripta manent

jueves, 10 de noviembre de 2016

Rags el héroe


La noche del 14 de julio de 1918 un soldado norteamericano llamado James Donovan, perteneciente a la 1ª División de Infantería de las Fuerzas Expedicionarias Norteamericanas, recorría con prisas las calles de París, camino del cuartel en el que estaba alojada su unidad. Había participado en el desfile que había tenido lugar ese día con motivo de la Fiesta Nacional francesa, y luego se había entretenido con algunos compañeros en los bares del barrio de Montmartre, a consecuencia de lo cual llegaba con retraso a reincorporarse a su puesto. Por el camino, Donovan se tropezó con lo que en un primer momento creyó que era un montón de trapos y que resultó ser un perro. Un pequeño chucho callejero, un terrier mestizo de edad indefinida y no excesivamente agraciado. Pero al soldado le cayó simpático y decidió llevárselo con él.
Al llegar a su cuartel, el perro (al que Donovan llamaría Rags, Trapos) le prestó su primer servicio a su nuevo amo: para evitar un castigo por llegar tarde, el soldado convenció a la Policía Militar de que aquel perro era la mascota de la División, que se había escapado, y había estado hasta entonces buscándolo. Lo cierto es que el soldado se libró así de su sanción y Rags no tardó en ganarse el aprecio de los hombres de la 1ª División, a los que acompañó cuando poco después fueron enviados al frente.
Ya en zona de combates, Rags demostró pronto su utilidad. No sólo contribuía a mantener elevada la moral de la tropa, sino que, como pudieron comprobar sus camaradas humanos, su agudo oído resultaba muy útil durante los combates. Los soldados no tardaron en descubrir que Rags era capaz de anticipar los bombardeos alemanes; en cuanto el perro escuchaba la llegada de los proyectiles, reaccionaba echándose al suelo y quedándose inmóvil, poniéndolos sobre aviso y dándoles un tiempo vital para ponerse a cubierto.


El soldado Donovan era especialista en comunicaciones; su labor era tender líneas telefónicas para comunicar las posiciones de la infantería con las de la artillería de apoyo, y reparar las líneas dañadas por el fuego enemigo. Cuando alguna de estas líneas quedaba interrumpida, las comunicaciones debían llevarse a cabo mediante mensajeros. Una labor difícil y peligrosa; a menudo, los mensajeros resultaban heridos o muertos por el fuego enemigo, o eran incapaces de llegar a su destino. A Donovan se le ocurrió entonces adiestrar a Rags para que llevara esos mensajes prendidos en su collar. Muy pronto fue habitual ver al pequeño perro llevando comunicaciones a puestos avanzados, arriesgándose incluso a cruzar por zonas de combates donde podía ser herido, aumentando más si cabe el aprecio que le tenían los soldados. En cierta ocasión, Donovan y 42 de sus compañeros quedaron rodeados por los alemanes; se salvaron gracias a que enviaron a Rags con un mensaje de socorro que permitió un providencial ataque de su artillería y la llegada de refuerzos.
En septiembre de 1918 las tropas expedicionarias norteamericanas lanzaron la ofensiva de Meuse-Argonne, la mayor y más ambiciosa de sus operaciones durante la Primera Guerra Mundial. Rags también tuvo su momento de gloria en esa ofensiva: el 2 de octubre llevó un mensaje desde el 1º Batallón del 26º Regimiento de Infantería al 7º Batallón de Artillería de Campaña que desencadenó un bombardeo que permitió a los norteamericanos tomar la estratégica carretera de Very a Epinonville, lo que salvó la vida a muchos soldados.
El 9 de octubre, sin embargo, Donovan y Rags resultaron heridos en un bombardeo alemán. Ambos fueron alcanzados por la metralla de los proyectiles y el gas mostaza utilizado como arma por el ejército alemán, y fueron evacuados del frente. En honor a los distinguidos servicios prestados por Rags, se le permitió acompañar a Donovan en sus varios traslados de hospital en hospital. El perro había sido herido en una pata y en la cabeza; perdió la visión de un ojo y quedó sordo de un oído, pero no tardó mucho en recuperarse. Las heridas de Donovan, sin embargo, eran mucho más graves, y fue enviado de vuelta a EEUU. Sus compañeros se aseguraron de que Rags fuese con él, con un collar en el que se lo identificaba como miembro de la 1ª División.

Rags pasando revista a las tropas en Fort Jay (Nueva York)
Rags y Donovan acabaron en la base de Fort Sheridan (Chicago), en cuyo hospital quedó ingresado el soldado, mientras que Rags se convertía en la mascota de la base, alimentado y cuidado por todos. Desgraciadamente, el soldado Donovan nunca se recuperó de sus heridas y falleció a principios de 1919. Cuentan que un grupo de soldados llevó a Rags al hospital, a la cama de Donovan. Se habían llevado el cuerpo, pero aún no habían cambiado las sábanas. Rags se puso a olisquearlas, quedó inmóvil durante varios minutos, y luego se dio media vuelta y salió del pabellón. Durante varios días permaneció sin apenas probar bocado y sin salir de la estación de bomberos, donde solía dormir. Luego volvió a su rutina habitual de paseos por la base, aunque al parecer nunca volvió a acercarse al hospital.
Rags siguió siendo el perro de la base hasta que en 1920 fue adoptado por la familia del mayor Raymond Hardenbergh, con cuyas hijas acostumbraba a jugar. Acompañó a la familia en sus traslados por diversas bases hasta que en 1924 Hardenbergh fue destinado a la base de Governors Island, en la Bahía de Nueva York, donde también estaba destinado el 16º Regimiento de Infantería, que había estado en Europa durante la guerra y donde aún había soldados que habían conocido al perro. Rags comenzó a acompañarlos, y pronto fue habitual verlo subido al ferry que comunicaba la isla con tierra firme para visitar bases cercanas como Fort Hamilton o Fort Wadsworth. Muy pronto se convirtió en toda una celebridad en Nueva York: los periódicos publicaron sus hazañas, recibió condecoraciones y homenajes y participó en varios desfiles militares.


En 1928, los Hardenbergh volvieron a trasladarse, esta vez a Fort Hamilton, en el barrio de Brooklyn. En 1934 Raymond Hardenberg fue ascendido a teniente coronel y trasladado a Washington, donde, dos años después, en 1936, fallecería Rags, a una edad avanzada para un perro. Fue enterrado con honores en el cementerio para mascotas de Aspen Hill, en Maryland, no lejos de la casa de los Hardenberg.

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