Hace apenas veinte años, el fútbol europeo era bastante diferente al que conocemos hoy en día. Los cupos de jugadores extranjeros existentes en la mayor parte de las ligas europeas afectaban también a los jugadores de otros países comunitarios, pese a que el Tratado de Roma (1957) establecía la prohibición de cualquier restricción al acceso a sus competiciones deportivas de jugadores procedentes de otros países de la UE, además de que un club podía solicitar una indemnización cuando un jugador suyo, aun habiendo concluido su contrato, fichaba por otro equipo. Todo este statu quo se vendría abajo por obra y gracia de un desconocido futbolista belga llamado Jean-Marc Bosman.
Bosman (nacido en 1964) era un centrocampista no demasiado brillante, internacional en categorías inferiores con Bélgica, cuya carrera había transcurrido en la Primera División belga en los dos principales equipos de Lieja, primero en el Standard (1983-88) y luego en el RFC Lieja (1988-90). Precisamente, fue su mala relación con la directiva del RFC la desencadenante del proceso judicial que lo haría famoso. Próximo a finalizar su contrato, el RFC le había ofrecido la renovación, pero con un fuerte recorte de su sueldo (un 75%), lo que desagradó al jugador. Al rechazar la renovación, el club lo apartó obligándolo a entrenarse por separado del resto de la plantilla. En junio de 1990 su contrato expiró y Bosman llegó a un acuerdo con el USL Dunkerque, de la segunda división francesa. Sin embargo, el RFC exigió a los franceses una compensación de más de once millones de francos belgas, algo inasumible para ellos, por lo que desistieron de contratar al jugador. Éste, enfadado, reaccionó presentando en agosto una demanda contra el RFC Lieja, la Federación Belga de Fútbol y la UEFA, alegando que las normas relativas al traspaso de jugadores violaban los artículos 45, 85 y 86 del Tratado de Roma. Por ello, pedía al tribunal que decretase la libre circulación de jugadores comunitarios y prohibiese que los clubes pudieran exigir una compensación económica por un jugador una vez que éste hubiera concluido su contrato.
La primera sentencia, dictada en noviembre, da la razón al jugador, quien al poco ficha por el Olympique Saint-Quentinois, un club francés que juega en categoría regional. Pero el RFC no tarda en presentar recurso. Las distintas instancias dan la razón a Bosman, mientras se suceden las apelaciones del RFC, al que pronto se suman la Federación belga y la UEFA, temerosas del efecto que provocaría una sentencia favorable a Bosman. Mientras la demanda pasa cada vez a tribunales de mayor categoría, la carrera de Bosman continúa en clubes menores, con un breve paso por el CS Saint-Denis, de la isla francesa de Reunion y luego en el Olympic Charleroi, en la tercera división belga.
La sentencia definitiva es emitida el 15 de diciembre de 1995 por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, con sede en Luxemburgo, aceptando las tesis de la defensa de Bosman, y declarando ilegales las indemnizaciones por fichaje y los cupos de jugadores comunitarios. Además, fija una compensación de casi un millón de euros para Bosman, por los perjuicios causados a su carrera.
Esta sentencia cambiaría de forma radical el panorama futbolístico europeo y mundial. Pese a que en un primer momento la UEFA y algunas federaciones (como la española) se niegan a admitir la decisión del tribunal, el 11 de enero de 1996 la Comisión Europea ratifica la sentencia y da seis meses de plazo para su aplicación. La UEFA acaba aceptando su derrota. Por extensión, la FIFA adopta las mismas normas en el resto del mundo.
Bosman y sus abogados, celebrando la sentencia a su favor |
En cuanto a Bosman, pese a que los tribunales habían fallado a su favor. la situación no es en absoluto beneficiosa para él. Su carrera futbolística está acabada; pese a ofrecerse a numerosos clubes, nadie muestra interés por ficharlo; se ha convertido en un "apestado" perseguido por la polémica. Se retirará en 1996, tras una temporada en el modesto CS Visétois de la cuarta división belga. La indemnización le dura poco; buena parte la emplea en las minutas de sus abogados y en pagar impuestos. El resto no tarda en desaparecer, devorado por los demonios personales del ex-jugador. Y es que todo el proceso ha sumido a Bosman en una profunda depresión que le lleva al alcoholismo. Los problemas económicos ya habían roto su primer matrimonio y le habían obligado a instalarse con sus padres. Con lo que le queda de la indemnización se compra una pequeña casa, donde sobrevive gracias a las ayudas sociales. Lo último que se supo de él era que trabajaba como empleado municipal en la ciudad belga de Awans y que en abril de 2013 fue condenado a un año de prisión por haber agredido a su novia en 2011 durante una borrachera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario