Todo comenzó la tarde del 12 de septiembre de 1952 a las afueras del pueblo de Flatwoods, en el condado de Braxton (Virginia Occidental). A eso de las siete y cuarto de la tarde, tres niños, los hermanos Edward (13 años) y Fred (12) May y su amigo Tommy Hyer (10) fueron testigos de la aparición de un objeto muy brillante que cruzó el cielo a gran velocidad y que les pareció que tomaba tierra a cierta distancia, en los terrenos de un granjero llamado G. Bailey Fisher. Los tres pequeños corrieron a casa de los May y contaron lo que habían visto. La madre de los hermanos, Kathleen May, decidió acercarse al lugar para ver de qué se trataba, y lo hizo acompañada de tres jóvenes vecinos: Ronnie Shaver (10), Neil Nunley (14) y Eugene "Gene" Lemon, de 17 y recién alistado en la Guardia Nacional.
Cuando llegaron al lugar en el que los niños habían visto aquel objeto brillante y subieron una pequeña colina, los cuatro se sorprendieron al observar a cierta distancia una luz roja pulsante. También afirmaron haber encontrado una extraña niebla que les provocó escozor en nariz y ojos. Enconces, Lemon creyó ver algo a su derecha, bajo un roble, y al enfocar hacia allí su linterna pudieron ver a la criatura.
Según la describieron los testigos, este ser medía alrededor de tres metros de altura y tenía una cabeza en forma de as de picas, con dos ojos redondos y brillantes. La señora May afirmó que tenía pequeños brazos que se proyectaban hacia el frente y terminados en pequeñas garras. El resto de su cuerpo quedaba oculto por una amplia capa o faldón de color verde que llevaba puesto el ser. Cuando la luz de la linterna lo enfocó, aquel ser emitió un agudo chillido y comenzó a deslizarse en silencio hacia ellos, como si flotara en el aire, para luego cambiar de dirección y alejarse hacia la luz roja. En ese momento los cuatro testigos, presas del pánico, huyeron.
De vuelta en su casa, la señora May llamó inmediatamente al sheriff local, Robert Carr, y a A. Lee Stewert, copropietario del periódico local, el Braxton Democrat. Stewert, tras hablar con los testigos, acudió esa misma noche al lugar del avistamiento, acompañado de Lemon, pero no encontraron ninguna huella o indicio, aunque Stewert afirmó haber percibido un fuerte olor a metal caliente. El sheriff Carr y su ayudante Burnell Long también registraron la zona, sin hallar nada. A la mañana siguiente, Stewert regresó al lugar y halló dos marcas paralelas en el barro y restos de un líquido viscoso, que dedujo que eran restos de un aterrizaje de algún tipo. En realidad, como se aclararía más tarde, las marcas las había provocado una furgoneta Chevrolet de 1942, propiedad de un vecino llamado Max Lockard, que se había enterado de la aparición y había ido a echar un vistazo unas horas antes. Pero la noticia ya estaba en la prensa y el llamado "monstruo de Flatwoods" no tardó en convertirse en un personaje del acervo popular de la región y en uno de los casos destacados de los llamados "investigadores de lo oculto", quienes a lo largo de los siguientes años y décadas plantearon todo tipo de hipótesis, a cuál más enrevesada, generalmente asociando a la criatura con algún tipo de actividad extraterrestre. Como suele ser habitual en estos casos, una vez se hizo público el suceso no tardaron en aparecer otros testigos que afirmaban haber visto la misma criatura o alguna similar, e incluso los que afirmaban haber visto platillos volantes aterrizando en la zona. También se dijo que varios de los testigos de la aparición sufrieron posteriormente secuelas como picor de garganta, vómitos e incluso convulsiones.
Durante décadas, el caso del monstruo de Flatwoods se siguió mencionando como un ejemplo clásico de "encuentro en la tercera fase" con seres de origen extraterrestre. Hasta que en el año 2000, un investigador llamado Joe Nickell, perteneciente a una organización llamada CSICOP (Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal), dedicada a investigar con un criterio racional y crítico sucesos atribuidos a motivos paranormales, decidió revisar a fondo el incidente.
Lo primero que había que explicar era la brillante luz que los niños May y Tommy Hyer habían visto al atardecer del día 12. No fue difícil encontrarle una explicación racional; bastó echar un vistazo a las hemerotecas para descubrir que esa noche, a la hora aproximada en que los niños dijeron haber visto esa luz, un meteoro de una intensidad poco común había sido observado cruzando los cielos de los estados de Maryland, Pennsylvania y Virginia Occidental. Era tal la magnitud del fenómeno, que incluso se habían producido llamadas a las autoridades de personas que creían que se trataba de un avión en llamas que se había estrellado cerca del río Elk, a apenas 20 kilómetros de Flatwoods. La luz roja pulsante que declaraban haber visto los testigos antes de ver al monstruo también tenía una explicación pausible: se trataba de las balizas de posición de una aeronave que algunos habitantes de la zona habían visto más o menos por aquella hora.
Queda por explicar el monstruo. ¿Qué era aquel extraño ser que había asustado de tal manera a los cuatro habitantes de aquel pacífico pueblo? Pues bien, la teoría de Nickell es, cuanto menos, sorprendente: el monstruo de Flatwoods era ni más ni menos que una lechuza común (Tyto alba) que se encontraba posada sobre una de las ramas del roble. Despojando la narración de sus elementos subjetivos, la descripción se asemeja notablemente a la de una lechuza: la forma de la cabeza, los ojos redondos, los brazos cortos y delgados terminados en garras que había descrito la señora May (que se corresponderían con las patas de la lechuza)... Y lo que ellos habían creído que era el cuerpo de aquel ser cubierto por una capa o túnica verde oscuro era en realidad el follaje y la maleza que había bajo el roble, que había llevado a confusión a los testigos creando la ilusión de que había un cuerpo debajo de aquel extraño rostro. Incluso el chillido agudo y la reacción de aquel ser, desplazándose hacia ellos y luego cambiando bruscamente de dirección, se corresponden con el comportamiento de una lechuza.
Tyto alba |
Aunque hoy en día parece que a pocos les interesa aceptar una explicación tan convencional y poco "misteriosa" del asunto. De hecho, la historia del monstruo es el principal atractivo turístico del pueblo e incluso hay un festival anual que dura un fin de semana completo, con actuaciones musicales, visitas al "Museo del Monstruo" y excursiones por el lugar del avistamiento. La popularidad del Monstruo es tal que incluso ha servido de inspiración en algunos videojuegos.
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Tumblepop |
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